En los últimos años hemos visto, oído o leído noticias vinculados al bullying: niños y jóvenes que se quitan la vida a consecuencia de ello; padres de familia luchando contra esto en las escuelas; y ONGs enfocadas a informar y aconsejar sobre el tema. Sin embargo, aún existe cierto desconocimiento y las formas de abordarlo en casa.

El bullying lo conocemos como el maltrato físico y/o sicológico deliberado y constante que recibe un niño por parte de otro u otros, solo por el hecho de ser o verse diferente. No se trata de un juego ni una broma, ya que implica una repetición continuada de burlas y agresiones; y también del abandono por parte de los compañeros .

Palabras que hieren

Es un pensamiento generalizado que el bullying se da en los colegios. Sin embargo, qué ocurre cuando en el hogar priman las agresiones, la falta de comunicación y de respeto. ¿Qué ocurre cuando a nuestros hijos les decimos:

  • No sirves para nada
  • Otra vez te equivocaste
  • No puedes hacer nunca nada bien
  • Por qué no te pareces a tu hermano, que todo lo hace bien
  • No sé a quién saliste, eres tan tonto
  • Me avergüenza como eres
  • Ojalá nunca hubieras nacido, estoy cansado de ti
  • Estoy cansada de ti, ya no te quiero
  • Ándate de la casa y no vuelvas

¿Es bullying? Sí lo es. Los padres muchas veces maltratamos verbal y sicológicamente a nuestros hijos, lo justificamos bajo el paraguas del amor, sin conocer las consecuencias y sin tomar conciencia que las palabras dichas por los padres construyen una realidad para nuestros hijos.

Ser coherentes

Todo comienza en casa. Los padres no miden sus palabras con sus hijos, tampoco los hermanos. Si no soy consciente de las cosas que digo cómo puedo pedir a mi hijo que lo sea con otros niños. Todo cambio comienza en casa. Los valores se enseñan haciendo, dando el ejemplo, no pidiendo lo que no soy capaz de hacer.

Para enseñar valores la coherencia es fundamental, no puedo pedir a mi hijo que sea honesto si le digo “contesta el teléfono y dile que no estoy”; o si le pido cuidar la naturaleza y pisoteo las flores; o si le hablo de respetar a las personas y comparo a mis hijos; o si le hablo de la no violencia y hablo mal a mis hijos; o pedirle que no copie si le hago las tareas. La coherencia es imprescindible para enseñar; los niños y jóvenes aprenden de nuestra forma de ser y actuar. No se puede entregar lo que no se tiene.

 

Por: Sylvia Langford, sicóloga especialista en desarrollo de la voluntad. www.flowing.cl