En la formación y crianza de los hijos el aspecto emocional es determinante en su futuro como adulto. Gran parte de su día transcurre en el aula del colegio, por lo que las relaciones que establezca con su grupo de pares y sus profesores también son relevantes cuando se trata de encausar por buen camino su crianza emocional. Porque lejos de lo que pudiera pensarse, el colegio no es solo una maquinaria de contenido intelectual.

El libro de la neuropsiquiatra infantil, Amanda Céspedes, llamado “Educar las emociones educar para la vida” constituye la segunda parte del libro “Niños con pataletas, adolescentes desafiantes”. Aquí, la especialista entrega las claves a padres, profesores y cualquier adulto que se relacione en forma permanente con niños, para contenerlos, guiarlos en su formación emocional y desarrollar todas sus potencialidades y talentos, sin perder la felicidad propia del alma infantil. Busca cambiar el paradigma del adulto autoritario y dominante de los siglos anteriores, por uno empático, comprensivo, intuitivo, que sabe utilizar las herramientas para una comunicación afectiva y efectiva, necesaria en este mundo moderno.

Sonríe Mamá y Familia conversó con la experta para dar respuesta a quienes buscan ser padres hoy.

¿Cuál es el fin de educar?

Educar es ACOMPAÑAR al niño a actualizar el enorme potencial que trae consigo: un potencial intelectual, emocional, espiritual, ético, artístico y creativo. Cuando educamos caminamos junto al niño acompasando nuestros pasos a su caminar descubridor y creador. El error más grande es sostener que educar es dotar al niño de algo que no posee. TODOS LOS NIÑOS, EXCEPTUANDO ESE 1% QUE VIENE AL MUNDO CON DAÑOS CEREBRALES SEVEROS, trae un espléndido potencial que deberá desplegar para transformarse en un ser pleno.

Muchos padres piensan que la educación es algo que se “aprende” en el colegio. ¿Qué es lo que se debe “aprender” verdaderamente para la vida?

La escuela o colegio tiene como misión complementar la educación para la vida que debería entregar la familia. La escuela forma en lo propiamente académico cultural, pero también en valores, en sana convivencia, en actualización de un potencial espiritual y ético. El dilema es que muchos de quienes «piensan» la educación escolar creen que debe limitarse a lo propiamente intelectual. Toda la comunidad de adultos educa a los niños, y la tragedia es que la mayoría lo hace mal. No saben acompañar. Creen que educar es IMPONER.

¿Qué significa la educación emocional?

La educación emocional significa el acompañamiento al niño para que desarrolle una adecuada gestión de sus emociones al servicio de la relación con los otros. En el interior del niño hay una maquinaria emocional espléndida, que está en estado potencial. Allí reside la empatía, la capacidad de resonar con el dolor ajeno y experimentar el deseo de aliviarlo; la generosidad; el altruismo; el respeto y la gentileza. El niño es todo amor, pero necesita que esos dones germinen. Como una semilla que requiere cuidados expertos. El niño necesita de un acompañamiento experto. Y tan solo 2 de cada 10 adultos sabe acompañar de manera experta. Rara vez lo saben los padres. Son más sabios los abuelos.

¿Cuáles son las necesidades emocionales de un preescolar, escolar y un adolescente?

En el preescolar, desarrollar una adecuada autorregulación de sus emociones evitando los desbordes emocionales llamados pataletas. En el escolar, desarrollar la capacidad reflexiva estableciendo nexos entre su conducta y las consecuencias. En el adolescente, comprender el verdadero significado del concepto de libertad en sus vidas.

¿Qué cualidades educativas son fundamentales para ser un buen papá?

El respeto irrestricto por la dignidad del niño. La empatía, la sensibilidad a las necesidades de los niños en sus distintas edades. Un párvulo tiene necesidades emocionales muy diferentes a un adolescente, pero ambos tienen un denominador común: necesitan la compañía de un adulto sabio. Una habilidad parental indispensable es SABER ESCUCHAR a los niños. Esto requiere de condiciones que dicen relación con el respeto al niño; con saber establecer un espacio de escucha atenta; con saber empatizar con el niño; con saber emplear el lenguaje corporal de un modo que acoja, no que rechaza, enjuicia o condena.

La buena autoridad

¿Cuál es la diferencia entre castigo y sanción?

El castigo es una reacción emocional automática que se aplica para impedir que algo reprobable vuelva a ocurrir. La sanción es el epílogo a una conversación educativa, en la cual se condujo al niño a ver los nexos entre conducta y consecuencia. El castigo se aplica con rabia, con miedo y frustración. La sanción se aplica con serenidad.

¿Y la diferencia entre autoritarismo y autoridad?

El autoritarismo parental —o del profesor— es el dominio del niño desde el poder. Se le somete sin posibilidad de argumentación defensiva. Hay violencia, que puede ser verbal o física.
La autoridad en cambio es la capacidad de poner límites desde el respeto, el diálogo y la búsqueda del bien común. El adulto con autoridad es empático, flexible y sabe escuchar.

Formadores de niños

¿Qué características debe tener un buen profesor?

Debe tener vocación para acompañar a los niños en su desarrollo, sabiendo que los está formando para el futuro y que su papel formador es integral. Debe saber RESPONDER a las situaciones de conflicto al interior del aula, enfriando su ira, su frustración y su exasperación. Debe saber escuchar con empatía emotiva. Debe tener siempre presente que es un modelo y que lo que enseña requiere una didáctica precisa: MODELAMIENTO.

Padres y profesores muchas veces se quejan de estrés. ¿Qué efectos tiene esto sobre los niños?

Les genera mucho temor, recelo y desconfianza. Dejan de creer en lo que dicen los adultos, porque lo dicen desde la amenaza, el juicio descalificador y el grito. Los adultos somos responsables de los montos de estrés que admitimos en nuestras vidas. Es muy penoso que nos permitamos ser agobiados por el estrés y que el precio de esa licencia lo paguen los niños. He conocido familias jóvenes que tienen más de 5 niños, entre ellos 3 que aún no cumplen 5 años. El padre está agobiado porque debe generar dinero para sostener a la familia, y la madre está agobiada por las demandas de los pequeños. Ambos gritan, vociferan, amenazan… Y los niños pagan el alto precio de vivir atemorizados.