No es fácil aceptar que los hijos crecen, que toman sus propias decisiones y que muchas veces estas decisiones no son las que nosotros hubiésemos tomado. Hoy los niños tienen cada vez más autonomía y capacidad de decidir. Siendo aún pequeños, quieren elegir su ropa, adónde ir y qué comer. Cada día más los padres somos capaces de hacerles caso a nuestros hijos en decisiones que afectan a la familia entera. Sin embargo, les hemos hecho un mal favor. Permitirles autoridad para tomar decisiones sobre su vida o la de la familia es una responsabilidad que no les corresponde tomar y los sumerge en un mundo de culpas e inseguridades.

De este mismo modo, los adolescentes de 15 años se sienten grandes y capaces de tomar decisiones propias de los adultos, como es la vida sexual de una pareja. Sometidos a una excesiva estimulación del medio, los grandes grados de libertad que desde niños van teniendo y el estar sumergidos en una cultura de lo desechable donde el hedonismo y el placer es un valor supremo, es altamente difícil explicarle a un hijo por qué no es conveniente que inicie su vida sexual en un pololeo que, con altísima probabilidad, será pasajero.

 

¿Pololeo adolescente? Lo mejor es esperar

Es en esta etapa cuándo debemos hacer uso de todo lo ahorrado durante la infancia, es decir, de los vínculos amorosos, fuertes y consistentes, de la relación de cariño y respeto que se formó y de los valores que inculcamos en la relación diaria. El sacrificio y el esfuerzo invertido en la infancia, el haber puesto normas y valores coherentes con el ejemplo de los padres, junto con la entrega de un amor incondicional, permitirán que en esta etapa, dónde los amigos pasan a tomar un rol muchas veces más importante que la familia, sigamos siendo un referente normativo que el joven respete y ame.

Sin embargo, la sexualidad se transforma en uno de los temas más difíciles de abordar, ya que de uno u otro modo a los hijos les cuesta imaginar a los padres en un ejercicio placentero de la sexualidad, y a los padres les produce pudor hablar de sexualidad con los hijos. Si bien hay variedad de opiniones, y es un tema que pasa por las opciones valóricas de los padres, podríamos concordar que siempre es mejor retardar el inicio de una vida sexual activa.

En primer lugar, el riesgo de un embarazo siempre existe. Incluso cuando tomen todas las precauciones del caso, no es posible pensar que están totalmente protegidos de la consecuencia propia de la sexualidad, que es la vida. Y no es necesario aclarar todos los inconvenientes de un embarazo adolescente.

En segundo lugar, el uso de cualquier sistema anticonceptivo tiene efectos en el organismo de la mujer, ya sea con métodos de tipo hormonal o dispositivos.

En tercer lugar, no es posible pensar que la actividad sexual se desligue de la vida afectiva de una persona y, si lo hace, estamos en presencia de una disociación de la personalidad, lo cual no es nada bueno en el desarrollo integral de la misma. No podemos pensar que lo que le pase al cuerpo no le afecta a la persona entera. En este mismo sentido el joven que comienza a tener relaciones sexuales con su polola, tendrá inevitablemente menos grados de libertad.

Además, la revolución hormonal no siempre se apareja con el logro del pensamiento reflexivo, por eso es en esta edad donde la impulsividad puede jugar un rol determinante en la conducta de los jóvenes. Debemos ayudarlos con controles externos, tales como salir en grupo, que no se queden solos en la casa, que los espacios y los tiempos que pasen solos sean relativamente cortos. De este modo evitamos exponerlos al límite de su autocontrol.

Por último, es importante tener presente que la labor de los padres implica el control de las actividades de nuestros hijos. La libertad que ellos demandan en la adolescencia debe ser aparejada con la responsabilidad y con la honestidad que ellos deben demostrar. Un sano control significa darles tiempo y espacio de libertad, pero siempre monitoreando qué hacen, donde están y con quién.

El  excesivo control no sirve más que para sofocarlos y fomentar conductas a escondidas. La libertad es un derecho que tiene el adulto y que los padres tenemos el deber de enseñarles a ejercer, por eso debemos ir progresivamente dando espacios de autonomía que tengan relación con la responsabilidad que nuestro hijo demuestra. Así, poco a poco aprenderá a ser adulto y podrá volar con sus propias alas, haciendo uso de los conocimientos y valores que le dimos a lo largo de su vida.

 

Por: Mónica Bendek, sicóloga.