Al ir adquiriendo cada vez mayor conocimiento del desarrollo neurológico de los seres humanos, los especialistas han ido “descubriendo” nuevos trastornos en diversas áreas.

Uno de ellos es el lenguaje, donde se han podido establecer diferentes trastornos, desde algunos muy simples del habla (que afectan por ejemplo sólo la pronunciación), hasta algunos de mayor complejidad y que involucran un mayor compromiso neurológico.

Entre los últimos está la disfasia, que de acuerdo a lo que explica el Dr. Marcos Manríquez, neurólogo de Clínica Alemana, se podría definir como “la adquisición inadecuada del lenguaje en un niño que no presenta lesión estructural del cerebro, sordera o hipoacusia importante, ni síndrome autista, retardo mental o deprivación social severa”. El especialista agrega que es importante saber que no existe una sola disfasia, sino que existen varios tipos que se diferencian por el área que está más afectada (comprensión, expresión o procesamiento central del lenguaje) con distinta evolución y pronóstico.

Organización del lenguaje

En términos simples, y de acuerdo al comportamiento que los padres pueden ver en un hijo que presente este mal, la disfasia es un trastorno de la organización del lenguaje, vale decir, el lenguaje aparece de manera más tardía y con características específicas que lo hacen diferente.

Aunque no existe un grupo específico en el que se presente mayoritariamente este trastorno, la fonoaudióloga Verónica Pesse explica que los niños con más vulnerabilidad biológica podrían tener más posibilidades de presentar ésta u otra alteración del desarrollo. Coincide el Dr. Manríquez al decir que quienes lo sufren son niños con inteligencia dentro de rangos normales, con un adecuado contacto social y que no es infrecuente que se asocie a retraso en la maduración de algunas áreas como la emocional, motriz  y conductual.

Además, dice la fonoaudióloga, es importante saber que “la disfasia es una entidad diagnóstica por sí misma y no es síntoma de otro trastorno del desarrollo, como autismo”.

Detectar el problema

En general, plantean los expertos, antes de los 2 años sólo se puede sospechar que un niño puede sufrir de disfasia. Luego, entre los 2 y 4 años, recién se puede comenzar a plantear un diagnóstico si en ese período no dice palabras y/o no las comprende. Si dice alguna palabra, habitualmente es mal articulada y no es capaz de formar frases o si lo hacen son estructuralmente inadecuadas.

Asociado a lo anterior, Verónica Pesse agrega que en los niños de los que se sospecha podrían sufrir  disfasia “se observa que el lenguaje no se desarrolló como el de todos los pequeños, sino con un gran compromiso en todos sus niveles: fonológico, gramatical y sintáctico, siendo los casos más severos aquellos en los que la comprensión verbal está alterada, que por lo demás es casi siempre. Si a esto le sumamos una conducta comunicativa errática, poco consistente, con períodos importantes de ensimismamiento, podríamos pensar que podría tratarse de una disfasia”.

Tratamientos a largo plazo

Así como en muchos otros trastornos del desarrollo, es fundamental que los padres estén muy atentos a la forma en que sus hijos van madurando. Junto con ello, el neurólogo afirma enfáticamente que “es primordial que el pediatra sospeche el cuadro y lo derive, y que no retrase la derivación por argumentos como “es muy regalón por eso no habla”, “los hombres hablan siempre más tarde”, “el papá habló a los 4 años”.

Tanto en el diagnóstico como en el tratamiento existe coincidencia en que el enfoque debe ser multiprofesional, ya que este trastorno debe abordarse en forma global. “Cuando se tiene un diagnóstico claro de disfasia, el tratamiento debe ser realizado por un equipo”, aclara el Dr. Marcos Manríquez. “Además del neuropediatra debe participar en forma activa el fonoaudiólogo y, en algunos casos, una educadora con especialidad en lenguaje. En la mayoría de los casos es también necesaria la participación de un terapeuta ocupacional que tratará los problemas motores, entre otros. Y si el niño tiene problema emocionales y conductuales será necesario el apoyo sicológico”, explica el neurólogo.

Aunque los tratamientos son de largo plazo éstos pueden ser muy exitosos, logrando una adecuada integración de los niños a su entorno, aunque necesiten apoyo sicopedagógico por largo tiempo. Para el éxito de las terapias, la fonoaudióloga afirma que “lo fundamental es el diagnóstico precoz y la rehabilitación temprana y sostenida en el tiempo. Se requiere mucha paciencia de los padres y su colaboración en un tratamiento que es largo, multiprofesional, pero que va a permitir en muchos casos que el niño pueda acceder a una escolaridad en establecimientos regulares”. Eso sí, aclara que un niño disfásico va a necesitar un entorno escolar amigable y dispuesto a utilizar muchas veces estilos de enseñanza más divergentes y flexibles.

Condición

Verónica Pesse aclara que la disfasia puede acompañar a un ser humano por toda su vida, se trata de una condición.  Sin embargo, el niño que accede a tratamiento oportuno podrá sin duda alcanzar niveles  verbales compatibles con una autonomía y esto dependerá en gran medida del potencial individual y del ambiente.

Eso sí, en los casos más graves, esta alteración podría persistir en la vida adulta con un gran impacto psíquico, emocional y de independencia, por lo que vale estar muy atento a su evolución.