El verdor de los árboles y el canto de los pájaros, unido a temperaturas más cálidas, dan cuenta de la llegada de la primavera y luego del verano. Al igual que muchos animales, podríamos decir que en cierto modo también las personas salimos de un período de hibernación y abandonamos nuestra casa, como los animales abandonan sus madrigueras, en busca de reencontrarnos con la naturaleza y su esplendor.

La vida moderna es especialmente agitada en las grandes ciudades. Más aún cuando el cemento domina lo visual, el bullicio de la actividad perturba la audición y enrarece el aire que respiramos, por lo que realmente requerimos momentos de paz y quietud para relajar la mente y el cuerpo. Para tener este equilibrio sano entre el trabajo y el descanso, es necesario conectarse con la naturaleza, contemplarla, escucharla, respirarla, revitalizarse de ella, y así evitar caer en el estrés y la ansiedad.

Naturaleza: amada y protegida

Se ha definido la ansiedad como la emoción que señala claramente una desconexión. El ser humano debe comprender que la integración con nuestro entorno natural es parte de una integración tridimensional vital, que es el estar conectado con uno mismo, con las otras personas y con lo más grande: Dios para algunos y la naturaleza para otros.

Ya para las civilizaciones antiguas, como los Toltecas (cuyo significado es “maestros constructores) -pueblo nativo de México y presente entre el siglo IX al XII D.C.- la naturaleza era el rostro visible del Gran Espíritu, que conectaba y nutría todo cuanto existía. Para ellos la naturaleza era un ser sagrado que no debía ser explotado ni destruido, sino amado y protegido.

Y hoy, conectarse con la naturaleza es más que nunca una necesidad vital, ya que la vida del hombre y su entorno han cambiado veloz y drásticamente. Esto si consideramos que hace un siglo atrás sólo el 13% de la población mundial vivía en centros urbanos y que para el año 2050 se estima que el 70%, unos 6.400 millones de personas, vivirán en las grandes ciudades.

El sentirse desconectado de la naturaleza es una de las grandes angustias del hombre moderno. Entonces, recuperar la conciencia de nuestra conexión con la naturaleza es el proceso más potente de sanación que podremos conseguir.

Beneficios para grandes y chicos

Muchos estudios han demostrado que la luz del día tiene un efecto antidepresivo en las personas. Salir al exterior, aunque sea en un día nublado y por media hora, idealmente entre 11 de la mañana y 2 de la tarde, dará la luz que se necesita. Las investigaciones también muestran los innumerables beneficios que los niños obtienen cuando juegan al aire libre. Son más saludables física y mentalmente, se desempeñan mejor en el colegio, tienen mejor autoestima, son más auto-disciplinados, se sienten más capaces y confiados de sí mismos, son buenos para solucionar problemas, se llevan mejor con otros niños, son más creativos y se sienten más en contacto con la naturaleza. Serán ellos los líderes conservacionistas del mañana y, finalmente, quienes custodiarán que la naturaleza siga integrada a nuestra vida, permitiendo que sigamos disfrutando del verdor de los árboles y el trinar de los pájaros en primavera.

En la práctica, es en nuestro diario vivir donde palpamos la importancia de conectar e integrar familia y naturaleza, aprendiendo a nutrir nuestra vida diaria, independientemente de vivir en una gran ciudad. La simpleza de observar nuestro entorno, caminar por nuestros parques, contemplar nuestra cordillera y nuestros atardeceres. Esta experiencia es definitivamente increíble. ¿Quién no se ha quedado mudo cuando ha visto una puesta de sol, cuando ha descubierto colores que estaban ahí, pero que no veía, olores y fragancias que despiertan los recuerdos atesorados en nuestra mente?

 

Por: Chile Unido.