En una publicación web de la cadena BBC aparece el relato de un joven llamado Hide. Su problema surge cuando abandonó el colegio:

«Empecé a culparme y mis padres también me responsabilizaron por no acudir a clases. Comenzó a crecer la presión», cuenta.

«Entonces, gradualmente, comencé a tenerle miedo a salir y a conocer gente. Fue entonces cuando ya no pude salir de mi casa».

Poco a poco, Hide fue renunciando a todo tipo de comunicación con sus amigos y, eventualmente, sus padres. Para evitar verlos, dormía durante el día y se sentaba toda la noche a ver la televisión.

«Tuve todo tipo de emociones negativas», explica. «El deseo de salir, rabia hacia la sociedad y hacia mis padres, tristeza por estar en esta condición, temor sobre lo que podría pasar en el futuro y envidia de las personas que llevaban una vida normal».

Lo cierto es que Hide se ha vuelto un «aislado» o hikikomori. Fue su elección. El alcohol y las drogas también son una elección al igual que ser feliz. En este relato encontramos un joven cuyas creencias lo llevan a aislarse, a convertirse en víctima y a culpar a los “otros” por lo que le pasa. Él solo decide aislarse y, por eso mismo, de él depende hacer lo contrario. ¿Se aislaría de la misma forma si no tuviera juegos electrónicos, Internet o tecnología a su alcance?

Definiendo el problema

Hikikomori es un término japonés que significa “apartado de la sociedad” y que consiste en que los adolescentes se encierran en sus habitaciones durante años, en una especie de aislamiento social voluntario, pero conectados permanentemente a la televisión, al computador o a cualquier accesorio que brinde acceso a Internet.

Esta anomalía la sufren, en su mayoría, adolescentes varones que por situaciones como matonaje en el colegio, problemas familiares y pautas de crianza, deciden encerrarse en sus habitaciones alterando su ritmo de vida normal, es decir, dormir de día para estar toda la noche conectados a Internet, concentrados en videojuegos, leyendo cómics o viendo televisión.

Japón, actualmente, registra una cifra que supera el millón de jóvenes. Es decir, 1 de cada 10 adolescentes son hikikomori. ¿Será sólo un problema en Japón? ¿No será una realidad que toma cada día mayor fuerza en el mundo?

 

Por: Sylvia Langford, psicóloga especialista en desarrollo de la voluntad. www.flowing.cl