Hoy se escucha hablar mucho del apego. Y quizás algunas personas se preguntarán a qué se debe tanta discusión.

Lo que pasa es que a medida que surgen más investigaciones sobre el desarrollo del cerebro, el comportamiento y el ser humano en general, los expertos han comprobado que el tipo de vínculo que establecen los padres con sus hijos influye en la salud mental y emocional a lo largo de toda su vida. Visto así, pareciera ser una luz de esperanza para solucionar muchos de los problemas que afectan al mundo.

Cryas.cl es un espacio conformado por un grupo de psicólogas expertas que orienta, acompaña y guía a los padres y cuidadores en el gran desafío que plantea la crianza de los niños en el mundo de hoy. Asimismo, diseñan y capacitan en programas de prevención e intervención basadas en la Teoría del Apego y la neurociencia, orientándose a la promoción de una Parentalidad Positiva y del Apego Seguro.

A través de las respuestas de una de sus psicólogas, Catalina Larraín, podemos conocer detalles de por qué este tema se ha transformado en un bastión para la buena crianza.

¿Qué es el apego?

El apego, según J. Bowlby, se refiere a la necesidad o motivación innata y universal de los mamíferos y seres humanos de crear un vínculo intenso y especial con otro ser “más sabio” (papá, mamá, abuela u otro), con el fin de buscar protección, cuidado y consuelo que garanticen la supervivencia física y emocional de la cría.

Esta necesidad de «Proximidad o de Apego” es especialmente evidente en el recién nacido, quien a través de su llanto, balbuceos y sonrisas, entre otras conductas, busca la atención y cercanía de sus padres o cuidadores principales, con el fin de que el entorno responda a sus necesidades tanto físicas como emocionales, para así sentirse seguro y protegido.

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¿Por qué el apego es tan importante?

La relación de apego basada en la seguridad y la confianza (Apego Seguro) es un proceso que se construye día a día, por medio de las múltiples interacciones del niño con los adultos a cargo de su cuidado, especialmente durante el primer año de vida. Estos cuidadores deben estar disponibles tanto física como emocionalmente para contener y aliviar al niño en forma rápida, estable y predecible, especialmente en momentos de gran aflicción y estrés (enfermedad, hambre, sueño, cansancio, miedo, golpes o accidentes, etc.).

Estas experiencias de protección y consuelo van creando en el niño la expectativa de que sus padres o cuidadores son una “base segura” a la cual puede acudir en momentos difíciles y de la cual también se puede alejar, para explorar, aprender, jugar y relacionarse con otros en la medida que se siente seguro.

Desde la neurociencia se ha visto que el Apego Seguro se relaciona con un desarrollo armónico del cerebro, que madura y crece hacia la integración y la resiliencia, funcionando como un escudo protector ante las dificultades de la vida y disminuyendo la incidencia de patologías y problemas emocionales, actualmente en alza.

¿Qué estudios avalan esta importancia?

Hoy existe gran cantidad de evidencia empírica, desde la psicología hasta la neurociencia, que establece que el embarazo y los primeros 3 años son una etapa vital y sensible en la vida del niño. En este período temprano se construye el vínculo de apego, cuya calidad dependerá de los cuidados otorgados por los padres. Los estudios concluyen que la salud mental de los cuidadores o padres son esenciales en la construcción de un apego seguro en el niño. Se ha visto que las siguientes características en los cuidadores favorecen un apego seguro en los hijos:

  • Padres disponibles física y emocionalmente, especialmente atentos a las necesidades y emociones de sus hijos cuando experimentan estrés y malestar, calmando, regulando y acompañando en aquellos momentos difíciles para el niño.
  • Intentar ser consistentes y predecibles en sus cuidados, con un compromiso diario en la crianza y bienestar de su hijo.
  • Compartir momentos cotidianos como la muda, baño, alimentación y en especial el juego, apoyando las iniciativas de exploración y autonomía del niño.
  • Padres que demuestran curiosidad, comprensión, empatía y aceptación por los “aspectos negativos” o emociones más intensas de su hijo, que respetan su individualidad, ritmos y características propias, distintas a la de otro hijo.
  • Adultos capaces de mantener el control y ser un “buen modelo” en el manejo del estrés; cuando se sienten abrumados y sobrepasados en la crianza, buscan apoyo y ayuda.

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En este sentido, la calidad del apego que se establece dependerá del estilo de crianza, es decir, de qué tan sensibles, empáticos y disponibles hayan estado los padres y cuidadores, especialmente durante los primeros 3 años de vida. La buena noticia es que estas habilidades parentales se pueden desarrollar tempranamente, incluso desde el embarazo, por medio de talleres de apego y crianza así como de orientación  individual.

¿Qué sucede si no se practica el apego?

El apego no se establece por un “evento mágico o específico”, como dar de mamar o el contacto piel a piel, sino que es un proceso que requiere de tiempo y  todos los niños —si es que tienen un cuidador estable y presente— van a desarrollar apego. Si la crianza carece de las cualidades positivas antes mencionadas, es probable que se forme un vínculo de apego inseguro, en donde el niño tiene una expectativa ansiosa con respecto a las reacciones de sus cuidadores, lo que va a afectar su desarrollo socioemocional y lo dejará desprovisto de las herramientas necesarias para hacer frente a los cambios, demandas y dificultades propias de su desarrollo y crecimiento. El hecho de que un niño no logre incorporar la seguridad básica (apego seguro) necesaria para su sano desarrollo también afectará la maduración de estructuras importantes del cerebro involucradas en la memoria, atención, control de impulsos, capacidad de lidiar con el estrés, etc.