El fin de año puede ser sinónimo de una larga lista de tareas y responsabilidades: Informes de cierre laboral, compras navideñas, organización de las vacaciones y pruebas de colegio que juntas nos pueden estresar más de la cuenta.

Pablo Urrutia, psicólogo de Cetep, reconoce que en esta época del año existe una acumulación de tareas o desafíos que pueden aumentar nuestro nivel de ansiedad, alterando el equilibrio normal.

Aunque en ocasiones el nivel de ansiedad es funcional y nos permite enfrentar y superar situaciones, experimentando placer por el logro alcanzado, a veces sucede lo opuesto y se genera una percepción negativa donde las tareas se ven como problemas amenazantes. Cuando ello ocurre se tiende a sobre-producir, sobre-exigiéndonos más de la cuenta. Podemos llegar incluso a paralizarnos y no ser capaces de superar nuestras tareas.

Estrés patológico

El especialista explica que cuando los niveles de estrés son muy altos se convierte en algo patológico. Desde lo fisiológico nos ponemos hipervigilantes, que se traduce en:
-Mayores sobresaltos.
-Dificultades para conciliar el sueño.
-Despertares prematuros.
-Sudores.
-Temblores corporales.
-Dolores físicos.

A nivel cognitivo:
-Disminuye nuestra capacidad de concentración.
-Tenemos excesiva autocrítica.
-Dificultad para tomar decisiones.
-Olvidos.
-Preocupación por el futuro.
-Pensamientos repetitivos.
-Excesivo temor al fracaso.

A nivel emocional:
-Se experimenta intranquilidad recurrente.
-Irritabilidad.
-Miedo.
-Fluctuación del ánimo.
-Confusión o turbación.

Para Urrutia, parte importante de la tendencia a estresarnos a fin de año tiene relación con la acumulación de metas y el temor al fracaso. Muchas veces la persona afectada, ante la acumulación de tareas, comienza a maximizar la verdadera importancia de la situación, minimizando a la vez los recursos personales para resolver los problemas. “Se debe entender que todo lo que nos proponemos para el fin de año requiere de tiempo y concentración. Si nos exigimos para lograr nuestro objetivo cueste lo que cueste, el costo será nuestro propio bienestar”, señala.

Mejor prevenir

  • Muchas veces queremos ganar todas las batallas y no estamos dispuestos a perder ninguna; lo que convierte a la vida en algo tremendamente agotador, autoexigente y nos obliga a estar alertas constantemente. Lo importante es elegir a qué darle mayor importancia y volcar mayor energía en eso. Es decir, definir prioridades.
  • Reconocerse como personas “de carne y hueso”, entender que nos cansamos y que necesitamos orientar nuestra energía a un objetivo y no a un conjunto de tareas. Debemos ser asertivos y aprender a decir que no. Esto nos ayuda a mantener nuestras expectativas de manera realista, nos ayuda a ponerle límites a otros y a nosotros mismos (si no cumplimos nuestras expectativas o las de otros nos podemos frustrar, estresar y terminar con un síndrome angustioso depresivo).
  • Usar la meditación como método diario para conectarnos de forma consciente con nuestro cuerpo y nuestras necesidades.
  • Usar el espacio de pausa laboral para caminar, respirar y desconectarse de la rutina. No sirve usar la pausa laboral para ver el celular y fumar un cigarro. Precisamente, el cigarro activa el sistema nervioso; produce una generación de relajo, pero no lo relaja.
  • Si es posible, evitar el consumo de “los 3 venenos blancos” (sal refinada, harina blanca y azúcar refinada), carne y comida chatarra, privilegiando la ingesta de frutas y verduras.
  • Finalmente es vital ser capaces de pedir ayuda.