Su cuerpo es delicado, casi etéreo. Su voz es suave, casi inaudible. Para comunicarse con su hija usa palabras en inglés y en idioma rapanui. Nada hace pensar que detrás de esta figura, aparentemente frágil, hay una mujer muy empoderada. Mahani Teave, concertista en piano y madre de una hija de casi 2 años, nos cuenta cómo hace para combinar su pasión por la música con su debut en la maternidad.

La vida de esta concertista ha estado marcada desde muy pequeña por la diversidad, los cambios y los viajes. Nació en Hawái y es hija de madre norteamericana y padre rapanui. Vivió en Isla de Pascua hasta que conoció al primer gran amor de su vida: el piano. Con un talento innato aprendió a tocarlo a temprana edad gracias a una profesora que visitó la isla por unos meses.

Entonces apareció el maestro Roberto Bravo, quien vio sus cualidades musicales y la “apadrinó”. El pianista creó una fundación donde Mahani fue la primera becaria con estudios en Valdivia. Luego vino el perfeccionamiento en Estados Unidos y Alemania, y esta niña de tan solo 10 años fue creciendo entre aviones y conciertos.

Hoy, a sus 35 años —aunque no los representa— está casada con el músico e ingeniero Enrique Icka. Junto a otros jóvenes de la isla levantaron la ONG Toki Rapa Nui que construyó un maravilloso centro de música al cual asisten casi 100 niños rapanui que están aprendiendo artes y música.

Conversar con Mahani nos hace pensar que la maternidad, por muy demandante que sea, no es impedimento para continuar con tus sueños. En este caso, con la pasión por la música.

Parto humanizado

“Mi embarazo fue súper bueno. La principal consejera fue mi matrona. Antes de conocerla no sabía nada de nada. Con ella aprendí no solo sobre los cambios físicos, sino también los emocionales: temas de apego, de la seguridad interior que uno debe tener y también sobre despertar la parte intuitiva, la parte mamífera y todo eso que existe desde hace miles de años. Ella me reconectó con esta experiencia”, señala.

El parto fue natural, después de veintitrés horas de trabajo prenatal, acompañada de una matrona  especialista en parto humanizado, quien viajó a la Isla especialmente desde Limache.

Enrique estuvo siempre ahí, apoyándola con respiraciones y masajes. Cuando Tahai nació, él le cantaba en rapanui y para cortar el cordón umbilical utilizaron una obsidiana muy antigua, previamente esterilizada. “Era un legado muy antiguo de nuestros ancestros que estaban acompañándonos en ese momento. En los días siguientes utilicé piedras volcánicas calientes en la espalda baja y la guatita para aliviar y ayudar al cuerpo a reacomodar todo”, recuerda Mahani.

Seguir la intuición

Lo más predecible es que no hay nada predecible en esta etapa que está viviendo Mahani. A las 7 de la mañana su pequeña le pide leche materna, duerme hasta las 9 am y se queda en casa con su madre “musical” —Ximena Cabello— quien la ayuda para que Mahani pueda dedicarse a la práctica del piano. Si hay reuniones en la Fundación Toki, Tahai va con ella. Aprovecha de estar el máximo con su hijita. “Me encanta el tiempo en que jugamos juntas. A veces nos bañamos en el mar, disfrutamos la naturaleza con los árboles frutales que tenemos cerca y hacemos juegos sencillos con piedrecitas”, explica.

En cuanto al estilo de crianza, Mahani trata de seguir su intuición y complementarla con cosas que aprende en su búsqueda constante.

“Cuando me entero de cosas constructivas de alimentación o crianza voy viendo lo que me dice mi intuición y entonces decido. Para mí la intuición es lo más importante. Uno escucha distintas opiniones respecto de una misma cosa, que vienen con mucho cariño, pero lo que puede funcionar para uno puede no serlo para otro. Uno conoce a su bebé mejor que nadie. Y es que Tahai ha sido mi principal profesora. Con esta sensibilidad que nos tenemos, yo voy sintiendo y hago un esfuerzo tremendo por entender lo que trata de comunicarme. Ella también se esfuerza y ha aprendido muchísimas palabras. La paciencia es por ambos lados”, recalca.

Su mejor rol

Mahani reconoce que hace malabares para compatibilizar sus tiempos de mamá y sus obligaciones, pero hace lo mejor que puede. Añade que nunca le ha gustado tener horarios fijos. “Debe ser algo de los artistas. Uno practica cuando está inspirado, cuando quiere tocar; después descansas”, comenta.

Para Mahani el rol de dueña de casa ha quedado al final de la lista. Hoy, lo principal es Tahai, sus conciertos y el trabajo en la ONG Toki. Ahí da apoyo en la administración y ejecución de los programas de la escuela, ve las proyecciones a futuro y busca recursos para mantener los profesores. Son infinitas tareas. “Uno de nuestros sueños para este año es llevar nuestra orquesta infantil al continente”, puntualiza.

Mahani, ¿qué tipo de educación te gustaría dar a tu hija?

Creo que el sistema educativo actual es bastante impositivo y no estimula al niño a pensar por sí mismo, sino que a memorizar respuestas. Creo que tampoco ayuda a desarrollar otros tipos de inteligencia, como la emocional, o fomentar la comunicación entre compañeros. Hay otros sistemas más amorosos o respetuosos como Waldorf o Montessori.

La verdad es que este es un tema que me preocupa, ya que nosotros vivimos en la isla la mayor parte del tiempo y aquí no existen escuelas con sistemas de educación alternativos. A veces he pensado que una posibilidad sería darle educación yo desde la casa, pero también es cierto que a veces no es necesario ir contra la corriente y puedes enfocarte en ayudar a mejorar lo que ya está. En la isla hay mucha más disposición y no hay tanta burocracia para concretar cosas que uno quiera hacer. Y es que estar con otros niños es muy importante para el desarrollo infantil.

¿Qué mensaje te gustaría transmitir a las mamás?

Que no pierdan el tiempo preciado que tienen con sus hijos. Dejen a un lado los celulares, las redes sociales o las películas. Jueguen con sus hijos afuera y con cosas sencillas. Ellos son felices al estar con uno. Esto sirve para formar seres humanos más sensibles, humanos y seguros de sí mismos. Hay que darles a los hijos la contención que necesitan. Los bebés vienen con una tremenda sabiduría de miles de años. A veces no ponemos atención a lo que tratan de comunicarnos. Pero es importante ver el mundo con los ojos de ellos. Yo estoy maravillada de cómo mi hija intenta aprender tan rápido y cómo intenta comunicármelo. Los bebés son un gran órgano sensorial y viven el ahora, el presente. Aprovechemos ese momento.

¿Desde qué edad los niños pueden dedicarse al aprendizaje de un instrumento musical?

Depende de la madurez de cada uno. Hay niños muy pequeños que muestran un interés colosal, que son tremendamente dotados y pueden empezar a aprender desde los 3 años. Pero la mayoría de los niños está preparado para tocar desde los 6 años aproximadamente.

¿Qué rol le asignas a la música en el desarrollo del ser humano?

La música es fundamental para desarrollar niños y seres sensibles, emocionalmente sanos, porque la música abre canales del alma que vacían la parte emocional que se va acumulando o trabando. A través del instrumento muchos niños dejan fluir sus emociones o canalizan lo que tienen dentro. Les permite mantener esa pureza que puede haber sido afectada por distintas situaciones familiares o también del colegio. Gracias a la música ellos van sanando.

También es una manera de unir a los niños con los padres y con la comunidad. Es motivo de orgullo ver a tus hijos tocando. La música también entrega valores como la disciplina, perseverancia, respeto a los compañeros, a los profesores, a sí mismo y sube la autoestima cuando vas teniendo pequeños logros debido a tu propio esfuerzo.

La música ayuda a potenciar lo que los niños tienen como persona y abre el horizonte para proyectarse en el futuro. Se dan cuenta que todo depende de ellos y de su propia dedicación, independiente de su situación económica, racial o religiosa. Y es que la música es lo más democrático que existe, porque no importa nada más que como uno está tocando.