Seguramente, cuando estuviste embarazada tuviste que manejar algunas preguntas intrusivas: “¿Tendrás un parto natural o será programado?”, “¿Le darás papa a libre demanda o te apoyarás con mamadera?”. Además, observaste muchas cejas levantadas cuando comentabas que tenías un gato o te estabas tomando una bebida gaseosa en alguna reunión social.

Lamentablemente, era solo el inicio. Una vez que el bebé está en tus brazos, TODO lo referente a la crianza (las horas y forma en que duerme, lo que come, por lo que llora) está abierto a debate público.

La intención de quienes opinan suele ser buena, pues quieren ayudarte a ser mejor mamá. Y en la mayoría de los casos son buenos consejos. Sin embargo, un factor que no se considera es que cada niño es distinto y la dinámica entre mamá e hijos es única. Por lo que la intromisión en la crianza no siempre es útil y termina viéndose como un intento de control y un voto de desconfianza para la madre. Especialmente si es primeriza.

Estoy segura de que en muchas ocasiones sales victoriosa de los incisivos consejos de las personas que, con frecuencia, solo quieren reafirmar su propio estilo de crianza. Pero cuando has sumado meses de medio dormir, hacer malabares para ducharte y un bebé inconsolable en el supermercado, tu paciencia se agota.

No perder la educación

Es importante no perder la educación, especialmente si la persona que te está dando consejos es un familiar. Así que algunas respuestas diplomáticas podrían ser:

-“¡Gracias! Agradezco tu preocupación y cariño por mi bebé”.

-“¡Gracias! Lo comentaré con mi marido hoy en la noche”.

-“Tal vez eso no funcione con mi bebé, pero muchas gracias por la sugerencia”.

-“Eso suena interesante. Lo comento con mi pediatra y te cuento qué me dijo”.

En ninguna de estas frases te estás comprometiendo a seguir la idea propuesta, pero al mismo tiempo te muestras amable y educada.

Buenos consejos

Para que puedas salir victoriosa de esta etapa (que desafortunadamente puede durar años y repetirse con cada nuevo hijo), pon atención a estas reflexiones:

-Considera la fuente: ¿Confías en la experiencia de quien te está aconsejando? ¿Te gusta la manera en que ella está criando o ha criado a sus hijos? Si tus respuestas son negativas, tal vez quieras utilizar alguna de las frases que sugerí anteriormente.

-Confirma con el pediatra: Cualquier sugerencia que esté relacionada con la salud de tu bebé, será mejor verificarla con tu doctor. Algunos remedios caseros no hacen daño, pero otros pueden ser hasta peligrosos. Nuevas investigaciones han cambiado considerablemente la manera en que cuidamos a los niños, por lo que es importante asegurarnos de que estamos haciendo lo correcto. Si decides buscar información en Internet, solo hazlo de sitios médicos conocidos y avalados.

-Mantén una actitud abierta: Si te empeñas en ignorar cualquier consejo que no hayas pedido, podrías perderte una muy buena idea sobre cómo enseñar a tu hijo a que deje el pañal, por ejemplo. Recuerda que tu manera de criar también ha sido influenciada por la forma en que lo hicieron en tu casa. Y por generaciones hemos aprendido a cuidar a los niños gracias a la sabiduría adquirida y transmitida por generaciones anteriores.

-Sé encantadora: Cuando un extraño (¡o la suegra!) se acerca para decirte que el chupete que le estás poniendo en la boca a tu bebé le arruinará los dientes, respóndele con tu mejor sonrisa y continúa con tus actividades. No permitas que esta persona arruine tu día. No confrontes, sino que desármala con tu diplomática amabilidad. Es un arma más efectiva y mucho menos desgastante que el enfrentamiento.

Por: Mónica Bulnes, sicóloga. www.preguntaleamonica.com