“Hijo, ¿ya hiciste la tarea?”. “No mamá. ¡Es que no me recordaste!”. Escenas como ésta ocurren en todas las casas y preocupan a los padres, porque se preguntan si algún día su hijo se hará cargo de sus deberes.

Ser una persona responsable es un proceso que dura muchos años y que se aprende en casa (no en el colegio) desde la más temprana edad. Si estamos atentos, encontraremos muchas oportunidades para enseñar a los hijos a cumplir con lo que les corresponde. A continuación, enumero algunas sugerencias:

1-EL JUEGO:

Para los niños pequeños todo forma parte de la diversión. A veces, las parejas me confiesan la frustración que sienten porque su hijo de 3 ó 5 años sólo quiere jugar, y el trabajo que les cuesta lograr que hagan tareas tan sencillas como lavarse los dientes o ponerse el piyama. Si estas actividades adquieren el formato de juego, lograrás mejores resultados: “¡A ver quién gana en lavarse los dientes, tú o yo!”. Esto no reducirá tu autoridad, sino que —de acuerdo a la etapa de formación de tu hijo— estarás ajustando la estrategia educativa enseñando (inadvertidamente para el pequeño) la responsabilidad.

2-GRADUANDO TAREAS:

Conforme vayan aumentando las capacidades de tu hijo debes incrementar la dificultad de las mismas. Pero nunca dejes de involucrarlo en las tareas de la casa, pues así entenderá desde el principio que forma parte de un equipo (su familia) y que todos deben colaborar para que funcione la casa. Un niño de 3 años, feliz rompe en pedacitos una lechuga (lo toma como juego), ayudando a preparar una ensalada. Venden pequeñas escobas que permiten que el pequeño pueda limpiar algo que él mismo ensució. Cuando es mayor, puede ayudar al hermano menor con la tarea o abrocharle los cordones de sus zapatos. Ya en la adolescencia (12 años) puede hacerse cargo de pedir sus propias horas, o las de sus hermanos, para el dentista, por ejemplo.

3-DÉJALO IR:

El ser papá o mamá es la vocación más hermosa y satisfactoria. Por eso cuidamos a los hijos y les tratamos de dar todas las comodidades posibles. Sin embargo, no debemos perder de vista la meta: los estamos preparando para ser adultos y lidiar con la “vida real”. Una manera de amarlos es dejar que se hagan cargo de las pequeñas tareas que he mencionado como ejemplo, pues al darle estas responsabilidades tu hijo adquiere más confianza en sí mismo, pues sabe que es capaz de completar una actividad con éxito (sacar la basura, tender su cama, poner la mesa); su autoestima se refuerza, pues ayudamos a otros nos sentimos mejores personas, contribuyendo al bien común; promueves su independencia, ya que a pesar de que sigue necesitando tus cuidados, sabe que poco a poco podrá hacerse cargo de sí mismo (aprende a cocinar, organizar una casa).

4-NO RESCATES:

Una cosa es guiarlo con tus consejos para que él resuelva una situación y otra es que tú lo hagas por él. Puedes explicarle algo específico de la tarea que tu hijo no entienda, pero después de cuarto básico el niño debería hacer solo sus deberes escolares. El que tú hagas todo por él lo inutiliza y lo hace dependiente. “Yo no puedo solo, porque mis papás necesitan ayudarme”, puede ser el mensaje que él entiende. ¡Imagínate lo que esto le hace a su autoestima!

5-NO ENGANCHES:

Por supuesto que tu hijo reclamará que lo pongas a hacer deberes. A decir verdad, a todos nos parecería mejor que no tuviéramos que recoger o limpiar una casa, pero no es posible. Y así se lo podrías explicar (una vez) a tu hijo. Pero no te dejes vencer por malas caras y reproches. Recuerda: con CARIÑOSA FIRMEZA mantén la repartición de las tareas de la casa. Dile que lo haga, aunque él suba los ojos al cielo y ponga cara de desaprobación. Dile qué tiene que hacer y continúa con tus actividades con buen ánimo, como si no hubieras visto la respuesta del niño. Aprenderá poco a poco que su mala disposición no da resultado. Para esto es importante el siguiente punto.

6-ESTABLECE CONSECUENCIAS:

Tu hijo sí entiende la importancia de colaborar y de tener una casa organizada. Lo que sucede es que NO LE CONVIENE entender y por eso se aferra a criticar tus reglas: pieza en orden, poner la mesa y sacar basura son pérdidas de tiempo para él. Si fuimos bien formados, las personas aprendemos a tomar las decisiones más convenientes para nuestra vida hasta los inicios de la vida adulta, es decir, después de los 20 años.

Es hasta ese momento en que verdaderamente se establece la responsabilidad como una virtud personal y no como una demanda que los padres le hacen al hijo. Así que antes de esa edad, la única manera de que el niño cumpla con sus obligaciones será que sufra las consecuencias de no haber hecho lo que le correspondía.

Y generalmente estas consecuencias tienen que ver con perder privilegios: no poder jugar videojuegos, invitar amigos o ver televisión. Lo que sepas que le gusta hacer y que lamentaría no poder realizar. Su motivación para ser responsable será el temor de perder lo que le gusta. Poco a poco irá “internalizando” esta virtud y tu hijo se irá haciendo cada vez más responsable sin la necesidad de avisarle el castigo que sufrirá si no hace lo que le pides.

7-BUEN HUMOR:

Enseñar a un hijo a ser responsable puede ser una tarea molesta. Necesitamos paciencia, consistencia y perseverancia para lograrlo. Por eso, como todo en la vida, el buen ánimo se vuelve fundamental. Sonríe mucho, pues la sonrisa hará más amable tu tono de voz. Solidariza con tu hijo. Dile, por ejemplo: “Sí, yo sé que esto que tienes que hacer es aburrido, pero todo debemos colaborar para que la casa funcione bien… ¡ánimo hijo, pronto acabaremos!”. Cuando sientas que te gana la desesperación y el mal humor, aléjate. Si sigues hablando con él acabarás gritando y eso no ayuda en nada. Es mejor dejar la tarea para más tarde, si en este momento no te sientes tranquila para exigirla con calma y amabilidad.

8-PACIENCIA:

Adquirir la virtud de la responsabilidad es un proceso lento que requiere de mucha repetición a lo largo de la vida de tu niño. Pero irás viendo los resultados en el camino. Tu hijo irá mostrando responsabilidad en forma más frecuente conforme vaya creciendo, hasta que finalmente esté preparado para emprender el vuelo, siendo una persona íntegra, capaz de construirse un destino trascendente y feliz.

 

Por: Mónica Bulnes, sicóloga. www.preguntaleamonica.com