Me ha tocado por “causalidad” y no por “casualidad” estar con tres mujeres que han perdido un hijo en distintas etapas de la gestación. En ese minuto he podido acompañarlas en su proceso de dolor.

La ilusión de tener un hijo genera en el corazón y en la cabeza de toda mujer una serie de sucesivas e importantes imágenes. Sin quererlo, construyen la vida de ese ser y también la propia vida de la madre y de la familia completa.

El perder un hijo, experiencia que yo también he vivido, tiene un proceso de dolor y de reconectarse con el “matar” dentro de uno una ilusión que conformaba el futuro y el presente desde varios puntos de vista.

Perder un hijo es una experiencia que, en términos lingüísticos, no tiene nombre ni ubicación social. Esto porque cuando uno pierde al marido queda viuda. Cuando uno pierde a sus padres queda huérfano, etc. Esta es la única pérdida que no tiene nombre. Quizás porque grafica lo antinatural del proceso, para los occidentales por lo menos, y porque el dolor es indescriptible.

Sin saltarse etapas

Quizás una de las preguntas que se hacen las madres que pierden a un hijo en el vientre es si les hubiera hecho mejor o peor ver al bebé para la vivencia del proceso.

Claramente no sé qué elegiríamos los seres humanos si pudiéramos optar por el cómo queremos que nuestros seres amados se vayan. Primero tendríamos que trabajar el sentido que tiene la muerte o la partida para nosotros.

Muchos dirían que lo prefieren rápido. Otros prefieren -como yo- tener tiempo para gozar a concho al que se va.

Creo que el proceso de duelo se activa de igual forma al final, independiente de cómo comience. Lo importante es no saltarse etapas. Vivir la etapa de shock, la de rabia, la de pena y la de reconciliación con el duelo.

De acuerdo a las experiencias trasmitidas pareciera que la etapa de rabia es la más larga cuando la pérdida es más abrupta, y no se ha visto a la persona que se fue.

En cualquier caso, lo importante es acompañar a la madre en todo el proceso. Y no hablar tanto. Por lo menos no decir las clásicas frases que de poco y nada sirven, como “el tiempo todo lo cura”, “ya va a pasar”, etc.

A vivir el duelo, esa es la invitación. A vivirlo en plenitud para aprender de él.

 

 

Pilar Sordo, sicóloga, conferencista y escritora.