Cuando los adultos identifican el enorme potencial biológico que posee el niño desde que nace —y muy especialmente durante los primeros 5 años de la vida— para buscar activamente la armonía emocional y las interacciones vinculares en sí mismo y en su entorno, «inundándolo de amor”, pueden convertirse en verdaderos educadores, porque se disponen a enriquecer un potencial que está floreciendo tímidamente.

A partir de los 7 años el vertiginoso desarrollo psicolingüístico se pone al servicio de la capacidad reflexiva y los niños abrazan con entusiasmo el deseo de servir, están dispuestos a ser bondadosos, compasivos y auténticos, en la medida que sean acompañados por adultos sabios. El dilema es que se sigue sosteniendo que los niños deben «adquirir” recursos de gestión emocional y que el llamado a entregar esos recursos es el adulto, pero no se le prepara adecuadamente y se le mantiene ajeno a poder vislumbrar el prodigioso potencial que el niño ya trae al nacer.

Lee la continuación de esta interesante nota sobre educación socioemocional de la neuropsiquiatra infantil, Dra. Amanda Céspedes, en el siguiente link: