El mundo secreto tras el dibujo infantil
Una de las cosas que más aman los niños es dibujar y pintar. Desde pequeños sienten felicidad cuando les pasamos una hoja en blanco, lápices o pinturas, dando rienda suelta a su imaginación con líneas, trazos, figuras y colores. Además, es una actividad que propicia y ayuda en la estructuración de la motricidad, la escritura y la creatividad. Pero no solo eso: los dibujos han sido objeto de análisis por parte de psicoanalistas, ya que pueden ser una fuente valiosa de datos para conocer o acercarse al mundo interior del niño en sus distintas etapas de desarrollo. Caterina Zoffoli, psicóloga clínica infantojuvenil de Cetep, explica que las investigaciones realizadas en torno a los dibujos de los niños han determinado que pueden indicar ciertas ansiedades, conflictos asociados a la relación con otros y la imagen que tienen de sí mismos. Esto debido a que la hoja de papel es un espacio que permite la proyección de ciertos aspectos internos y de la relación con los otros. El niño escribe ciertas escenas y va integrando cada vez más la percepción de la imagen de sí mismo, haciendo una proyección de esta en la hoja de papel. A través de investigaciones se han sistematizado aspectos que contribuyen a la interpretación de esta forma de expresión, tomando en cuenta sus aspectos formales y la significación que el niño hace de su producción. La experta puntualiza que, aproximadamente, a partir de los 18 meses un niño es capaz de dibujar trazos. A medida que crece la evolución de estos se complejiza, lo que se relaciona con los tiempos de su constitución psíquica y subjetiva. «Al principio los trazos no son reconocidos por el niño como una producción de su propio cuerpo o una producción intencionada. Poco a poco se va percibiendo a sí mismo como autor de sus creaciones. Francoise Dolto, pediatra y psicoanalista francesa, habla de expresiones plásticas que aluden a los primeros sentimientos del vivir, que corresponden a la representación de diversas sensaciones internas aún no unificadas en el niño. Esta etapa es la del garabateo, según Lowenfield (Libro «Desarrollo de la capacidad creadora», 1980), correspondiente a la edad de 2 a 4 años», puntualiza la psicóloga. Este periodo es crucial para los niños y los padres pueden interpretar en conjunto con ellos los trazos, sin forzarlos y permitiéndoles el despliegue creativo, pues aluden a un cierta puesta en escena de lo que va vivenciando el niño como continuidad de su existencia. Son trazos en un principio breves, discontinuos y gruesos; luego, algunos trazos discontinuos comienzan a tener una forma de espiral para aproximarse a la redondez. La psicóloga de Cetep explica que esta etapa va de los 4 a los 7 años, de acuerdo con lo planteado por Lowenfield. El niño realiza aquí sus primeros intentos de representar intencionalmente (dibujos con significado). Va adquiriendo la posibilidad de realizar un dibujo que ya no se le olvida que pertenece a él o ella, mientras que la significación del dibujo se mantiene en el tiempo habiendo intencionalidad a la hora de escoger qué dibujar. Es así como el sentido se empieza a poner antes que la actividad. Añade que el espacio y color son aún arbitrarios, mientras el niño se sitúa en el centro del dibujo. La primera representación que se logra es la figura humana. El dibujo es de un círculo como cabeza y dos líneas verticales como piernas que dan cuenta de que existe una representación de la bipedestación. La figura humana se va complejizando, añadiéndose los brazos. Ya a los 6 años se puede ver un dibujo más elaborado. Caterina señala que, de los 7 a los 9 años, el niño ya tiene esquemas respecto de los objetos del entorno que lo rodean. Poder representar con variaciones corresponde a un logro importante en su desarrollo, que no es lo mismo que representar de manera estereotipada. Empieza a establecer relaciones entre los elementos del dibujo y órdenes espaciales, descubriendo además que existen ciertos objetos a los que les corresponde un color determinado. Comienza el uso de la línea base, la agrupación y categorización de los objetos y órdenes lógicos. Dibuja diferentes partes del cuerpo y símbolos para las diferentes partes como la nariz, ojos, boca, etc. [irp posts=»2797″ name=»¿Por qué los niños pequeños dibujan grandes cabezas?»] La interpretación del dibujo no es algo simple y consta de una sistematización rigurosa por parte de los especialistas, ya que son muchos los factores a considerar a partir de la complementariedad de diferentes pruebas. La experta de Cetep recalca que el profesional idóneo para esta evaluación es un psicólogo especializado en psicoanálisis, psicodiagnóstico y técnicas proyectivas. Y es que el dibujo no se interpreta solo: esto se hace a partir de una batería de test, es sistematizado y debe acompañarse de entrevistas clínicas con los padres y el niño. Generalmente estos niños ocupan el espacio y reparten de forma armónica lo que quieren representar, alcanzados los 7 años. Es importante precisar cómo se siente el personaje principal del dibujo que realiza un niño y si coincide con su expresión afectiva. Eso podría hablar de su estado afectivo. Sin embargo, debemos comprender que para un niño un dibujo en el entorno familiar muchas veces es tan solo un dibujo, una expresión creativa. Por lo que mirar las producciones de los hijos haciendo análisis constantes puede llevar a que lo lúdico se transforme en una experiencia más bien de orden evaluativo o a que se puedan sentir invadidos. Una de las funciones de los adultos tiene que ver con acoger y acompañar aquellos momentos del desarrollo que muchas veces constituyen un problema para los niños, como por ejemplo la dificultad para dormir solos, el temor a la oscuridad, regresiones como volver a orinarse y las pataletas, entre otras cosas. Y una forma de hacerlo puede ser a través del dibujo. Dependerá mucho de la significación que tiene para cada niño tal o cual color. El color corresponde a expresiones de los afectos en el dibujo, y el niño podrá indicar la razón por la que utilizó un color. Sin embargo, cabe recordar que uno de los logros del desarrollo es poder determinar que ciertos objetos tienen una correspondencia con ciertos colores, a pesar de que el niño pueda decidir pintar su dibujo de un color arbitrario. Podría tener relación con afectos relacionados con la angustia el que un niño dibuje todas sus producciones de forma estereotipada y que tache constantemente ciertos elementos con colores determinados. La posición de los objetos indica ciertos logros en el desarrollo, como poder situar el dibujo en el medio de la hoja con las piernas hacia abajo a una cierta edad. Cabe recordar que la espacialidad es importante, pues en un principio el niño no discrimina tamaño ni proximidad en el dibujo. El tamaño de los dibujos apunta a ciertos aspectos asociados a las defensas que pueda utilizar un niño y a cómo se siente respecto de su ambiente y en relación con otros. Los ojos también pueden ser un indicador importante cuando estos se encuentran vacíos en la mayoría de los dibujos a una edad determinada. Algunos autores han catalogado al sol y a la luna como representaciones de las figuras parentales. En las técnicas proyectivas se utiliza la figuración de la casa como representación del mundo interno y la representación de la madre, y el árbol como la representación del padre, existiendo criterios sistematizados y minuciosos de interpretación. Debido a la capacidad progresiva de integración sensorial del cuerpo, los trazos, que en un principio tienden a ser menos controlados y de mayor presión, pasarán a tener una presión y forma más definida y controlada. Diría que uno de los criterios para consultar a un especialista es que el niño vea comprometida su capacidad para dibujar o no sienta deseos de hacerlo cuando anteriormente era una actividad que disfrutaba cotidianamente, sin ser esta reemplazada por otra. Cuando alcanza los 4 años, si más que un dibujo los padres ven que lo realizado es una descarga motriz, si tiende a tachar todos o la mayoría de sus dibujos luego de realizados desechándolos por ser insuficientes, si asociado a esto el niño deja de jugar, si los juegos son estereotipados o hay una irrupción caótica de los personajes, se debería consultar. Niños con ansiedades que los llevan a tener defensas más obsesivas o bien impulsividad pueden tender a llenar el dibujo de elementos; los primeros, minuciosamente, y los segundos, de una forma más desorganizada. Los niños con afectos depresivos pueden tender a inhibirse en sus expresiones, dejando de dibujar si anteriormente lo hacían. En ocasiones puede que se dibujen a sí mismos extremadamente pequeños en una esquina de la hoja. Los niños con ansiedades intensas tienden a esperar constantemente que el otro apruebe sus trazos sin permitirse la expresión lúdica. También es posible que los niños con ansiedad intensa vean dificultada su capacidad de organizarse para dibujar, es posible que lloren o pasen de una hoja a otra tirando luego sus producciones a la basura o diciendo que la actividad les parece aburrida. Las garras en lugar de dedos en las manos pueden ser un indicador de dificultades. Los dibujos estereotipados a su vez pueden indicar alguna dificultad en el niño como inhibiciones de la expresión lúdica o dificultades en el desarrollo. La mayoría de los padres son espontáneos en la relación que tienen con este elemento creativo y que permite el desarrollo simbólico en el niño. No se puede determinar a priori si es dañino o no mirar, preguntar o pedir que dibujen ciertas temáticas. Sin embargo, impedir el despliegue de la capacidad creativa y lúdica del niño privándolo de dibujar, centrándose solo en lo que los adultos a veces perciben como dificultades o en la posibilidad de que algo se manche o raye, sí puede llevar a inhibiciones y dificultades en su capacidad de elaboración en torno a sus experiencias vitales. Lo mismo puede causar el evaluar algún elemento creativo que realicen o el dibujarles algo sin su autorización en un boceto que ya realizaron o se encuentran realizando. Lo que se puede pedir es que dibuje cómo se siente frente a algún aspecto que veamos y que pueda ser conflictivo para él mismo, más que para realizar una interpretación demasiado exhaustiva como lo haría un profesional. La idea es que, si el niño accede a dibujar, pueda expresarse. Se pueden tener en cuenta las proyecciones que hacen para poder acoger y acompañar estas ansiedades y conflictos, y en caso de precisarlo poder consultar con un profesional. En esta etapa los niños pueden dibujar elementos distinguibles y con una temática determinada. Por ejemplo, puede que el nacimiento de un hermano, la separación de los padres o la salida de una figura significativa de la casa le provoque conflictos. O bien un cambio drástico de rutina o cambio de colegio pueden ser causa de ansiedades y conflictos. Pueden aparecer, además, los típicos temores asociados a la muerte, la oscuridad, los celos, etc. Otra forma de elaborar o acompañar estas ansiedades puede ser a través de algún cuento que trate sobre la temática, que luego puede incluir alguna expresión creativa como el dibujo, para expresar los elementos que aparecen en el cuento. [irp posts=»11237″ name=»Niños: ¿qué significan los dibujos de animales?»]
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Primera etapa
Etapa preesquemática
Etapa esquemática
¿Qué significan?
¿Qué dibujos pueden denotar felicidad o bienestar en un niño?
¿Qué significado tiene el color?
¿Qué significa la posición de los objetos en el dibujo?
¿Qué otros aspectos son importantes de considerar?
¿Qué cosas en los dibujos deberían preocupar a los padres?
¿Los estudios han podido establecer relación entre tipos de dibujos y tipos de niños (tímidos, agresivos, hiperactivos)?
¿Cuál debe ser el rol de los padres mientras sus hijos dibujan?
Pensando en la etapa del kínder, ¿hay algún dibujo simple que los padres puedan pedir a su hijo para conocer aspectos de su personalidad?