Las cuarentenas por el Covid-19 dejaron a millones de niños y niñas encerrados en sus hogares sin contacto con la naturaleza y su entorno social. Además, estuvieron limitados en el juego, movimiento y relación con sus pares.
Todo esto resulta perjudicial desde el punto de vista educativo. Por eso, la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji) está abriendo gradualmente sus jardines infantiles según lo permita el Plan “Paso a Paso”, en acuerdo con las comunidades educativas y respetando los diferentes contextos locales.
Niños al aire libre
El regreso a los jardines infantiles se sostendrá en el aprendizaje al aire libre de la primera infancia. Por ello, los equipos educativos se están capacitando junto a la Facultad de Educación de la Universidad del Desarrollo para retomar las actividades, dando protagonismo a las experiencias pedagógicas en el exterior.
La idea es que sea una estrategia enriquecedora y reparadora para la niñez, sobre todo para quienes estuvieron cumpliendo cuarentena confinados. También aplica como medida preventiva ante posibles contagios de Covid-19, pues está demostrado que el virus disminuye su propagación en espacios abiertos.
“El aprendizaje al aire libre tiene directa relación con la importancia de la interacción con la naturaleza y el entorno social. Busca generar estrategias que permitan que las niñas y los niños se sientan cada vez más partícipes del entorno natural en que viven. Esto mediante actividades de exploración espontáneas y experiencias guiadas e intencionadas por el equipo educativo”, explica la vicepresidenta ejecutiva de la Junji, Adriana Gaete.
Asimismo, la directora de Formación Práctica de la Facultad de Educación de la UDD, Kiomi Matsumoto, explica que los niños deben estar al aire libre tan a menudo como sea posible. Y es que la naturaleza juega un importante papel en el desarrollo humano, así como en el fomento de la responsabilidad hacia el planeta.
Experiencia en un jardín
El equipo educativo del jardín infantil “Colores de Viento”, ubicado al interior del campus de la Universidad de Magallanes, está capacitándose en aprendizaje al aire libre.
El jardín lleva algo más de un año en estas prácticas educativas.
A pesar del adverso clima con bajas temperaturas y fuertes vientos durante prácticamente todo el año, los párvulos de este jardín salen al menos 2 veces al día a actividades guiadas.
Estas actividades tienen un marcado sello científico-tecnológico en que se basa su proyecto educativo.
Incluso comen su colación en el exterior.
“Somos privilegiados porque el campus cuenta con verdes prados con margaritas, y hasta caballos que pastorean. Lo que buscamos es que los niños y niñas se acostumbren al clima magallánico, que reconozcan y hagan propia la cultura e identidad de la región. Si cae nieve, por ejemplo, la planificación se flexibiliza y ese día aprovechamos de salir a la nieve a jugar y explorar. Si hace calor, lo que es novedoso, también salimos. Las familias saben que en el jardín sus hijos aprenden a darle valor al contacto con la naturaleza e indagar el medio en que habitan”, afirma la directora del establecimiento.
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