Han pasado 9 años desde que tres profesores decidieron unirse para levantar desde cero el colegio hospitalario del Hospital Luis Calvo Mackenna y ayudar a cientos de niños en su recuperación. Claro, porque en este espacio ellos dejan atrás la frialdad de los pasillos, el olor a medicina, los desgastantes tratamientos y la soledad de la habitación.

Constanza Labbé, una de las docentes fundadoras del Colegio Hospitalario “Con todo el corazón”, recuerda que con los administradores del anterior recinto hubo irregularidades que terminaron con la salida del sostenedor. Los tres profesores, quienes trabajaban allí, decidieron no abandonar a los niños y levantar todo de nuevo.

“Le presentamos un proyecto al hospital y ellos creyeron en nosotros. Además, los niños no podían quedarse sin educación. Gracias al apoyo de colegios, familias y otras entidades logramos levantar la nueva infraestructura y la dejamos linda para recibir a los niños en marzo. Nuestro norte es y siempre será el acompañamiento educativo y bienestar de los niños”, destaca Constanza.

En Sonríe Mamá & Familia quisimos conocer más detalles de esta hermosa iniciativa que brinda educación a aquellos niños en situación de enfermedad.

¿Quiénes son los alumnos, principalmente?

Tenemos niños de prekinder a cuarto medio, desde los 4 hasta los 18 o 20 años, dependiendo de la enfermedad o etapa en que se encuentran. Son niños que producto de su enfermedad no pueden asistir a una escuela regular mientras dura su tratamiento. Hacemos atención en sala de clases y también hacemos asistencia sala cama, para niños que no pueden bajar al colegio.

El 80% de los niños que atendemos son pacientes oncológicos, pero también trabajamos con niños del área de cirugía, quemados, segunda infancia, trasplante de médula y diálisis. Actualmente también atendemos la sección niños de corta estadía, que sufren un problema de salud mental.

¿Qué tipo de enseñanza brindan?

Trabajamos con una metodología de educación personalizada fundada hace muchos años por un sacerdote jesuita llamado Pierre Faure, que existe solo en algunos colegios de Chile. Durante el año tenemos distintas unidades pedagógicas, por ejemplo el universo, la cual se trabaja transversalmente en todos los cursos. Al término de la unidad se realiza una actividad especial y atractiva para los niños. Por ejemplo, el año pasado hicimos un planetario. También tenemos talleres de robótica, arteterapia y música.

Nosotros trabajamos con la inclusión desde antes que apareciera la ley. Damos una educación flexible, inclusiva, diversa y tratamos de evitar la sobreprotección respetando lo que cada uno es y puede. Creemos que los cambios son posibles, solo hay que creerlo. Los profesores somos un puente que ayuda a estos niños en la búsqueda de su camino.

Brindamos atención pedagógica de lunes a viernes, de 9 a 2 pm. En 2018 nuestra matrícula alcanzó los 118 niños y jóvenes.

¿Cómo es la infraestructura del colegio?

Nuestro sistema funciona con aulas multigrado: prekinder y kínder están en una sala, primero a cuarto básico en una segunda, quinto a octavo en una tercera y primero a cuarto medio en una cuarta. La escuela tiene un comedor que sirve, además, como multisala y una biblioteca con computadores y libros. Uno de los espacios más destacados es la «sala del refugio o del alma», donde hay materiales para que los niños se refugien allí. Pueden pintar, escribir, tocar un instrumento o quedarse echaditos, simplemente.

¿Existe algún requisito o restricción para asistir?

Lo primero que se requiere es que los niños sean sí o sí pacientes del Hospital Luis Calvo Mackenna y en segundo lugar un certificado de derivación del médico. Es un colegio particular subvencionado gratuito.

¿Cuáles son los beneficios de que un niño hospitalizado asista a un colegio de este tipo?

Lo más importante que se logra es que el niño vuelve a ser niño. De alguna manera se normaliza su vida. Además, la educación es sanación, es una ayuda para la recuperación del niño. De hecho somos parte del equipo de salud del hospital.

Siempre hemos visto que la escuela es un lugar de esperanza. La educación no va a cambiar el mundo, sino que va a cambiar a las personas que van a cambiar el mundo. Luchamos para que estos niños que pasan por un momento complejo vuelvan a su familia y colegio con algo para aportar. La experiencia en el colegio hospitalario es de marca mayor, porque un niño enfermo vive una emocionalidad compleja, con estrés, desarraigo, cambio de imagen, síntomas físicos, sueño irregular y problemas de concentrarse, entre muchas otras cosas.

¿Qué realidades rodean a estos niños?

El Hospital Luis Calvo Mackenna es de alta complejidad y es un hospital de referencia nacional. Aquí se tratan enfermedades muy complejas y llegan pacientes de distintas partes de Chile. Te pongo un ejemplo de la realidad que se vive: imagínate un niño que está en Alto Hospicio jugando a la pelota y se cae. Luego se empieza a llenar de moretones, tiene mucho decaimiento, va al doctor con su mamá y éste le dice que debe viajar urgente a Santiago porque tiene leucemia, es decir, cáncer. Para esa mamá resulta mortal. Tiene que dejar todo: esposo, otros hijos, hogar. Y ese niño también lo deja todo: su cama, su pieza, su colegio, sus hermanos, sus amigos, sus colores y olores.

Ambos llegan a Santiago, donde no los conocen, y saben que deben iniciar un tratamiento duro que muchas veces tampoco conocen. Llegan con susto, nervios y una ansiedad terrible. Cuando descubren que hay un colegio dentro del hospital, automáticamente disminuye la angustia de ese niño y esa madre. Se dan cuenta de que pueden retomar su vida después del tratamiento, que claramente no va a ser la misma. Y es que hay un duelo cuando se recibe la noticia de la enfermedad, pero también al irse de la escuela, pues se ha transformado en un nido para ellos. La escuela es un lugar de mucha luz, esperanza, humor y aprendizaje. Estamos todo el tiempo dando lo mejor de nosotros para entregar la mejor energía a cada uno de estos niños y sus familias.