De un segundo a otro, algo que al niño le parece mal, se convierte en una pesadilla, tanto para él como para quienes lo rodean. Así son las pataletas, reacciones exageradas y muchas veces incontrolables, pero que son necesarias para su desarrollo.

La raíz de las pataletas está en la frustración que se siente cuando algo no resulta, puede ser desde que no puede tomar un juguete, hasta no conseguir lo que quiere. En la adultez, existen herramientas para entender y manejar estas situaciones, pero los niños no las han desarrollado todavía y no saben cómo expresar eso que les molesta, derivando en una explosión de gritos, llantos y mucho más.

Por lo tanto, no se pueden evitar del todo, ya que son una manera de expresar las emociones. Entre los dos y cinco años es el período de más pataletas, luego tienden a desaparecer.

Factores

La Dra. Andrea Aguirre, psiquiatra infanto-juvenil de Clínica Universidad de los Andes, explica que hay factores que hacen que los niños se desregulen y entren en estados de alta expresividad emocional con mucha angustia y también síntomas físicos. Algunos ejemplos son:

  • Búsqueda de la identidad
  • Proceso de separación-individualización de la madre
  • Intolerancia a la frustración
  • Falta de lenguaje y expresión, que los hacen sentir que no los entienden o escuchan

Es normal que un niño haga pataletas frente a los papás y no es por manipulación, sino que porque son las personas más cercanas y en quienes más confían y que deberían entender el problema que tiene y lo que quiere expresar.

La especialista recomienda consultar cuando las pataletas duran más de veinte minutos, si es que resultan en agresión hacia él o hacia los demás. También, si las rabietas son varias veces al día, muy largas y el niño está irritable todo el tiempo.

 ¿Qué hacer frente a una pataleta?

  • Mantener la calma y abrazarlo. Si se pierde el control, se le está dando la señal de que los gritos o la violencia son la manera de solucionar las cosas.
  • Distraerlo con algo que le gusta, ya sea un objeto o actividad. Por ejemplo: “sé que quieres seguir en la piscina, pero tenemos que irnos, ¿me quieres acompañar a comprar”?
  • Tratar de entender qué la gatilló y preguntarle por eso, así verá que el adulto comprende la rabia que está sintiendo. Por ejemplo: “sé que te duele donde te pegaste, vamos a buscar algo para ponerte y se te pasará”.
  • No dejarlo solo ni mandarlo castigado a su pieza. Si bien es probable que se le pase porque entiende que no está bien su reacción, no aprenderá a lidiar con las emociones y sentirá que no cuenta con el adulto para momentos difíciles. Para eso, hay que apoyarlo.
  • Reforzar positivamente cuando logre dominar sus emociones. Puede ser con un abrazo o invitándolo a hacer algo que le gusta.
  • Nunca dejar que el niño domine la situación, dándole lo que quiere. Con ese mensaje solo entenderá que así es como se consiguen las cosas.