Al final del embarazo, influencias hormonales y mecánicas provocarían el descenso de los testículos hacia la bolsa escrotal luego de su formación en la cavidad abdominal del feto.

Sin embargo, a veces puede presentarse la criptorquidia, la anomalía congénita más común del tracto génito-urinario en niños (2 a 8%) y muy frecuente en menores nacidos prematuramente.

¿Qué abarca este cuadro?

  • El testículo ausente: se origina porque no se formó (agenesia) o se atrofió dentro del útero (por ejemplo, por torsión testicular). La ausencia de ambos testículos se denomina anorquia.
  • El testículo no descendido: es aquel que detuvo su descenso en la vía normal hacia el escroto, pudiendo estar dentro o fuera del abdomen. Suele confundirse con el testículo ectópico, que está fuera del camino normal de descenso hacia el escroto.
  • El testículo no descendido adquirido: estuvo en posición adecuada durante la primera infancia pero más tarde “asciende” y se queda fuera del escroto en forma permanente.
  • El testículo retráctil o en ascensor: es llevado hacia arriba, fuera del escroto, por un reflejo de protección (cremastérico), pero puede ser descendido fácilmente con la mano a su posición original.

Buen diagnóstico

La diferenciación de todas estas formas de «testículo oculto” la realiza un pediatra o cirujano infantil, quien solicita una ecografía abdominal e inguinal para aumentar la certeza diagnóstica. Así y todo, algunos niños pueden requerir exploración quirúrgica para confirmar.

Cabe destacar que muchos testículos que no han descendido al nacer lo hacen dentro de los primeros 6 meses de vida. Si ello no sucede, puede llegar a requerirse un procedimiento quirúrgico para descenderlos y fijarlos al escroto, lo que se conoce como orquidopexia.

Dentro de las complicaciones y secuelas potenciales de los testículos no descendidos está la baja fertilidad y malignización, la herniación inguinal, la torsión testicular y el trauma testicular,  por lo que su detección precoz y correcto manejo es importante.

¿Qué hacer?

El tratamiento de los testículos no descendidos es generalmente quirúrgico. En el pasado se han probado terapias hormonales antes de la cirugía sin eficacia en el descenso testicular. Algunos centros, sin embargo, usan conjuntamente ambas opciones para mejorar la fertilidad.

El momento de la cirugía dependerá del tipo de criptorquidia. Para el testículo no descendido desde el nacimiento se recomienda la orquidopexia desde los 6 meses y siempre antes de los 2 años. En niños con testículo no descendido adquirido, la operación debe hacerse dentro de los 6 meses de realizado el diagnóstico. Para testículos no palpables suele hacerse un estudio de imágenes, pero debido a su insuficiente sensibilidad y especificidad es poco frecuente que evite la cirugía exploratoria, la cual es diagnóstica y potencialmente terapéutica. Esta exploración puede hacerse de 2 formas, inguinal abierta o laparoscópica, demostrando en el 10% de los casos la ausencia de testículo.

El tratamiento de los testículos no descendidos no solo otorga un mejor pronóstico de fertilidad sino que también reduce el riesgo de cáncer testicular, permite una detección precoz de masas testiculares y previene la torsión testicular.

En niños con testículos retráctiles tiene que existir un seguimiento semestral, demostrando que el testículo puede ser manualmente descendido hacia el escroto y que mantiene un crecimiento adecuado, lo que debe complementarse con una ecografía testicular.

De no darse esta situación, hay que derivar el tema a un cirujano urólogo infantil. Los casos de criptorquidia bilateral no palpable deben ser evaluados precozmente en conjunto con endocrinólogos y genetistas pediátricos.

 

Por: Dr. Felipe Cavagnaro, nefrólogo infantil.