La lactancia materna tiene propiedades fundamentales para la formación del recién nacido. Es por ello que lo natural sería proporcionar al infante este sustento desde su nacimiento, sin embargo, con el correr de los años y el ritmo de vida cada día más acelerado, amamantar se ha convertido en una opción.

La leche que produce de forma natural el ser humano es lo mejor para alimentar a un bebé, ya que contiene proteínas, azúcares, minerales, vitaminas, entre otros nutrientes, que proporcionan al organismo inmunidad frente a diferentes agentes infecciosos. Además, este alimento que produce la madre es especial para cada uno de los niños o niñas que son amamantados.

A pesar de ser una práctica esencial e instintiva, para Jessica Noack, jefe de carrera de la Escuela de Enfermería de la Universidad Santo Tomás, actualmente la lactancia materna “se considera un impedimento para el desarrollo profesional, visión que se origina porque se ha perdido la posibilidad de vivir en comunidad y, a su vez, las redes de apoyo han desparecido. Es así como muchas mujeres se embarcan solas en la experiencia de la maternidad y en ese escenario es difícil experimentar lo básico y ancestral que es amamantar a nuestros hijos”.

Además, Noack explica que otro gran factor que desincentiva a la madre a dar leche consiste en que “culturalmente, existe una serie de mitos asociados que tensionan la posibilidad de llevar a cabo el proceso de lactancia, como por ejemplo, que solo algunas mujeres pueden dar pecho, que la leche de algunas es “muy delgada” y no aporta los nutrientes necesarios o que los bebés necesitan relleno para dormir mejor”.

Cambios en la sociedad

Para Ana María Acuña, jefa de carrera de Psicología de la Universidad Santo Tomás, la lactancia materna “no asegura, pero sí favorece la conformación de un apego seguro con el niño, en tanto la madre está más disponible para satisfacer oportunamente sus necesidades nutricionales y afectivas”.

Pero los beneficios de la lactancia materna no terminan ahí, ya que al amamantar el útero de la madre se retrae, se recuperan las mamas y hasta se favorece la recuperación del peso de la madre.

Sin duda, amamantar es un proceso que beneficia tanto al bebé como a la madre, sin embargo, la pregunta que surge es: ¿qué hacemos como sociedad para favorecer este proceso? Si la lactancia materna prolongada es tan favorable para el desarrollo de los niños, ¿por qué nos empeñamos en tensionarla? Aún es común ver en lugares públicos cómo las mujeres deben aplazar el amamantamiento para no incomodar al que mira extrañado o de manera morbosa. Más aún, cuando la lactancia se sostiene por sobre el año de vida del niño, se criminaliza el acto de amamantar, mientras se acepta el llenar las mamaderas con bebidas gaseosas o jugos azucarados.