La Academia Estadounidense de Pediatría los rechaza, Canadá prohibió su fabricación desde hace años y un estudio realizado en Chile registró accidentes atribuibles a los andadores en el 45,6% de los usuarios.

Y es que tras sufrir vuelcos, choques, y caídas por la escalera, los niños presentaron contusiones, laceraciones, traumatismos de cráneo y fracturas diversas. El mundo pediátrico nacional e internacional coincide en lo mismo: la utilización de andadores no otorga beneficios y sí muchos riesgos.

Para muchos padres, el andador se convierte en el único medio para obtener algún tiempo libre mientras el niño se pasea por la casa descubriendo el mundo. Sin duda forman parte de una costumbre muy arraigada en nuestro medio porque se piensa también, erróneamente, que mantienen a sus hijos felices mientras contribuyen a que aprendan a caminar. De hecho, se estima que un 55 a 92% de los menores de 18 meses lo han usado en forma permanente o transitoria.

Una creación para adultos

Pero la creación de los andadores no tuvo una finalidad infantil. Los primeros esbozos se diseñaron para ayudar a personas adultas con dificultades para caminar, lo cual se desvirtuó con el tiempo convirtiéndose en un difundido instrumento para ayudar a las mamás en el cuidado de su niño.

Incluso, muchas de ellas colocan a sus hijos en andadores antes de la edad en que logran sentarse solos, es decir, antes de lograr un buen equilibrio del tronco, lo que aumenta el riesgo de accidentes porque los reflejos de defensa laterales y anteriores no se han desarrollado aún en forma eficiente. Estos reflejos consisten en la colocación rápida de los brazos con los codos extendidos cuando el niño cae hacia los lados o hacia adelante, evitando así que se golpee la cabeza contra el suelo.

Los riesgos asociados a la utilización de los andadores han sido extensamente estudiados. Sin embargo, los padres no alcanzan a percibir esta realidad y aceptan la presencia del andador como una etapa más del proceso de crecimiento del niño. Algunos pediatras se encargan de despejar este mito, otros asumen una posición de silencio y otros sencillamente son ignorados por los padres cuando se les recomienda evitar la compra. “¿Por qué no?”-dicen muchos- “si todo el mundo los usa y los venden en tantas partes”. Ahí se inicia la ruta incierta para el niño.

El camino natural

El desarrollo del movimiento ocurre mucho antes del nacimiento. Dentro del útero el niño patalea, cambia de posición y hasta succiona su dedo pulgar. Para volver a adquirir estos movimientos fuera del vientre materno, el recién nacido debe vencer la acción de la fuerza de gravedad a través de una adecuada estimulación ambiental de la motricidad consistente en nuevas experiencias y aprendizaje de ensayo y error.

Para la terapeuta ocupacional Juanita Rojas, el mejor camino para desarrollar la motricidad y el andar es trabajar de cerca con el niño en el suelo o en un corral. Los ejercicios en este espacio favorecen las reacciones de equilibrio y las transiciones de una postura a la otra en su secuencia normal.

“No conviene sentarlos prematuramente, primero es el giro, que la guagüita ruede y después vienen las posiciones en la vertical. Es importante no apurarlos, dejarlos que experimenten mucho en el suelo y preferir los corralitos de madera a la antigua”, explica la profesional.

Esta etapa se produce entre los 6 y 9 meses. Colocar al bebé en un andador sería exigirle una actividad para lo cual no está preparado, pues sus piernas no tienen la fuerza suficiente para soportar el peso de su cuerpo y la estructura le quita la posibilidad de recorrer el espacio con su propio cuerpo. Por el contrario, el desplazamiento del bebé sin andador por el piso mejora la coordinación del lado derecho con el lado izquierdo, ayuda a madurar los músculos de la espalda, aprende a medir la distancia con los objetos y conoce diferentes texturas (alfombras, cerámica, pasto, etc.)

En punta de pie

Una vez que el niño adopta la posición de pie con apoyo, el uso de andador produce debilidad en los músculos de brazos, piernas y tronco, siendo incapaz de balancear sus brazos en forma alterna y requerirá de muy poco esfuerzo para mantener el equilibrio, debido a que el calzón de este aparato soporta su peso. Por otra parte, puede adquirir posturas anormales de las piernas o las caderas y alteraciones en las curvaturas normales de la columna vertebral, que favorecerán caídas frecuentes y una deficiente coordinación motora que le impedirá ser hábil al jugar, correr y en las actividades deportivas.

Otro riesgo propio del andador, es la tendencia a que el bebé se acostumbre a caminar en puntas de pie, lo que puede originar acortamiento muscular y perjudicar su posterior marcha y equilibrio. “A todo este panorama se suma la inmadurez del niño para manejar un aparato que favorece, comprobadamente, el riesgo de accidentes en el hogar”, sentencia la especialista en motricidad infantil.

El proceso natural de crecimiento de un bebé ocurre de la siguiente manera: cuando se logra un equilibrio completo del tronco comienza a arrastrarse y después a gatear, hasta que llega a la posición bípeda y de ahí a la marcha. El paso por estas experiencias le permitirán fortalecer sus reflejos de defensa y sus músculos para desarrollar un buen equilibrio al caminar.

Conclusiones sorprendentes

Los profesionales del Departamento de Sicología de la Universidad Case Western Reserve de Cleveland (Estados Unidos) se propusieron investigar el tema de los andadores, debido a los miles de accidentes que provoca anualmente en Estados Unidos y el resquemor existente en el cuerpo de pediatras. “Los andadores son la causa número uno de que los niños menores de 15 meses lleguen a la sala de emergencia de los hospitales”, señala la doctora Carol Siegel en una publicación interna de la universidad.

Pero los resultados dieron cuenta de una particular desventaja que se mantenía oculta frente a la enorme lista de desventajas ya conocidas. El estudio demostró que estos vehículos, especialmente los de nuevo diseño, retrasan el desarrollo infantil no solo en la marcha, lenguaje y aprender a sentarse, sino también en los índices generales de inteligencia. Los nuevos andadores, que constan de grandes bandejas para que los pequeños puedan jugar con las manos, impiden que el niño pueda ver sus pies en movimiento y que pueda sortear los objetos que se encuentran a su alrededor cuando camina, lo cual provoca también retrasos en su desarrollo físico y mental.

Los resultados mostraron que los niños que emplearon andadores de nuevo diseño con bandeja empezaron a sentarse, hablar y caminar más tarde que los niños que nunca habían utilizado andaderas. Los niños que usaron modelos antiguos aprendieron a sentarse y caminar alrededor de la misma edad que los que nunca las emplearon, pero fueron más lentos a la hora de decir sus primeras palabras y presentaron mayor torpeza física.

El regreso de los corrales

Los duros resultados del estudio de la Universidad de Cleveland y el resto de los inconvenientes repasados alertan sobre una realidad que se mantenía disfrazada por la engañosa utilidad de los andadores.

Si quieres enseñar a andar, el único camino es el aprendizaje directo con el niño. Para obtener espacios de tiempo libre, una buena opción son los corrales o los centros de actividades fijos. Por ello, el mejor consejo es: no compres nunca andador.