En Chile, cada año nacen aproximadamente 250 mil niños. De ellos, casi un 50% lo hace a través de una cesárea, cifra muy alta considerando que la Organización Mundial de la Salud señaló en 1985 que este tipo de intervención se justifica sólo en el 10% a 15% de los casos. El resto son partos vaginales, en su gran mayoría utilizando anestesia e inducción. Con esta tasa, nuestro país ocupa el tercer lugar de entre los países de la OCDE (informe 2011) donde se realizan más cesáreas, después de Turquía y México.

Sin embargo, lentamente hemos ido conociendo experiencias de mujeres que se preparan para vivir este trascendental momento de una manera distinta. Por cierto hay que tener una preparación adecuada y de la mano de personas experimentadas.

“Me siento capaz de hacer nacer el mundo”

Quién mejor para hablar sobre lo que significa parir un hijo en forma natural que una mujer que lo ha vivido en carne propia. Sofía Guerrero, madre de dos hijos nacidos bajo esta modalidad en una clínica nos compartió su valioso y conmovedor testimonio. “En mi primer embarazo tuvimos que enfrentar una situación muy difícil. Mi hija Sol tenía una malformación cardiaca y era muy posible que muriera antes de nacer. Aunque yo estaba preparada para el momento en que partiera, no quería dejar de sentirla como una hija dentro de mí. Pedí a mi médico que me ayudara a tener un parto natural sin anestesia. Quería parirla despierta, no quedar adormilada olvidando su existencia. Lo que no sabía era que me inducirían con oxitocina y con palpaciones de la matrona para acelerar la dilatación. Experimenté un dolor terrible, con contracciones muy largas y seguidas, una tras otra, sin poder moverme, de espalda, y cuando estaba a punto de desmayarme pedí a gritos la anestesia”, recuerda.

Sofía continúa su relato: “Dos años después quedamos esperando a Amma, nuestra alegría. A pesar de tener miedo de perderla busqué tener un parto consciente, ya sin inducción. Fui a varias charlas de parto natural, lactancia y conversé con otras mamás sobre su experiencia. Con toda la información recibida concluí que la experiencia de un parto tiene gran relación con nuestro sistema de creencias, experiencias negativas o traumas de personas influyentes en tu vida. En mi caso, mi madre siempre me habló muy bien de sus partos, que conmigo no había sufrido, que fue muy rápido y con un dolor soportable. No tenía nada que temer si mi propio nacimiento fue libre de sufrimiento”.

Esta mamá nos cuenta que también la ayudó mucho el haber presenciado el parto natural de una amiga que le permitió acompañarla en ese instante. “Ahí conocí a la matrona Rosa María Román, que me infundió mucha confianza por su forma de trabajo, con vías claras de conducción de un parto. Me gustó cuando nos dijo: ‘vamos a optar a un parto natural, la salud del bebé y la madre son intransables; hay momentos en que podemos saber las rutas alternativas a seguir en caso de encontrarnos con inconvenientes’. Y así fue. Ella identificó una mala posición del bebé, la corrigió con técnicas de cambio y el parto pudo seguir su curso natural. Ese manejo sólo lo da la experiencia, lo que te infunde confianza”.

El parto de Amma (y también el de su tercer hijo, León) se desarrolló en una clínica y estaban presentes, además de la matrona, un ginecólogo y un neonatólogo.

¿Cómo fue tu preparación durante el embarazo?

Rosita nos preparó durante aproximadamente 6 semanas, fundamentales para derribar creencias erróneas y aprender la respiración y posición de parto, y sobre todo para tener conocimiento de las etapas del embarazo y parto a fin de evitar incertidumbres y con eso minimizar el miedo que siempre existe. Y finalmente Amma y nuestro hijo León nacieron con la fuerza y energía de mis piernas y pujos, sujeta por los brazos de mi marido Francisco, que no dudó ni un momento de que los partos de nuestros hijos tenían que ser de a tres: yo, mi marido y nuestro hijo.

Estoy segura de que mi recuperación fue más rápida y saludable, y que la lactancia de 19 meses de Amma fue gracias al apego temprano y al estado libre de anestesia de ella al nacer. Sin duda, seguiremos la misma ruta con nuestro bebito recién nacido, León.

¿Cuáles fueron las etapas del proceso de parto?

El trabajo de parto dura aproximadamente 12 horas, pero no significa que estás pujando todo ese período. Es el tiempo total desde que nos damos cuenta de que las contracciones cambian desde esporádicas y arrítmicas a rítmicas, aumentando paulatinamente el ritmo e intensidad hasta que llega el tiempo de pujar y nacer. Yo lo viví como el tiempo que tiene el bebé para acomodarse en el canal del parto y finalmente nacer. También es el tiempo de la madre para nutrirse, tomar un descanso, relajarse y dirigirse al lugar donde ocurrirá el parto, o para que llegue la matrona y su médico para asistirla. Durante las primeras 6 horas del trabajo de parto hay contracciones leves, dependiendo de la sensibilidad de la madre. En el segundo tercio se siente un poco más de incomodidad, pero de todas maneras quieres caminar y estar activa. Estás más concentrada. En el último tercio, las 3 horas finales, ya estás en plena concentración con contracciones más intensas pero absolutamente sobrellevables, siendo entonces la técnica de respiración un aspecto fundamental. En ese período yo sentí, en mis dos últimos partos, cómo mis hijos se fueron encajando en mi pelvis, y al útero presionando para que bajaran. Fue maravilloso y sensible estar en plena comunicación con mis hijos, visualizando un gran abrazo de encuentro, dándole ánimo para nacer, hablándole de lo maravilloso que sería mirarnos a los ojos. Luego aparecen las ganas de pujar, de caminar y entonces ya sientes que quieres estar en posición para parir. Allí se realiza una postura de contención y fuerza junto al padre. En mi caso los pujos fueron en las últimas 2 a 4 contracciones, sintiendo con todo el cuerpo que fui un canal de paso de una dimensión a otra. Tú los ayudas a llegar, a pasar el túnel y eso es inolvidable, no necesitas que te anestesien, tienes el poder dentro de ti.  Ya nadie puede decirme que no puedo hacer algo, porque me siento capaz de hacer nacer al mundo. Es la mejor escuela.

¿Qué es lo más potente de esta experiencia?

Sentirme empoderada de mí, de mi cuerpo, de mi maternidad y sentir que podía velar yo misma por el nacimiento de mis hijos.

¿Lo recomendarías a otras embarazadas?

Sí, de hecho le recomendé a una amiga tener su parto con Rosita y fue maravilloso, a pesar de que ella había tenido la experiencia de una cesárea en su parto anterior. Me gustaría que todas las mujeres volviéramos a tomar nuestros partos e hijos con la importancia que tiene, que deje de ser un trámite, una planificación de fecha de parto. En todo dolor hay un sacrificio, una entrega, un amor incondicional y eso regalamos en un parto natural.