Soy de Viña del Mar y, mientras estudiaba en la universidad, fui voluntaria en un hogar de niños que había fundado mi mamá con un grupo de amigas. Mi abuela también había hecho voluntariados en distintas organizaciones, así es que para mí era algo normal ayudar a otros.
Leer artículo completoMe vine a trabajar a Santiago, me casé y nacieron mis dos hijas mayores. Pero sentía que algo me faltaba por hacer y, entonces, un amigo de la oficina me habló del Hogar Esperanza en La Florida. Ahí conocí a su director, Jorge Daveggio, y empecé con mi voluntariado una vez a la semana, donde básicamente ayudaba a los niños con sus tareas escolares.
Tiempo completo para los niños
Me embaracé de mi tercer hijo y, a pesar de que tenía menos tiempo para ir a trabajar al hogar, seguí apoyando la recaudación de fondos, organizando bingos y otras actividades. Luego me propusieron ingresar al directorio. Finalmente, en 2007 tomé la decisión de renunciar a mi trabajo y dedicarme por completo a la fundación. Dios me hizo entender que yo tenía tiempo y talento para dar, y me mostró el lugar donde poder entregarlo.
Así fue como llegué a involucrarme en este trabajo. ¿Por qué me quedé? Porque me di cuenta de que dar a otros es lo que me hace feliz. Y al conocer a los niños y niñas que llegan al hogar, y a las personas que trabajan de manera tan comprometida, ya no es posible desentenderse.
El ambiente de trabajo es muy agradable. Hemos profesionalizado la tarea de cuidar a los niños, pero a la vez nos preocupamos mucho de las personas; eso es un sello que Jorge Daveggio le dio a la Fundación. Tengo libertad para elegir mis horarios. Parte del trabajo lo hago en el hogar, pero también desde mi casa haciéndome cargo de los proyectos, abastecimiento, presentaciones, finanzas y comunicaciones.
Como mamá sonrío…
Sonrío cuando uno de nuestros niños egresa con su familia, que puede ser familia de origen o familia adoptiva, pero es suya. Sonrío también cuando llega un aporte o donación inesperada justo cuando lo necesitamos; sonrío cuando vemos que un niño o niña que ingresó con cara triste y apagada se ilumina con una sonrisa y se transforma en un niño activo y alegre gracias al cuidado de tantas personas comprometidas.
María Antonieta Lazarraga es representante legal y presidenta del directorio de Fundación Hogar Esperanza. Este lugar acoge a lactantes, niños y jóvenes vulnerados en sus derechos a través de dos casas: una para lactantes y párvulos, y otra para niños y jóvenes. Actualmente hay 25 lactantes, niños y jóvenes que están al cuidado de la fundación, cuyo trabajo se centra en restituir su derecho a vivir en familia.
Facebook: @hogaresperanzachile
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