Decenas de papás entrando a dejar a sus hijos preescolares. Está empezando la jornada del jardín infantil que María José Buttazzoni, chilena, educadora y mamá de 4 hijos imaginó y ejecutó, a punta de mucho esfuerzo.

Con sus mini mochilas y mini delantales, pero con enormes cerebros ávidos de conocer y aprender, María José se apoya en personas preparadas para potenciar las habilidades de estos niños.

Conversar con ella y ver la claridad que tiene al momento de comprender la crianza actual y los desafíos que enfrentan tantas mujeres que hoy son madres, emprendedoras, ejecutivas y dueñas de casa nos da esperanza de que la motivación y voluntad de sacar adelante nuestros proyectos es el punto de partida para lograrlo.

Resulta casi anecdótico saber que María José tuvo una escolaridad difícil, que fue una alumna muy distraída y que el colegio fue una etapa que se le hizo cuesta arriba. Pero después de estudiar educación parvularia, viajar y casarse con un «gringo», volvió a Chile con varias ideas que pudo aterrizar. ¿Cómo lo hizo? Con muchas ganas y claridad respecto a cómo debía ser la educación inicial.

Y es que en su paso por Nueva York conoció lugares espectaculares para niños entre 0 y 5 años. Algunos estaban pensados para que la familia fuera parte del proceso educativo y pudiera quedarse. «Cuando decidimos venirnos a Chile empecé a planificar el proyecto del jardín Ombú tratando de incorporar ideas novedosas y estilos educativos que observé en Estados Unidos. Tuve la idea de hacer un cambio de look respecto a los jardines infantiles tradicionales, diseñar un espacio para niños, con buena luz y muy estético», explica.

¿Qué es lo que distingue al jardín?

Una de las cosas distintivas es el proyecto educativo basado en el juego. Los jardines comenzaron a academizarse para cumplir con los requisitos de los colegios, pero es un error. El jardín es una etapa donde el juego es la única forma en que el niño aprende y conoce el mundo. Apurar otros conocimientos solo hace que pierda interés y amor por aprender. Por ejemplo, cuando se apura el proceso lecto-escritor empujando al niño a aprender las letras y a intentar leer, con métodos no adecuados para el nivel de desarrollo de la primera infancia. Un niño debe interesarse por lo que aprende. Mientras más captas su interés, más significativo es el aprendizaje.

Otro punto distintivo es que formamos un equipo de profesionales realmente valioso. Mujeres trabajadoras, apasionadas por la educación, con ganas de trabajar en equipo y que entienden la importancia del juego. Además, creen con el alma que la intervención en esta etapa de la infancia es decisiva para el futuro de cada niño.

Un tercer punto es el diseño y colorido del espacio físico, pensado para ser acogedor, bonito, no estridente ni colorinche. Es agradable, luminoso, lleno de madera y con espacios abiertos.

La neurosiquiatra Amanda Céspedes habla de la importancia que tienen los primeros 5 años en el desarrollo de los niños. En tu experiencia como educadora de párvulos, ¿por qué crees que esta etapa es tan crítica?

Es donde se sientan las bases para todos los aprendizajes posteriores. Invertir, promover y entregar las mejores herramientas en esta etapa se traduce en un retorno altísimo en la vida adulta de ese niño. No solo retorno económico, sino que retorno en su desarrollo integral, en capacidad de aprender, de adaptarse y desenvolverse en la vida y en el buen desarrollo de sus habilidades socioemocionales.

Vida al aire libre

¿Qué crees que caracteriza a los padres de hoy en cuanto a la crianza?

Creo que somos la generación de transición entre la crianza que antes estaba solo a cargo de las mujeres y que ahora es compartida con los papás. Es una generación de mujeres que quiere trabajar, con sueños, ambiciones y metas, donde hay que combinar trabajo y maternidad. Leí por ahí una frase que me identificó mucho: «Se espera de las mujeres que trabajen como si no tuvieran hijos y que críen hijos como si no trabajaran». Claramente, por más que ha cambiado el estilo de crianza a uno más compartido, igual sigue habiendo una carga mental muy potente sobre la mamá. Esto tiene impacto en los niños. Estamos usando ciertos recursos —como las pantallas (a veces sobre-usando)— para mantenerlos tranquilos y tener algo de tiempo para nosotras. Pero creo que en este aspecto debemos poner límites y horarios, y volver a conectarnos con nuestros hijos.

¿Cuáles debieran ser las preocupaciones de los padres respecto de sus hijos?

Debieran estar atentos a cuántas horas al día juegan sus hijos y cuánto tiempo juegan afuera. En algunos países se ha comenzado a diagnosticar a niños con «falta de naturaleza». Y es triste. Los niños necesitan exponerse a diferentes desafíos, explorar y jugar al aire libre, incluso tener un poco de riesgo en su juego. Todo supervisado, pero que ellos se sientan desafiados.

También es fundamental que los padres trabajen con sus hijos en el desarrollo de la empatía y en la capacidad de ver al otro, habilidad cada vez más escasa en la época actual, con personas hiperconectadas mediante pantallas y redes sociales, pero desconectadas en otras formas.

¿Por qué es importante tener conciencia de la naturaleza desde niños?

Para mí es tan importante el contacto con la naturaleza, que me asusta cada vez más el mundo pavimentado en el que educamos a nuestros niños en la ciudad. Muchos han comenzado a desarrollar trastornos sensoriales de diversos tipos. Esto tiene mucho que ver con la falta de naturaleza, con la falta de tocar y estar expuestos a diferentes texturas que solo las encontramos afuera, en áreas verdes. El huerto es una muy buena manera de conectar a los niños con la naturaleza y sus procesos. Y también de hacerlos conscientes de la importancia de los alimentos, que entiendan de dónde provienen y que aprendan a cultivar sus verduras. Sobre todo por la crisis de alimentación que está enfrentando el planeta, los niños tienen que ser parte de este proceso, entender cómo hemos llegado a esto y darse cuenta de que son personajes activos en el cambio. Algunos jardines en Estados Unidos han comenzado a mostrarles a los niños la huella de carbono que deja lo que cada uno come diariamente, para crear conciencia y que sientan responsabilidad personal de generar un cambio.

Volver a cocinar

¿Cómo fue la experiencia de hacer el libro «Niños a comer» con la chef Sol Fliman?

Es de las cosas buenas que me han pasado en la vida. Nos hicimos grandes amigas con Sol y trabajar juntas, con la fotógrafa Maca Álvarez, fue muy entretenido. La recepción de los lectores también ha sido increíble. Hemos impreso 12.000 copias, que para ser nosotras nuestra propia editorial es muy impactante. El libro sigue vendiéndose constantemente. Es un proyecto que nos llena de orgullo, porque es un cruce de disciplinas muy entretenido: cocina y crianza, que finalmente van de la mano en la rutina diaria. Gran parte del día de una familia transcurre en torno a la comida y la cocina, por lo que es un momento perfecto para ir educando. Fuimos el primer libro en Chile en ahondar en un tema tan importante para los niños, como la alimentación saludable y volver a la comida hecha en la casa.

Eres una defensora del cocinar en casa y evitar los productos procesados. Para esta tarea, ¿cuáles serían los ingredientes infaltables en la cocina?

En mi casa se come comida de verdad. Mi carro de supermercado se compone, en su mayoría, de muchas verduras y frutas. Casi no entro al pasillo de las cosas envasadas que no están vivas. Con esto quiero decir que compro cosas que se echan a perder, es decir, productos frescos. Esa es la mejor manera de comer comida de verdad, comprar la menor cantidad de cosas envasadas, ya que son ultra procesadas. En cuanto a colaciones escolares prefiero las frutas, un sándwich casero y mucho Smiley Kids, que es muy salvador. No compro bebidas, pero tampoco las prohíbo. Si mis niños van a cumpleaños pueden tomar, porque creo que prohibir algo siempre provoca el efecto contrario. Pero en mi casa no compro bebidas y a ellos les fascina el agua. Los niños copian los modelos que ven: si los padres comen sano, ellos van a comer sano. Y los niños comen lo que uno les da. También consumimos azúcar, ya que hago queques y galletas caseras. Eso sí, con 4 ingredientes y no con 43 ingredientes impronunciables. Los ingredientes infaltables en mi casa son los huevos, frutas y verduras.

Según la OCDE, el índice de sobrepeso y obesidad de los niños en Chile es de casi 45%. ¿A qué se debe esta situación?

Este tema es grave. Son muchas las causas y muy penoso lo que pasa. Y seguimos pensando que es solo culpa de la comida chatarra, pero es más que eso. La mayoría de los alimentos que encontramos en los supermercados son ultra procesados, con combinaciones químicas para que te fascine y lo quieras consumir constantemente, llenos de ingredientes que no podemos pronunciar, colorantes, estabilizantes, preservantes y azúcar citada con diferentes nombres. Mi recomendación es nunca comprar algo que tenga más de 5 ingredientes, ni tampoco comprar algo que tenga un ingrediente que no podemos pronunciar. Y hacer un menú basado en verduras y frutas. Tenemos que revertir el índice de obesidad infantil con alimentación y ejercicio físico.

¿Qué es para ti estar saludable y tener hijos sanos?

Significa tener hábitos saludables y no cambios esporádicos. Tiene que ver con el tiempo al aire libre, el buen trato, afecto físico y conversación. Todo eso para mí es estar saludable. No solo lo relativo a enfermedades.

¿Cómo lo consigues?

Requiere trabajo, esfuerzo y dedicación… como todo en la vida. Tengo como propósito —y la suerte de poder hacerlo— de dedicar las tardes a mis hijos. Tras regresar con los más grandes del colegio no vuelvo a salir, y la tarde es de plaza, de tareas, de estar presente en la hora de comida, bañar y acostar. Si salgo con amigas es después de estas labores. Estar con los hijos te permite ver en qué están, qué les pasa, cómo se sienten y quién anda triste. Bañarlos te hace conectarte físicamente, los regaloneas. Llevarlos a la plaza hace que veas cómo disfrutan del juego.

¿Sigues algún tipo de medicina o privilegias algún producto?

Recomiendo a full los helados de probióticos Bifidice, como sistema de prevención y mantención. Mi familia completa toma estos helados desde hace más de un año y nuestra salud ha mejorado muchísimo. Desde las típicas enfermedades respiratorias, clásicas del invierno, que desaparecieron o disminuyeron, hasta el control de mi alergia ambiental. Yo dejé de tomar antialérgico y solo me mantengo gracias a Bifidice. En todo 2018 ninguno de mis hijos requirió antibióticos. Esto y una buena alimentación son una gran receta de salud.