Nadie puede desconocer que hoy vivimos en un mundo hiperconectado. A través de redes sociales, de emails o de chats estamos en permanente contacto con personas sin importar la distancia. Esto puede acercar positivamente a familiares distanciados o alejar negativamente a familiares cercanos. ¡Claro! Porque existen hogares donde cada integrante está solo… con su celular.
El «Informe sobre dependencia a smartphones y redes sociales en Chile», realizado por el centro de estudios Tren Digital, entrega algunos datos relevantes:
Para 9 de cada 10 chilenos con conexión a internet su primera actividad involucra el uso de celular.
Un 82,8% de los encuestados se ha devuelto a su casa para buscar su celular sin importarle cuán lejos está.
Un 69,5% de los encuestados siente que los integrantes de la familia le prestan más atención a los dispositivos que a la convivencia en el hogar.
Un 49,7% de los encuestados participa en 2 a 5 grupos de Whatsapp.
Varios estudios de neurociencia han abordado los riesgos del abuso de pantallas en niños, sobre todo en los más pequeños a quienes sus padres les pasan un celular para «entretenerlos». Mencionan que el exceso de pantallas puede transformarse en una adicción parecida a la adicción por drogas en niños y adolescentes, poniendo énfasis en las consecuencias para su cerebro y relaciones interpersonales. Uno de los autores que ha tocado este tema es el Dr. Nicholas Kardaras en su libro «Glow Kids».
Pero de lo que no se habla mucho es de los efectos para los hijos y para la dinámica familiar derivados de los padres hiperconectados. Y es que los adultos, al igual que los niños y adolescentes, también muestran signos de adicción cuando no logran despegarse de sus celulares en casa.
Juegos sin celular
El experto en comunicaciones de la UC y director de Tren Digital, Daniel Halpern, ha dedicado los últimos 5 años a estudiar las consecuencias sociales que produce el uso de las tecnologías de información y comunicación. Él plantea que las tecnologías no son malas en sí mismas y no cree que el acceso a ellas sea negativo. Pero una cosa es clara: existen consecuencias negativas cuando se utilizan sin normas o regulación.
«La mayoría de nosotros tenemos hijos pequeños o adolescentes y nos sentimos muy orgullosos con la forma en que utilizan la tecnología. Celebramos cuando nuestros hijos comenzaron a sacar fotos de los teléfonos o tablets. Nos pusimos felices cuando vimos por primera vez el gran mundo de las aplicaciones que nos ofrecían los teléfonos con temas de pintura, lenguaje o juegos simples que consideramos como educacionales.
Nos volvimos locos cuando instalamos plataformas para interactuar por mensajes con nuestros hijos y mantenernos conectados. Pero lamentablemente nos encandilamos con este destello. Nos gustó tanto la atención que le ponían y la concentración que alcanzaban, que después de un tiempo no nos dimos cuenta de que comenzó a ser más difícil sacárselas.
Pasó algo extraño: empezó a ser casi imposible que se entretuvieran con algo físico. Se transformó en un magnetismo. Y nosotros, convencidos de les efectos terapéuticos de esta medicina, simplemente dejamos de ver que ellos necesitaron cada vez menos salir a jugarporque los entretenía más quedarse en casa. Dejamos de darles plastilina y lápices de colores. Total, podían dibujar en la tablet», señala.
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Hijos invisibles
En una columna publicada en El Mercurio, el experto Daniel Halpern entregó una completa visión del problema de la hiperconectividad al interior de las familias.
Allí recordó una dinámica que le tocó realizar a niños de educación básica donde les pidió elegir el animal que más los representara. Un niño eligió una mosca y cuando le preguntó el porqué le dijo que así se sentía en su casa: iba de lugar en lugar sin que nadie lo notara, y cuando se acercaba, le decían que se fuera. En otra ocasión, después de una charla sobre cómo el uso no regulado de redes sociales aumentaba la sensación de soledad, una niña de octavo básico se acercó al experto y le dijo que se sentía muy sola, mostrándole luego sus heridas en la muñeca. Al preguntarle si su mamá sabía, la niña le contestó: «Para qué, si lo único que le importa es su celular».
En vista de su experiencia, Halpern plantea dos ideas claves:
La importancia de la regulación: Los niños deben saber que en la casa hay límites y reglas. ¿Qué hacen los que saben? Steve Jobs, fundador de Apple, nunca permitió un Ipad sobre la mesa. Bill Gates, de Microsoft, dijo en numerosas ocasiones que limitaba el tiempo de pantalla, especialmente antes de acostar a sus hijos, y que no tenían celular hasta que cumplían 14 años, aunque sus amigos ya tuvieran. Evan Spiegel, cofundador de Snapchat, no solo limita el uso de tecnología a su hija de 7 años a una hora y media semanal, sino que además valora que sus padres hayan regulado su propia exposición a TV hasta ser un adolescente. Dice que esto le permitió dedicar tiempo a otras actividades mucho más significativas como jugar y leer.
Depositar amor y atención en la cuenta de ahorro emocional de nuestros hijos: Es fundamental entender que la CALIDAD es mucho más relevante que la CANTIDAD de tiempo que les damos. En muchos hogares ambos padres trabajan y, por lo mismo, los niños deben sentir que esos escasos minutos de atención que reciben son de verdad para ellos y que no deben competir con el teléfono para que los miremos.
6 consejos imprescindibles
Los diversos estudios realizadas por el equipo de Tren Digital y por Daniel Halpern ofrecen evidencia necesaria para que los padres tomen conciencia de los daños que puede causar el uso de tecnología sin regulación, tanto en ellos mismos como en sus hijos.
A continuación, el académico entrega algunos consejos a tener en cuenta:
Dejen espacios libres de tecnologías: Comiencen por las comidas, pero sean consecuentes. Que todos en la casa respeten los espacios libres de tecnología. Realicen actividades familiares como paseos que no involucren uso de celular para aumentar los espacios de conversación. Motiven a que sus hijos se junten con otros niños a jugar. Deben invitar a que todos participen de estas iniciativas desde pequeños para reducir los niveles de dependencia. Los niños desde quinto básico en adelante llegan a la casa del colegio a conectarse. Esa es la norma. Los únicos que tienen un patrón diferente son los que realizan actividades extraprogramáticas como deportes o talleres. Incentive este tipo de actividades.
Involúcrense con lo que hacen: Siéntense con ellos para jugar o querer ser parte de lo que realizan en las tablets, computadores o teléfonos. Intenten entender los juegos con los que pasan gran parte del día. Si ven que tienen problemas con ello, promueva de forma positiva el uso del tiempo en otras actividades.
Las reglas se ponen antes: Cuando el uso de la tecnología no es regulado y se utiliza por más de dos horas diarias está asociado con mayores índices de soledad, depresión, baja autoestima y menor rendimiento escolar. ¡Fije horarios y tiempos antes! No durante, ni después. Mientras más espere para poner normas más difícil va a ser regular el uso e imponer posteriormente sus términos. Que desde el día uno su hijo sepa que no tienen uso ilimitado de los aparatos.
Controlen lo que hacen: Revisen constantemente lo que están haciendo. Pongan un control parental. Si no puede, vea al menos los historiales de navegación. Conversen con sus hijos sobre el tema. Los niños y adolescentes que utilizan las tecnologías en lugares privados del hogar y no son controlados por los padres, acceden a más del doble de pornografía. Requisar la tecnología antes de irse a acostar es necesario. Ellos no tienen para qué tener acceso toda la noche.
Baje los niveles de interacción mediados por tecnologías: Los grupos familiares por Whatsapp son útiles, pero solo para información instrumental. No base su relación por este medio. No fomenten con sus hijos adolescentes o pequeños la comunicación por esta vía. Hablen cara a cara o por teléfono. Los mensajes crean distancia social y hacen que los niños muchas veces traten a sus padres como pares, lo que a la larga hace perder el respeto. Sean inteligentes y SIEMPRE prefieran la comunicación directa.
Sean un ejemplo: Que sus hijos nos los vean “pegados” todo el tiempo que ustedes están en la casa frente a un celular. Utilice reloj y no vea la hora en el teléfono. Siempre hay un mensaje y al final uno se queda «pegado» con la última notificación que recibió en vez de ver solo la hora. Intente dejar el teléfono en un cajón cuando llegue a la casa si no puede controlar sacar el teléfono cada 3 minutos. Los niños aprenden del ejemplo. Que ustedes no se transformen en lo que justamente no quieren que sus hijos lleguen a hacer.
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