Paula Vial: «Enviudé… con 7 hijos»
El dolor es un aspecto muy personal del ser humano. Cuando muere alguien a quien amamos, no existe persona en el mundo que pueda entender nuestra pena… A menos que haya pasado por lo mismo.
Me habían comentado acerca de una mamá de Colina que había enviudado hace unos años y que tenía 7 hijos. ¡Qué difícil! ¿Cómo lo habrá hecho? ¿Qué será de esa familia hoy?
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¡Y me contestó! Con simpatía, en forma directa, tal cual es ella. Esta es parte de la historia de Paula Vial con su marido Álvaro Martínez, quien murió sorpresivamente el año 2012. También es la historia de sus 7 hijos, de las hermanas que vivieron con ella, sobrinos y amigos, quienes conforman una gran familia extendida. «Soy la menor de 7 hermanos. Mi papá era doctor y mi mamá dueña de casa. Vivíamos en una parcela en La Florida entre medio de árboles frutales, gallinas y perros. Hacíamos nuestros clubes en los árboles, comiendo sopas que inventábamos riéndonos mucho y fumando a escondidas. Tuve una infancia maravillosa, en la cual recibí el amor a raudales. Debido a su profesión mi papá trabajaba mucho, pero se hacía el tiempo de jugar con nosotros. Era muy cariñoso. Mi mamá nos tenía convencidos de que era el hombre más trabajador e inteligente, así que desde muy chica sentí gran orgullo por él”. Así recuerda Paula los días junto a sus padres, recalcando que admira mucho a su mamá ya que estaba a cargo de una casa con 9 integrantes. Cuenta que era súper activa y que corría por la casa en vez de caminar, incluso cuando era bien mayor. «Era simpatiquísima y llena de vida. Como casi todas las jóvenes de su época estudiaba catequesis y pintura. Y en los momentos libres aprovechaba de tejer, creando maravillas y expresando así el potencial artístico que había dejado de lado con tantos niños que educar», relata. Sobre su formación, Paula reconoce que en su casa recibió una educación austera. «De mi mamá aprendí que todo se puede hacer con alegría, sin vanagloriarse ni quejarse. Siempre se preocupaba del más desvalido: vecinas solas, tías con problemas, etc. A la Sole, mi hermana con retraso mental, mi mamá fue quien la sacó adelante, le enseñó a hablar, caminar, leer y escribir. Mientras, mi papá le enseñó algunos deportes que le tomaron varios años de aprendizaje”, explica. Paula dice que sus papás le inculcaron —con ejemplo diario— que se puede vivir un matrimonio feliz pese a las numerosas dificultades que se presentan en el camino. Comían siempre juntos, y cuando el matrimonio peleaba por cualquier tontera, más parecía una escena de coqueteo mutuo que una discusión. [irp posts=»1595″ name=»Cómo abordar la muerte de un ser querido con los niños»] Mientras estudiaba agronomía en la Universidad Católica, Paula conoció a Álvaro gracias a amigos en común. Él era arquitecto de profesión, pero con gran gusto por la música. Pololearon y se casaron muy enamorados, cuando ella tenía 25 años y él, 27. «Al principio las peleas eran por el mismo motivo: la famosa televisión. Gracias a Dios siempre he ganado las peleas que considero importantes de no transar. Así que no hubo televisión en la pieza. De esta manera, nos dábamos espacio para conversar”, explica. Poco a poco fueron naciendo los hijos y lo más valorado por el matrimonio fue dormir de corrido en la noche. Las siestas durante los fines de semana eran inamovibles y amanecían siempre con uno o todos los niños en la cama. Paula recuerda que Álvaro trabajaba en forma independiente y que era muy responsable. Pero había que ingeniárselas para juntar el dinero que implicaba mantener a la familia. Como ambos estaban muy bien afiatados, el tema financiero nunca provocó discusión. «Yo aportaba una parte porque trabajaba con una socia, compañera de universidad, que ha sido siempre un apoyo y ayuda invaluable», señala. Después de algunos años, y con 5 hijos, el matrimonio llegó a vivir a Chicureo al lado del hermano de Paula y de un amigo muy cercano. Construyeron una casa que al poco tiempo les quedó chica. Pero lejos de ampliarse, se apretaron. Con tantos hijos, obviamente como padres debieron enfrentar diversos problemas con su educación: déficit atencional, problemas con amigas de las hijas, temas de adolescencia, malas costumbres, falta de madurez, discusiones, etc. Pero los fueron resolviendo uno a uno. En ese periodo los papás de Paula murieron con muy poca diferencia de tiempo y la pareja decidió que la hermana con discapacidad viviera con ellos. Luego recibieron a otra hermana que se había separado recientemente. Álvaro adoraba a Paula y había escrito sobre ella: «Las características que más me atraen son tu visión del mundo, saber distinguir lo bueno de lo malo, esa facilidad de hacer amistad, tu profundidad en ciertas cosas y tu liviandad en otras, tu gran sentido del humor y también tu espiritualidad. Paula, no dejo de admirarte por tu entrega y dedicación, lo haces perfecto. Sé que te ayudan desde el cielo, sé que tus papás te mandan fuerzas”. Eran una familia muy feliz. [irp posts=»9256″ name=»Catalina Vergara: una historia de inclusión»] Pero el año 2012 la muerte llegó sin avisar y la vida cambió totalmente. Álvaro murió de un infarto fulminante. «Es una pena infinita, que no se pasa. Su ausencia se siente durante todo el día y todos los días. Al principio tenía la necesidad de gritar al mundo esta pena. Ya no… ahora va por dentro”. Sin Álvaro, Paula quedó sola a cargo de este gran buque. Al principio recibimos ayuda económica de personas cercanas, que por supuesto agradezco infinitamente. Nada era obligación. Los movía la pena de la partida de Álvaro y la impresión de ver a una viuda con 7 hijos a su cargo. Suena muy duro. El primer año no analicé mucho el tema de las platas; prioricé el sobrevivir. Sobrevivir solos. Andábamos todos juntos y dormíamos varios en mi pieza. Fue muy triste. Cada uno de mis hijos cargó con su pena de forma diferente. Algunos más tarde, otros más callados, etc. Fue muy importante, para todos, la ayuda de Marcela, la persona que nos colabora en la casa. Me ayudó mucho la fe. También me pude desahogar con amigas que me permitieron hablar sin controlar mis emociones y que no tenían prejuicios respecto a cómo debía ser esta etapa. Me acompañaron de forma excepcional. Enviudaron conmigo y se pusieron totalmente en mi lugar. Al año de quedar viuda, Paula hizo un libro donde escribió sus penas y recuerdos. Según ella, no cambiaría nada de la forma en que enfrentó su viudez. Y es que hay tantas teorías sobre el modo de sobrellevar esta etapa, muchas de ellas provenientes de personas que no la han vivido. «He conocido a muchas personas. Fui a un grupo de viudos y también me han pedido que ayude a otros en la misma situación. Mi experiencia me hizo más empática en temas de soledad. Han pasado 8 años y creo que recién volví a pararme sobre mis pies al séptimo año», confiesa. Hasta el momento sigue viviendo en Chicureo. Tiene una empresa de arriendo de plantas para eventos y hace clases de cocina desde que enviudó. Reúne a grupos de 6 a 12 personas y les ofrece la experiencia de cocinar y sobre todo de reírse y compartir. «Con esta pandemia una amiga me pidió menús semanales, así es que estoy trabajando en ello. Mis hijas me ayudan y ordenan las ideas, porque yo soy una bomba explosiva de recetas”, comenta. Hoy los hijos de Paula Vial tienen 30, 28, 26, 24, 22, 20 y 17 años. Eligieron variados caminos: hay profesoras, diseñadoras, publicista, estudiante de arquitectura, ingeniería comercial y la menor está aún en el colegio. «Tanto que me criticaron por tener 7 hijos, pero la verdad es que no me sobra ninguno y los necesito a todos cerca mío. Mi primera nieta es una niña encantadora y mi segundo nieto viene en camino. Lo que me hace más feliz es estar y ver a mis hijos felices, disfrutar con mis amigos y sentir su cariño», finaliza. 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Me animé a escribirle y me contestó de inmediato que aceptaba dar una entrevista. Le mandé mis preguntas por correo, porque estando en cuarentena era difícil encontrarse, y me respondió sin “pelos” en la lengua: «Demasiado laaaargo, imposible contestarte todo. Voy a hacer lo posible, pero no creo que lo tenga listo para el viernes…».
Infancia inolvidable
Del pololeo al matrimonio
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¿Con quién te desahogaste?