Un día, tras una larga cuarentena, observé a un grupo de niños de entre 4 y 6 años que llegaron a jugar con sus madres y padres, todos con mascarillas, en una plaza. Era evidente que los adultos se conocían entre sí, que no eran familiares y que hacía tiempo que no se veían. Fue curioso observar que los primeros 15 minutos, por lo menos, los niños no compartieron entre sí. Cada uno jugó en un lugar distinto de la plaza. Es decir, no se veía socialización.

Leer artículo completo