Muchas veces veo cómo se pone siempre la mirada del error en los niños, culpándolos y exigiéndoles tener una “conducta adecuada”. Su mundo está lleno de exigencias sobre su comportamiento, sus notas y sus emociones. De hecho, me cuesta entender que deban estar tantas horas sentados en una jornada extensa, con exigencias que muchas veces no se adaptan a su edad de desarrollo.
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Los padres me miran con sorpresa cuando les digo que lo que ellos llaman “problemas de comportamiento” de su hijo o hija, ha tenido como trasfondo un duelo, un abuso o un temor. Y por eso, más que poner el foco en ellos, me parece fundamental partir de la base de que “si alguien se equivoca, ese es el adulto y no el niño».
Yo me equivoqué
Me encantaría grabar la cara de mis hijos cuando les digo “Yo soy la que me equivoqué, no tú. Yo tengo que aprender tal cosa”. Su mirada es de impresión, porque los niños consideran “inédito” ver a un adulto que se equivoca reconocer un error.
Cuando mi hijo tenía 5 años tuvo un problema en el colegio. Le dije que no se preocupara, que no era el único que tenía que progresar en algo, que yo misma tenía muchas cosas que aprender y mejorar, que su profesora y sus compañeros también, que estamos todos en un permanente desafío de superarnos en las cosas que nos cuestan. Le dije que lo apoyaríamos como familia en lo que necesitara. Me miró feliz y me abrazó.
Por el contrario, cuando los padres nos mostramos perfectos no les enseñamos a los niños a enfrentar los errores y los podemos hacer sentir culpables de todo.
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Buenas lecciones
- El equivocarnos frente a ellos les permite ver cómo actuamos ante la vida, ante la adversidad, ante nuestras propias debilidades, defectos y vulnerabilidades.
- Con esto los invitamos a crecer, a confiar en nosotros, a pensar juntos cómo levantarse y sobre todo cómo superarse.
- Al mostrarnos como seres humanos con nuestros hijos profundizamos y fortalecemos el vínculo.
- También nos permite acercarnos de manera honesta y genuina a su mundo, para que ellos puedan acercarse tal como son al nuestro. Obviamente con palabras y contenidos acordes a su edad.
Por: María José Ortúzar, sicóloga. Instagram: mariajoseortuzarpsicologa
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