Un amplia investigación realizada en EE.UU por el doctor Nicholas Kardaras encontró que la intensidad de la adicción a los dispositivos inalámbricos y computadores (pantallas) es más difícil de curar que la adicción a las drogas. El médico trata a adolescentes con ansiedad, depresión, problemas de salud y adicciones. Él señala que más de 200 estudios publicados y revisados muestran una correlación con el aumento de déficit atencional, adicción, agresión, depresión, ansiedad y psicosis. Recomienda que los niños no deberían ser expuestos a estas tecnologías modernas hasta por lo menos los 10 años de edad.

Parte de las conclusiones de Kardaras quedaron plasmadas en el libro “Glow Kids”, que debiese transformarse en lectura obligada para los padres apenas llegue a Chile (disponible en inglés por Amazon). ¿Por qué? Porque la presión de hoy parece abrumadora. Nos bombardean con frases como: “Nuestros hijos han cambiado”, “Sus cerebros están cambiando”, “Tenemos que subirlos rápidamente a esta ola de tecnología o se quedarán atrás”. Pero ojo. Los padres deben detenerse en esta loca carrera por el éxito, desechando la idea que “Nuestros hijos tienen que ser los más rápidos o la competencia se los va a comer”.

Sin engaños

Como profesional de la educación esta situación me angustia. Pero tengo dos caminos: me pongo a llorar o tomo cartas en el asunto. Menos mal que mi padre siempre me motivó a averiguar y a tomar siempre la segunda opción.

No me considero talibana de la tecnología. Adoro mi teléfono, pienso que internet es uno de los mejores inventos, adoro Instagram y me encanta hablar por Facebook. No estoy en contra de la tecnología. Estoy en contra de que las empresas de software nos engañen diciendo que los cerebros de los niños se han modificado y que necesitan otro tipo de estímulos. Toda la evidencia científica dice lo contrario. ¡¡¡Nuestros cerebros no han cambiado nada!!! Lo que ha cambiado son los estímulos que están teniendo nuestros hijos desde que nacen.

Las guaguas de antes solo necesitaban sentir el calor y olor de su mamá, su leche, su voz y ver su cara. Hoy llenamos a los recién nacidos con luces y sonidos de pantallas que los estresan. Y vamos formateando sus cerebros para querer más y más luces brillantes.

Cerebros en desarrollo

Hace más de 10 años que egresé de la Facultad de Educación de Harvard. Los profesores eran insistentes al decir que todo lo que escribiéramos debía ser avalando con ciencia y citando papers de no más allá de 5 años de antigüedad.

Hay errores en la vida que no terminan con víctimas. Pero los errores en educación sí dejan víctimas visibles a corto y largo plazo. Por eso no debemos aceptar que nos impongan que los niños “necesitan” pantallas para adaptarse a los nuevos tiempos. Si son capturados por la tecnología, peaks de dopamina llenan su cerebro de manera que SÍ lo modifican para mal. Especialmente su corteza pre-frontal, que tiene que ver ni más ni menos con la función ejecutiva.

Si un adulto revisa su cuenta de Instagram todo el día se pierde de mirar una linda puesta de sol o conversar con el vecino. Pero a su cerebro no le pasa prácticamente nada, porque ya está formateado. Sin embargo, los niños de 5 y 7 años tienen ¡¡¡CEREBROS EN DESARROLLO!!! Y tendrán tiempo hasta los 18 o 20 años para conectar neuronas. O quizás un poco más.

No deseo que mis hijos, alumnos y el resto de los niños sean genios, sino que den lo mejor de sí. Que esa semillita florezca y tenga la capacidad y destrezas suficientes para desenvolverse en un mundo cada vez más complejo. Quiero que tengan pensamiento crítico, que sepan debatir, defender sus ideas, que jueguen fútbol, que viajen y que vivan.

La hipótesis se comprueba

Hace 10 años en Harvard me dijeron que poner a guaguas y niños frente a cualquier pantalla era ponerles pausa en el cerebro. También me dijeron que trabajaban en estudios longitudinales con miles de niños alrededor del mundo para ver la influencia de las pantallas en su desarrollo cognitivo y emocional a futuro. Obviamente no tenían aún los resultados. Pero sí tenían la hipótesis de que nada bueno saldría de eso.

Ya pasaron los 10 años y están todos los papers científicos en páginas de educación y medicina mostrando que la hipótesis tuvo las conclusiones pensadas. Niños expuestos desde temprana a edad a las pantallas han demostrado que no tan solo ponen pausa a su desarrollo cerebral, sino que se provoca un DAÑO. Sí, escuchó bien. Daño en el cerebro de su hijo. Los escáner así lo demuestran. Cuando ves neuro-imágenes de los cerebros de los niños expuestos a pantallas y te explican lo que pasa en su interior, como mamá y profesora le digo NO al celular, al tablet y al computador en mi casa. Y es que el daño se puede ver claramente en la epidemia de menores con déficit atencional, problemas de conducta o falta de destrezas sociales, entre otras cosas.

Después de leer “Glow kids” y los nuevos libros que encargué puedo tener la evidencia científica que siempre me pedían en Harvard para justificar mi opinión. Seguiré estudiando el tema y quizás tal vez… podríamos traer a Chile al doctor Kardaras. ¿Les tinca?

 

Por: Carolina Pérez Stephens, Educadora de párvulos UC. Máster en educación Harvard University, docente Universidad de los Andes. Directora de Helsby International Preschool.