La relación entre hermanos es posiblemente el vínculo más prolongado que viviremos en nuestras vidas. A través de las experiencias e intercambios con ellos podremos explorar y hacernos una imagen de quiénes somos, cómo reaccionamos ante diferentes situaciones, qué nos agrada y qué nos calma. Como un espejo de nuestras actitudes y sentimientos.
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A la vez, este vínculo estable nos ayuda a observar lo que nos incomoda en la relación con un otro, especialmente con un par, para ir aprendiendo a cuidarnos, respetarnos y poner límites a otros, así como también a reconocer nuestros propios límites.
Es en la interacción repetida a través de la convivencia, las rutinas y juegos, que se va valorando la presencia del otro, lo que permite al niño darse cuenta de que jugar y estar con su hermano es más entretenido que estar solo con sus juguetes… Aunque a veces también se sienta amenazado porque le quita espacio con sus papás o figuras significativas.
Beneficios de los hermanos
- La relación entre hermanos facilita el poder pasar desde una postura más egocéntrica e individual, propia de los niños más pequeños, en que “todo es mío”, a una más humanizadora de un “nosotros”, lo que como clan humano favorece la construcción de la identidad, es decir, ir formando “¿Quién soy?”.
- Aprender a tolerar, esperar mi turno, compartir mis cosas o las del otro solo es posible en la convivencia, así como también el aprender a defenderse. Esto parte en casa, con los propios hermanos, lo que más adelante el niño experimentará en las interacciones del jardín infantil y colegio con los pares y otras personas.
- Con los hermanos se abre una oportunidad para aprender a amar a un otro, con sus virtudes y defectos. Es decir, la vivencia de la incondicionalidad, que es un reflejo del amor verdadero.
- Las instancias de vínculo fraterno promueven la sensación de felicidad y, por ende, la salud física y mental, ya que cuando se establece un vínculo de afecto y cooperación entre dos personas (o más) se liberan en el cerebro sustancias químicas que actúan como un analgésico natural, capaz de reducir el dolor físico. Porque en el encuentro, en el abrazo, en el sentirse apoyado y acompañado, el ser humano experimenta menos dolor.
- Solo con imaginar el amor de alguien es posible neutralizar el miedo. Porque el antídoto del miedo es el amor, no el valor, y el amor se construye en el vínculo constante con otro, como con un hermano. Así, una persona que se siente amada y valorada va a rendir mejor.
- El deseo de buscar el bien del otro y en mí mismo activa un ritmo cardiaco asociado a mayor longevidad, ya que se produce coherencia cardiaca al pensar o estar con el otro amado y hoy sabemos que el corazón influye en las células y el ritmo de todo el cuerpo.
Por: María Isabel García Vermehren, psicóloga y autora del libro «¿Quieres ser mi hermano?»
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