Es habitual que los niños pequeños tengan un juguete u objeto favorito, como una mantita, un chupete o algún peluche y que lo lleven a todas partes o lo usen para dormir. De hecho, en algunos casos, esto se vuelve tan imprescindible que si se llega a perder puede significar un drama familiar.

Al respecto, el doctor Alfonso Correa, jefe de la Unidad de Psiquiatra Infantil de Clínica Alemana, explica que “se les denomina ‘objetos de transición’ porque acompañan el proceso normal de mayor autonomía desarrollada por el niño, quien poco a poco logra realizar actividades en forma independiente de la madre”.

Agrega que el apego que sienten los menores por algún juguete en especial se debe a que le recuerda la presencia de la madre, el afecto, el alimento o la compañía recibida por ella o por la principal figura de apego.

La elección de un “objeto transicional” ocurre mayoritariamente alrededor del año, edad en que ha comenzado el logro de la “permanencia del objeto” (desde los 8 meses), momento en que el bebé logra sentir la presencia de un objeto o persona, aunque no lo tenga en frente. “Dada esa mayor conciencia, el pequeño puede angustiarse al darse cuenta de que no ve su juguete favorito, que no lo tiene, por lo que surge el miedo a perderlo”, afirma el especialista.

¿En qué situaciones recurren a los juguetes de transición?

Habitualmente, cuando los niños más usan estos objetos es en situaciones que le signifiquen mayor inseguridad, dado que estos juguetes les ayudan a sentirse con más confianza para avanzar y continuar con la actividad que están desempeñando, como dormir solos, explorar en una caminata, etc.

El doctor Correa asegura que es parte normal del desarrollo, no hay que luchar contra la presencia o la necesidad de ese objeto que elige el niño. Sin embargo, se debe estar atentos para ir entregando otras herramientas que fortalezcan la seguridad en sí mismo.

Generalmente, tienen esta dependencia hasta los tres años de edad, que es la etapa en que se fortalece la capacidad simbólica y el niño completa la formación de un vínculo seguro que le permite explorar y experimentar nuevas relaciones y actividades en forma tranquila, flexible y creativa.

¿Cuándo consultar a un especialista?

• Cuando persisten en usarlos más allá de la edad en que suelen dejarlos, que es alrededor de los cuatro años.
• Cuando la unión a este objeto es extremadamente rígida o si no cumple la función de calmar.
• Cuando existen otros signos que muestran que existe una excesiva ansiedad ante la separación, especialmente después de los tres años.
• Cuando no cumple la función de ser una transición, en la que paso a paso se logra una menor dependencia del objeto.

Frente a estas situaciones, es necesario que se evalúen los factores que están interfiriendo en el avance de la seguridad del niño en sí mismo y que los padres trabajen para realizar los cambios que se requieren.