Cuando los niños tienen problemas con el sueño, sufren de pesadillas o tienen temor a la oscuridad, los padres pueden sentirse francamente preocupados porque ven que no pueden dormir. Pero es algo normal en niños y niñas.
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Es importante que los adultos comprendamos que la regulación biológica del sueño y acostumbrarse a dormir solos son procesos que tienen tiempos y ritmos diferentes para cada niño. Muchas veces el miedo a la oscuridad y el no querer dormir en su cuarto aparece en un periodo inicial de esta etapa y es absolutamente normal, porque es necesario que ellos vivan una adaptación paulatina al cambio.
Entorno para dormir
La experiencia de dormir es íntima y exige que el niño pueda sentirse en un entorno seguro. Por eso ocurre que, si no se siente así, le cuesta conciliar el sueño y dormirse. Los niños tienen que sentir que están en un entorno de relajo y confianza dentro de su habitación. Por eso, los adultos debemos tomar conciencia de la importancia del entorno y de crear esa situación.
Acompañar al niño hasta que se duerma, mantener una luz tenue prendida, escuchar alguna melodía o leerle un cuento. Otras opciones son cantar una canción tranquila que lo relaje, hablar de los miedos que siente y de qué significa para ellos quedarse solos en la pieza.
Conversar con ellos
A veces el sueño de los niños y niñas puede verse interferido por algunos cambios o vivencias que puedan darse en la familia. Por lo general, los niños muestran síntomas que se reflejan en el área del sueño y que uno debe estar atento a eso. Comprender que, si antes dormía solo y ahora no, eso no es una pataleta. Hay que dialogar con ellos, abrir espacios de escucha, entender de dónde viene ese miedo o inseguridades.
Esos espacios vacíos, donde los niños no obtienen explicaciones, ellos los llenan con muchas fantasías y con temores, que para ellos son realidades y las viven con mucha angustia.
Recomendaciones
- Establecer rutinas y horarios.
- Crear condiciones favorables y relajantes.
- Entender que es esperable que ellos sientan miedo.
- Escucharlos y acompañarlos hasta que se sientan seguros.
- Evitar retos, castigos y descalificaciones.
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