Antoine de Saint-Exupéry, autor del célebre libro “El Principito”, retrata de forma magistral y sencilla la indiferencia de los adultos hacia las vivencias infantiles. “Todas las personas mayores fueron al principio niños (aunque pocas de ellas lo recuerdan)”, dice en su famosa obra.

Mirándonos a nosotros tratemos de recordar: ¿Cuáles eran nuestros juegos favoritos? ¿Quiénes eran nuestros compañeros o compañeras de juego? ¿Qué emociones aparecían cuando perdíamos o ganábamos un juego? El mejor recordatorio de nuestra niñez es el juego. Es sin lugar a dudas la instancia que permite a cada niño ir descubriendo y conociendo el mundo que lo rodea.

El juego tiene un lenguaje propio a través del cual se puede entrar a la realidad interna de cada niño. Va originándose espontáneamente, adquiriendo distintas características dependiendo de la edad y maduración de cada niño. De esta manera, las actividades lúdicas van complejizándose a medida que va creciendo:

  • Se puede observar que en el recién nacido y hasta los 2 años, la actividad lúdica principal consiste en la ejercitación del cuerpo y cómo los distintos objetos van interaccionando con su corporalidad.
  • Posteriormente aparece el juego simbólico, el cual se caracteriza por introducir la fantasía y la ficción. Es el comienzo del “como si”, en donde una simple caja de cartón puede transformase en auto, cohete espacial o casa.
  • A los 5 o 7 años comienza el interés por los juegos de construcción tipo Legos o rompecabezas. Después de ese tramo, el juego comienza a ser de reglas, es decir, el niño comienza a presentar conciencia de las normas de la sociedad y del grupo de pares; la función lúdica se caracteriza por la competición y la incorporación de pautas de conductas socialmente aceptadas.

¡Sigue estos consejos!

El juego promueve el desarrollo integral de todo niño. Desde el punto socio afectivo cobra una real importancia al ser una forma de expresión de emociones negativas o positivas. A través de él se pueden elaborar experiencias negativas, así como desplegar la satisfacción propia del juego. Junto con ello, esta actividad permite reforzar habilidades cognitivas como la atención, memoria y abstracción.
Para estimular a nuestros hijos a través del juego, estimular sus habilidades cognitivas y afectivas es imprescindible realizar las siguientes acciones:

1-Crear una atmosfera de juego:

Se refiere a propiciar un espacio físico en donde los niños puedan desplegar su creatividad, introduciendo elementos que puedan dañarse y no ofrezcan molestias por ese hecho. De esa forma, el niño no tendrá temor de que pueda quebrar o dañar algún objeto y perturbarlo en su expresión. Junto con esto se pueden utilizar alfombras de goma eva para entregar mayor confort. La idea es que el niño sienta que ese espacio favorece su juego. Otra propuesta sería organizar su repisa, dejando sus juguetes al alcance de sus manos y a su completa disposición. La pedagogía Waldorf refuerza esta disposición, ya que permite al niño indagar todo lo que tiene a su disposición.

2-Preferir juguetes no estructurados:

¿Se han dado cuenta que generalmente los niños disfrutan más con el envoltorio del juguete que con el mismo juguete? Posiblemente esto responde a que los objetos sin estructura como telas, papeles, cajas de cartón o elementos de la naturaleza como conchas, piedras, piñas, maderas, cortezas o semillas facilitan el juego simbólico, que es el juego del “como si”. Aquí se despliega la creatividad en su máximo potencial, habilidad fundamental en el desarrollo cognitivo. Entonces, en vez de ofrecer el perro de plástico que ladra, dale unos bloques de madera y cartón para construir un perro. Los juguetes deben proporcionar vivencias en el consciente del niño, es decir, deben promover el sentido táctil, auditivo, visual y gustativo. Solo así podrán ir conociendo y descubriendo el mundo.

3-Compañeros de juego:

Es imprescindible que los niños puedan ir socializando. Para ello es recomendable poder colaborar llevándolo a lugares donde hayan más niños, como parques o plazas. El aprendizaje social es beneficioso para crear una autoestima positiva, así como para regular las emociones que surgen durante el juego como la frustración o rabia.

4-No a la sobreprotección:

Hay que entregar un entorno para explorar, en donde el niño pueda sentir la confianza suficiente para investigarlo. Con la sobreprotección los niños pueden bloquear su capacidad creativa.

5-Propiciar la expresión de emociones en el juego:

Existen juegos que permiten canalizar determinadas emociones. Por ejemplo, una forma de expresar la rabia es jugar con juegos de romper cosas o golpear con almohadas. Si manifiesta miedo hacia la oscuridad se pueden utilizar pantallas de celulares o linternas para alumbrar. Otro refuerzo que se recomienda es el dibujo o collage, en donde los niños puedan ir plasmando su mundo emocional.

6-El aburrimiento como puerta a la creatividad:

Cuando los niños se aburren no es necesario atiborrarlos de actividades, sino que se aconseja el acompañarlos en ese estado tan desagradable. Al lograr transitar por este estado podrán ser capaces de afrontar y gestionar emociones displacenteras que le permitirán orientar sus emociones fomentando su creatividad. Una buena idea es crear la pizarra del aburrimiento, en donde puedan escribir, dibujar o hacer lo que se les ocurra en esos momentos de tedio.

 

Por: Carola Álvarez, psicóloga infanto-juvenil. Máster en Ciencias de la Familia Universidad Santiago de Compostela (España). Miembro de The International Marce Society for Perinatal Mental Health. www.sienteycuenta.cl