Este año se publicó en el Diario Oficial una modificación al Decreto Supremo Nº6 de 2009, donde se aprueba que la placenta se entregue a requerimiento de la mujer, a excepción de casos de determinadas enfermedades y/o infecciones transmisibles. Esta modificación se estableció para apoyar las políticas públicas de la atención integral del parto y contribuir en el desarrollo de modelos de atención de salud con pertinencia cultural.

Dentro de las prácticas culturales que se han descrito con la placenta están la de enterrarla, disponerla arriba de un árbol, realizar ungüentos y cremas, confeccionar artesanías y su ingestión o placentofagia.

De acuerdo a Erica Castro, académica Facultad de Medicina U. San Sebastián, la ingesta posparto de la placenta está muy extendida entre los mamíferos. Sin embargo, ninguna cultura humana contemporánea incorpora este acto como parte de sus tradiciones. Pese a ello, hay una tendencia actual y creciente de consumirla de diversas formas, desde cruda hasta encapsulada y numerosas empresas están ofreciendo el servicio de preparar la placenta para el consumo o se están realizando capacitaciones sobre la “medicina placentaria”.

Pero, ¿puede la placenta considerarse un alimento? ¿Son ciertas las bondades que se le han atribuido a su ingesta? La experta indica que el 2007 la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) emitió una carta de advertencia a una empresa que afirmaba que su suplemento dietético contenía placenta humana. Esto debido a que como tal este tejido no se consideraba un ingrediente dietético. A la fecha, la FDA aún no ha emitido regulaciones para este procesamiento y publicó una declaración de que la placenta no pertenece a ninguna de las categorías de ingredientes dietéticos definidos. En Europa, la Food Standards Agency (FSA) no tiene a la placenta humana en ninguna lista oficial como alimento y aún no ha llegado a una decisión final.

Efectos

Las corrientes que promueven la placentofagia, especialmente en forma de encapsulación, afirman que está asociada con ciertos beneficios físicos y psicosociales, como favorecer la lactancia, prevenir la depresión posparto y prevenir la anemia materna, entre otros. No obstante, la experta es tajante en decir que no hay evidencia científica de ningún beneficio clínico de la placentofagia humana, y no hay nutrientes placentarios y hormonas retenidos en cantidades suficientes para ser potencialmente útiles. Añade lo siguiente:

  • El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) ha recomendado que la ingesta de cápsulas de placenta debe evitarse debido a la erradicación inadecuada de patógenos infecciosos como Streptococcus agalactiae asociado a sepsis o infección severa de la criatura al nacer, la que puede persistir con esta práctica.
  • La placenta es un órgano que contiene genoma fetal y puede, por lo tanto, actuar como un injerto. En consecuencia, la ingestión de la placenta podría desencadenar inmunización y daño en futuros embarazos, así como teóricamente puede inmunizar a la mujer contra las células placentarias que permanecen en el útero después parto. Esto puede representar riesgo para el desarrollo de coriocarcinoma, un tipo de cáncer derivado de células placentarias.
  • Otra preocupación es la ingesta de sustancias que se han acumulado en la placenta. En consecuencia, los componentes tóxicos del tabaco, el alcohol o las sustancias controladas podrían acumularse y dañar a la madre y a la criatura a través de su consumo.