Una vez escuché decir que nuestro cuerpo es nuestro templo o casa, y la mente es la dueña de casa. El problema es que la dueña de casa se va constantemente hacia pensamientos del pasado (recuerdos) o pensamientos de lo que debemos hacer después (proyecciones a futuro). Pero nada de eso es experiencia. La experiencia solo surge en el presente y es una gran fuente de conocimiento acerca de nosotros mismos. Practicar la atención plena o mindfulness es, justamente, retornar amablemente a la “dueña de casa” al presente, reuniendo la mente dispersa para vivir en plenitud cada momento.
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El mindfulness podría definirse como la capacidad que tenemos los seres humanos de estar deliberadamente conectados con el aquí y el ahora. Con amabilidad y conciencia, sin emitir juicios que impidan un contacto real con la experiencia. En ese sentido, el mindfulness es abrir el corazón a lo que es en el presente, prestándole especial atención a lo que surge sin reactividad, es decir, sin tendencia natural a actuar de manera inmediata.
Procesos de atención
Practicar mindfulness o atención plena involucra dos procesos conscientes de atención:
- Lo primero: enfocar la atención en un objeto (en este caso la respiración).
- Lo segundo: reconocer que nos hemos distraído con el fin de volver a enfocarnos y conectarnos con nosotros mismos.
Al soltar los juicios que evalúan una experiencia como buena o mala podemos hacer contacto con todas nuestras emociones y vivencias, tanto las que experimentamos como agradables como las que no. Podemos alegrarnos en la alegría y dolernos en el dolor.
Esta solución no le acomoda mucho a nuestro cerebro, ya que ante experiencias positivas tendemos a aferrarnos y ante experiencias incómodas tendemos a huir, atacar o paralizarnos, respondiendo con aversión.
Pensamientos
- Debemos observar nuestro estado actual, tanto el paisaje interno como externo, reconociéndolo, acogiéndolo y legitimándolo. Esto produce un cambio en la forma de procesar los pensamientos y sentimientos difíciles.
- Una analogía es mirar la naturaleza de la mente como el cielo despejado y los pensamientos como nubes. El cielo siempre está despejado, pero entre la tierra y el cielo hay nubes, que es distinto a decir que el cielo “está nublado”. Estar presente es tomar conciencia de la propia mente y de la realidad, viendo pasar los pensamientos como nubes sobre nosotros, pero sin identificarnos con ellos.
- Estos pensamientos son invisibles a nuestros ojos, pero muy poderosos, ya que determinan nuestras decisiones, opiniones, creencias y, por ende, nuestras acciones.
- Realizamos una comprensión del mundo y de nosotros mismos a través del prisma de nuestros pensamientos. Es así como accedemos a trozos de la realidad, que no son la totalidad.
- Con la práctica de la atención plena cultivamos una relación con nuestros propios pensamientos desde un lugar de balance, sabiduría, espacio y calidez que nos conduce a una mejor calidad de vida y a la resiliencia.
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A qué nos ayuda el mindfulness
- Estudios muestran que el mindfulness calma la respuesta de la empatía visceral sin reducir la sensación de ponerse en el lugar de otros, ni minimizando la compasión ante el sufrimiento.
- En la misma línea, practicar mindfulness ayuda al equilibrio empático al poder observar aquello que sucede en el cuerpo, mente y entorno, conectándonos totalmente con el presente.
- La meta es el entrenamiento de la empatía, la aceptación y el no juicio, lo que a su vez se relaciona con mayores niveles de claridad mental.
- Al no estar condicionados por lo que nos sucede externamente es posible reconocer la cordura en los momentos más confusos, cultivando la calma y considerando la experiencia como fuente de autoconocimiento.
- Si meditamos y practicamos la compasión se produce mayor sensibilidad ante el dolor de otros.
- Se ha estudiado que el cerebro cambia la respuesta desde el sufrimiento hacia la activación del sistema de cuidado. Por ello, entre otros procesos, practicar mindfulness ayuda a reponernos más pronto del estrés.
- Enfocarnos en nuestro ser y en nuestro cuerpo nos ayuda a estar en el momento presente, lo que es relevante si consideramos que hay estudios que demuestran que una mente que divaga no es una mente feliz. El mejor predictor de felicidad es una mente sincronizada con la acción en tiempo presente, más que el tipo de acción que se ejerce.
Buena práctica
Debemos recordar que la respiración está siempre con nosotros y nos alienta a meditar no solo de manera formal, sino a acceder a muchas prácticas informales de mindfulness. Además, al centrar la atención en la respiración es posible observar que esta se produce sin esfuerzo, en un fluir orgánico que se experimenta mediante sensaciones físicas.
Al practicar mindfulness sentados nos detenemos. Si el cuerpo no va a ningún lado se puede invitar a la mente a volver al cuerpo quieto, para que ambos se sincronicen y para encontrarnos con todo eso que somos.
Puedes seguir los siguientes pasos:
1-Nombrar la respiración internamente “inhalo-exhalo”.
2-Notar las sensaciones físicas donde es más evidente la respiración. Hacerlo en ciclos de tres.
3-Tomar una pausa de 10 respiraciones cada vez que se necesite asentar la mente.
4-Elegir una actividad que se pueda practicar y disfrutar en plena conciencia. Por ejemplo: comer conscientemente, tocar texturas, sentir olores, sabores, mirar colores, etc.
Por: Emilou Marguirott. Psicóloga Clínica, coach mindfulness y directora INTERSER
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