Padres helicóptero: los efectos en hijos sobreatendidos
Convertirse en padre o madre te cambia la vida. A veces logras comprender mejor lo que tus propios padres hicieron por ti, te vuelves más aprensiva, valoras el presente y asumes una mayor responsabilidad porque tienes una nueva vida a tu cargo. Sin embargo, algunos padres llevan estas y otras cosas hacia un extremo que puede volverse un obstáculo para la buena crianza y desarrollo de su hijo. No asumen que sus pequeños ya dejaron de ser bebés e intentan solucionar —y evitar— cada uno de los desafíos de aprendizaje que se presentan a lo largo de su crecimiento. En otras palabras, nos referimos a la llamada hiperparentalidad, o padres helicóptero, padres aplanadora, padres hiperpresentes o extremadamente aprensivos. Hay muchos nombres para definir a estos progenitores con los que, sin duda, más de alguien se ha topado entre amigos y familiares.
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Sonríe Mamá & Familia conversó con Mónica Bulnes, psicóloga experta en temas de crianza, para conocer su opinión acerca de esto. Los padres que centran la formación de sus hijos en prepararlos para el futuro, no solo académicamente sino con todas las fortalezas necesarias para convertirse en adultos íntegros y capaces de construirse una buena vida son padres atentos a las verdaderas necesidades de sus hijos. Los padres hiperpresentes son quienes sobreprotegen y hacen cosas de más por los hijos, lo que incapacita a estos últimos y los deja con pocos recursos para salir adelante. Suelen ser personas poco flexibles, controladoras, sumamente ansiosas, más bien pesimistas y con un grado elevado de exigencia y obsesividad en todo lo referente a los hijos. Todo esto les impide dar a los niños la responsabilidad gradual de su propia vida. Por el contrario, los sobreprotegen supervisando y controlando de cerca todas sus actividades, así como adelantándose a resolver o facilitar las situaciones desafiantes a las que los hijos se enfrentan, que finalmente les ayudarían a crecer, aprender y fortalecerse. Son los padres que llaman a otro cuyo hijo es compañero escolar del suyo para pedir la tarea del día, en lugar que sea el propio hijo quien se responsabilice de pedirla. Son los padres que ante la más mínima dificultad con un profesor o una situación académica molesta para ellos (anotación negativa, nota insatisfactoria) van al colegio para “arreglar” la situación. Por lo mismo, son los padres que constantemente acuden o llaman al colegio para quejarse o avisar de algo. Quiero aclarar que, en ocasiones, como padre de familia es bueno hacerse cargo en una situación específica. Pero esto debería ocurrir solo en momentos en que el hijo ya trató de resolverlo y se vio superado por la situación. Estos casos deberían ser eventuales, no lo que frecuentemente sucede en casa. Si desde muy pequeños les enseñas a tus hijos a hacerse cargo de sus cosas, la consecuencia natural será que ellos intentarán resolver los conflictos que se les presenten con pares y profesores en el colegio. Claro que es necesaria la asesoría y guía de los padres, pero no como un instructivo del qué hacer, sino con muchas preguntas, sugerencias y opciones para que el niño elija la que crea que mejor aplica en cada caso. Si se observa que el problema escala y rebasa las condiciones apropiadas para que el hijo lo resuelva, en ese momento sí es necesario que sus padres intervengan. Por ejemplo, si el bullying se está convirtiendo en abierta violencia verbal o física, o si el acoso es tan intenso y prolongado que llegará a afectar de manera seria el estado emocional de un hijo. Es decir, siempre hay que darle a los niños el voto de confianza asegurándoles que los crees capaces de resolver problemas, pero también hay que confirmarles tu permanente apoyo y eventual acción si así se requiere. Todo exceso es malo, como dice el dicho. Poner mucha atención a cualquier mínima queja provocará que el hijo aprenda ese modelo de ansiedad y excesiva preocupación por su estado físico. Podríamos incluirlo como una característica de la hiperparentalidad, pero más bien es expresión de un trastorno ansioso de los padres. El autocuidado es una enseñanza muy importante en la vida. Un hábito al que no le damos mucha importancia. Sin embargo, este cuidado debe dirigirse a llevar un estilo de vida sano. Acostumbrarnos a fijar la atención en cada mínima dolencia, haciendo más “ruido” del necesario, es más un descuido que lo contrario. Atender lo necesario con calma y una buena actitud es la mejor manera de mantenerse sano. Esto es lo que hay que enseñarles a los hijos. [irp posts=»2306″ name=»3 creencias que dañan la crianza de tu hijo»] Es una de las raíces que puede tener la hiperparentalidad. A veces es la culpa por las horas que se pasan en el trabajo, por una separación de los padres, por una mudanza no deseada por el hijo, etc. Pero este fenómeno en los padres de familia se origina por muchas razones: la crianza de los papás (pueden querer replicar una historia de “éxito” o pueden querer ser lo opuesto a sus propios padres) o la personalidad de los papás, como la ansiedad que ya mencionamos. Aquí reside la importancia de “dar un paso atrás” y tratar de conocer e identificar el estilo de crianza. Al hacer esta reflexión podemos evitar caer en la trampa de la culpa, de la historia personal o de la personalidad, y podemos mejorar la estrategia educativa para el bienestar presente y futuro de un hijo. Este tema no es tan fácil de definir ya que tras grandes talentos de hoy existen padres que pusieron de lado su vida para dedicarla al surgimiento de una gran estrella (ciencias, arte, deporte), beneficiando a toda la humanidad. Pero también está el padre o madre que, no pudiendo tener ese destino, quiere una segunda oportunidad reviviendo experiencias a través de la vida de un hijo, muchas veces en contra de los deseos del propio menor. Aquí no se trata de hiperparentalidad necesariamente. Podemos encontrar otras cosas, siendo la misma relación entre el hijo y sus padres la encargada de sacarlas a la luz. Cuando los padres “rescatan” a su hijo de muchas situaciones, más de las necesarias, le están entregando un mensaje que él interpreta de este modo: “Mis papás creen que yo no puedo resolverlo. Debe ser cierto. No soy capaz”. Esto impacta directamente al concepto que el hijo tiene de sí mismo y, por lo tanto, a su autoestima, haciéndolo más dependiente e inseguro. El adulto que se crio de esta manera suele ser menos resiliente y esta fragilidad tendrá un costo elevado en su vida. ¡Obviamente los padres hiperpresentes no quieren hacer daño a sus hijos! Lo que buscan es justo lo contrario, porque es evidente que los quieren muchísimo. Pero es una crianza (y un amor) malentendidos. Según Bulnes, el camino a la independencia y autonomía es gradual y progresivo. La pregunta clave a hacerse es: “¿Qué puede hacer hoy mi hijo por sí mismo que estoy haciendo por él?”. La respuesta será diferente en cada etapa de desarrollo, pero es un parámetro que le da un voto de confianza a las capacidades de los niños y jóvenes. Desde luego que es importante asegurarles que estamos a su lado, acompañándolos por si la cosa se complica, pero refrenando los deseos e impulsos de hacer las cosas por ellos. A veces nos equivocaremos y nos daremos cuenta de que la situación superó al hijo y que debimos actuar antes o que sencillamente tomó una mala decisión. En mi opinión, es mejor que esto suceda y hacer las correcciones necesarias, a habernos adelantado a resolver algo quitándole al hijo la oportunidad de medir sus propias fuerzas. Esta experiencia le enseñará al niño cosas importantes sobre sí mismo (buenas y malas, útil aprendizaje para la vida adulta), será una oportunidad para que aprenda a pedir ayuda (capacidad personal fundamental), le dará una lección de humildad y finalmente lo hará más fuerte y sabio para el futuro. Por supuesto, también está el lado triste de haber vivido un momento difícil y no haberlo podido superar solo, pero con una buena orientación y respaldo de sus padres este obstáculo se superará con éxito. Por otro lado, también habrá aprendizajes importantes para los padres respecto a su estilo de crianza y criterios para manejos de situaciones similares en el futuro, con éste u otros hijos. [irp posts=»2231″ name=»Los padres no deben hacer las tareas de sus hijos»] La aceptación es el primer paso, para luego dar un paso atrás y analizar el estilo de crianza y detectar señales de alerta. Hazle preguntas a tu pareja y a tus hijos al respecto, sin defenderte y explicarte, solo para recabar información. Haz una lista de lo que quieres cambiar, desglósalo en pequeñas conductas (lo más concreto que puedas) y empieza. Es un trabajo duro, de mucha atención, persistencia y consistencia. Es posible que un padre sobreprotector siempre sea ansioso y tienda a preocuparse, pero su conducta va a ser lo que determine si ha aprendido a controlar la manera en que expresa estos sentimientos. ¡Sigue a Mónica Bulnes en Instagram (@preguntaleamonica)! Si tienes una consulta sobre este tema que quieras preguntar a la psicóloga Mónica Bulnes entra a www.preguntaleamonica.com y te la responderá sin costo alguno. [irp posts=»537″ name=»Cuando la familia no permite madurar a los hijos»]¿Cuál es la diferencia entre los padres atentos a las necesidades de sus hijos versus los padres hiperpresentes?
¿Qué características tienen estos padres en cuanto a su personalidad?
¿Cómo se reconoce a este tipo de padres?
Efectivamente se observan muchos casos de padres que intervienen en el colegio de sus hijos. ¿Cuándo es correcto y cuándo no?
Preocuparse en forma excesiva por enfermedades de los hijos o llevarlos continuamente al doctor, ¿puede considerarse un tipo de hiperparentalidad?
¿Qué pasa con aquellos padres que se sienten culpables y tratan de compensar mediante la sobreprotección?
¿Y aquellos padres que se obsesionan con ciertos talentos de los hijos?
¿Cuáles son las consecuencias para los hijos con una crianza sobreprotectora?
Un camino gradual
¿Qué consejo se puede entregar para que los padres hiperpresentes cambien su actitud?
Cosas esperables para cada edad