Padres autoritarios
Los padres autoritarios presentan una serie de reglas que sus hijos deben acatar, sin ofrecer margen de maniobra ni muchas explicaciones de por qué existen las reglas. Transgredirlas a menudo conlleva castigos severos. Estos esperan que los niños obedezcan sus dictados sin cuestionarlos.
Las investigaciones sugieren que sus hijos tienden a hacer bien lo que se proponen; también tienden a ser infelices y a tener problemas de relación.
Padres asertivos
Los padres asertivos también ponen reglas a sus hijos, pero están más dispuestos a explicar las razones que las sustentan y a hablar y adaptarlas según las circunstancias. Cuando transgreden una regla, lo toman como un momento didáctico y una oportunidad para dar explicaciones en vez de castigarlos. Esperan que sigan las pautas que les han fijado, pero aceptan que no son inamovibles.
Estos hijos tienden a ser los más felices y sociales, y tienen muchas posibilidades de acometer con éxito lo que se proponen.
Padres permisivos
Los permisivos tienden a ser muy benévolos con sus hijos y a menudo los tratan como a iguales o amigos. Fijan pocas reglas y su nivel de exigencia es bajo. Dan prioridad a colmarlos de amor y minimizan las consecuencias.
Estos niños con frecuencia acaban teniendo problemas con la autoridad fuera de casa y tienden a rendir menos en la escuela que sus compañeros.
Padres indiferentes
Los indiferentes intentan hacer lo mínimo en lo que respecta a la educación de sus hijos. Se aseguran de que tengan alimento y techo, pero apenas les ofrecen afecto u orientación.
Por razones que probablemente resultan obvias, sus hijos suelen tener problemas con el autocontrol, la autoestima y la felicidad.
Padres helicóptero
En el otro extremo del espectro están los llamados padres helicóptero. El término se acuñó para describir a los progenitores que están obsesionados con proteger a sus hijos: los vigilan continuamente, no se separan de ellos para asegurarse de que nunca se caigan o se hagan daño, hacen los deberes en su lugar y corren a la escuela para quejarse al primer indicio de cualquier actuación por parte de profesores o compañeros que pueda afectar a su autoestima.
Chris Meno, psicóloga en la Universidad de Indiana, sostiene: «Cuando a los niños no se les da espacio para esforzarse por hacer las cosas solos, no aprenden a resolver problemas demasiado bien. No aprenden a confiar en sus aptitudes y su autoestima puede resentirse. El otro problema de no tener que esforzarse es que nunca se experimenta el fracaso y se puede desarrollar un miedo apabullante al fracaso y a defraudar a los demás. Tanto la poca confianza personal como el miedo al fracaso pueden derivar en depresión o ansiedad».
Fuente: Libro «Tú, tu hijo y la escuela», escrito por Ken Robinson.
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