Hay un cuento que les leo tanto a los niños del jardín infantil como a sus papás en reuniones de padres. Este cuento se llama “The very lazy ladybird”, de Isobel Flyn (Una chinita muy floja).

La historia trata de una chinita que no sabía volar y que le encantaba dormir todo el día. Un día se subió arriba de un mono, pero no le gustó porque saltaba mucho y esto no la dejaba dormir. Después se subió arriba de un tigre, pero no le gustó porque rugía muy fuerte. Luego se subió a un cocodrilo y tampoco le gustó porque se mojó. El cuento sigue con distintos animales que no le permiten dormir como ella quiere, hasta que se encuentra con un elefante. A la chinita le gustó pararse en su trompa. Ella pensó que en ese lugar por fin iba a descansar hasta que… el elefante estornudó!!!!! Entonces la chinita salió disparada y se dio cuenta de que sabía volar.

Todos necesitamos un empujón para darnos cuenta de que podemos hacer las cosas bien y de manera autónoma. Pero, a veces, como padres y profesores nos es más fácil ayudar a los niños. Para que hagan las cosas más rápido… dirán algunos.

Lo que no deben hacer los papás

Obviamente que en un principio los niños no son autovalentes, pero poco a poco hay que ir entregándoles las herramientas para que ellos practiquen nuevas habilidades, especialmente en lo social.
Si un niño es tímido, lo más probable es que los papás se adelanten y hagan todo por su hijo. Si el pequeño necesita averiguar algo, como es tímido, la mamá irá a preguntar; si por otro lado a la niñita le da vergüenza pedir disculpas, será el papá quien lo haga por ella.

Esta conducta simplemente está grabando en el cerebro de los niños la siguiente frase: “Para qué me esfuerzo si siempre habrá alguien que lo haga por mí”.

En vez de ayudar a nuestros hijos solo estamos entregándole a la sociedad un joven que querrá todo en bandeja, que no sabrá el valor del esfuerzo y que no conocerá lo que es vencer los miedos, superarse y salir adelante.

¿Cómo se explican ustedes que jóvenes de 18 años vayan acompañados a las universidades y que sean sus padres los que averigüen sobre las carreras y hagan preguntas a los monitores? Eso no tiene mucho sentido.

¿Qué es lo esperable y positivo? Que nuestros hijos vayan solos, tomen la micro, averigüen y pregunten. ¡A los 18 años ya se es grande!

Darle alas

Como mamá y profesora quiero mucho a mis niños. Pero al mismo tiempo quiero que disfruten su vida, que se destaquen, que sean buenos ciudadanos y personas, que se la jueguen por causas nobles como el cuidado del medio ambiente y de los animales. Pero para esto tienen que aprender desde chicos que ellos “sí pueden”.

Siempre contarán con la mirada de sus padres, que estarán atentos si se pelean con otros niños o si cometen errores. Pero lo más importante es que estarán ahí para explicarles y empujarlos, como el elefante, a que solucionen por sí mismos sus problemas.

Si quieren tomar un helado van a tener que ir solos, averiguar y contarme. Yo les daré el dinero y ellos irán solos a comprarlo. ¿Y si no quieren hacerlo? Bueno, se quedarán sin tomar helado.

Los niños tienen que sentir que se esfuerzan, tienen que sentir esas mariposas en la guata cuando hacen algo nuevo. Porque la recompensa no es tan solo el helado, sino que sentir que “yo puedo”.

 

Carolina Pérez Stephens.
Educadora de párvulos UC.
Máster en educación Harvard University, docente Universidad de los Andes.
Directora de Helsby International Preschool.