Cómo proteger a los hijos de tus propias heridas de la infancia
Las experiencias pasadas que te han dejado heridas emocionales pueden tener un gran impacto en la forma en que te relacionas con tus hijos. Es posible que, de manera inconsciente, como madre o padre estés repitiendo patrones de comportamientos que aprendiste en tu propia infancia o que reacciones ante situaciones basándote en las emociones no resueltas del pasado. Esto puede influir en cómo respondes a los desafíos que surgen en la crianza, afectando la relación con tus pequeños. Las heridas de la infancia son aquellas experiencias difíciles o dolorosas que viviste cuando eras niño, y que de alguna manera quedaron marcadas en ti. Pueden surgir de situaciones como una falta de afecto, conflictos familiares, traumas o incluso momentos en los que te sentiste rechazado o no valorado. Aunque crezcas y te conviertas en adulto, esas heridas no desaparecen por completo. Si no se reconocen y trabajan pueden influir en la forma en que crías a tus hijos, llevándote a repetir patrones que no son saludables. Por ejemplo, si en tu infancia sentiste que tus emociones no eran escuchadas, es posible que, sin darte cuenta, te sientas incómoda al hablar de emociones con tus hijos o no respondas adecuadamente cuando ellos intentan expresarse. Esto puede generar desconexión o frustración en la relación. La falta de reconocimiento de estas heridas puede llevarte a reaccionar desde el dolor o la inseguridad en lugar de la comprensión y la paciencia. En términos generales, las heridas de la infancia se clasifican en cinco: Surge cuando en la infancia no te sentiste aceptado o valorado tal como eras. En la crianza, esto puede llevar a que te cueste aceptar las emociones o decisiones de tus hijos, pudiendo generar una desconexión emocional o miedo al abandono en ellos. Si experimentaste la sensación de abandono en tu infancia, ya sea física o emocionalmente, podrías sentir miedo a que te dejen o a no ser lo suficientemente importante. En la crianza, esto puede manifestarse como una sobreprotección excesiva hacia tus hijos, dificultad para darles independencia o culpa por tomar tiempos de autocuidado. Si en tu infancia experimentaste que alguien en quien confiabas no cumplió con sus promesas o te traicionó, puedes tener dificultades para confiar en los demás. Como padre o madre, esto puede hacer que controles en exceso a tus hijos o tengas problemas para confiar en ellos y sus decisiones. Ocurre cuando en tu infancia te sentiste avergonzado o expuesto de manera negativa ya sea por cuidadores o grupos sociales. En la crianza, podrías ser muy crítico contigo mismo o con tus hijos, enfocándote en la corrección de sus errores de manera rígida, lo que puede afectar su autoestima. Si percibiste injusticia en la forma en que fuiste tratado, es posible que desarrolles una necesidad de control o perfeccionismo. Esto puede manifestarse en la crianza al esperar que tus hijos sigan reglas estrictas, lo que puede generar una gran presión en ellos. Trabajar en tu bienestar emocional es clave para criar de manera efectiva y amorosa. Antes de corregir o guiar a tus hijos, es importante que te tomes el tiempo para sanar tus propias heridas. Al hacerlo, serás capaz de responder a las necesidades de tus hijos desde un lugar de equilibrio y tranquilidad, en lugar de reaccionar impulsivamente o desde el miedo. Cuando trabajas en ti mismo te conviertes en un modelo más saludable para tus hijos. Ellos aprenden de ti no solo en lo que dices, sino también cómo manejas tus propias emociones y situaciones difíciles. Proteger a tus hijos de tus propias heridas emocionales requiere trabajo, pero hay estrategias que pueden ayudarte a criar desde un lugar de amor y sanación: Sanar tus propias heridas no es algo que tengas que hacer solo. La terapia individual o familiar puede ser una herramienta poderosa para explorar y resolver tus emociones no resueltas. Los grupos de apoyo también te permiten compartir tus experiencias con personas que han vivido situaciones similares, lo que puede ser reconfortante y esclarecedor. Además, incorporar técnicas de autocuidado, como la meditación, el ejercicio o el tiempo para ti mismo, puede ayudarte a mantener un equilibrio emocional que te permitirá estar más presente para tus hijos. Con más de 8 años de experiencia he desarrollado un programa que trabaja puntualmente en esto, llamado “El ABC de la maternidad”, donde se trabaja en: Todo esto distribuido en sesiones pregrabadas, libros de trabajo, ejercicios prácticos y acompañamiento personalizado de mi parte. Si estás lista para ver un cambio en tu vida ¡este programa es para ti! Por: Bettina Capucho. Psicóloga Clínica Infantil. PhD & MBA. Autora de libros, docente universitaria y conferencista. @TerapiaConBetty. Email: [email protected]
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Por eso es tan importante tomarse un momento para reflexionar sobre las propias heridas emocionales y trabajar en sanarlas. Cuando los padres dedican tiempo a sanar y a conocerse mejor, pueden criar de manera más consciente y amorosa. Al hacerlo, no solo mejoras tu bienestar, sino que también ofreces un entorno emocionalmente saludable para tu familia. Sanar es un acto de amor hacia ti mismo/a y hacia tus hijos.
Reconocer las heridas
5 heridas de la infancia
1.Rechazo:
2.Abandono:
3.Traición:
4.Humillación:
5.Injusticia:
Los beneficios de trabajar tu bienestar emocional
Estrategias prácticas
Apoyo profesional