Dr. Guillermo Boldrini: «Lo esencial para un recién nacido es sentirse querido”
En los tiempos que corren hoy, en que estamos en un estado de hiperconexión constante, la llegada de un hijo puede verse desprotegida y, sin saberlo, los padres podemos tomar un atajo a nivel de conciencia y descuidar aspectos que son esenciales para el desarrollo del recién nacido. Según Guillermo Boldrini, traer un hijo al mundo es un acto trascendental: “Es, en términos ideales, brindarle la oportunidad a un ser espiritual que tenga una experiencia encarnado en la tierra, para su progreso y el de toda la humanidad. Lograr ese ideal significa cultivar un amor profundo por ese ser que viene y también por todo el entorno humano que será responsable de su crianza. Ello implica, por tanto, estar dispuesto al sacrificio de mi comodidad y jerarquizar mi vida de una manera totalmente distinta. Todos los impulsos que buscan satisfacer mi ego deben quedar supeditados a esta responsabilidad que uno asume libremente». Exactamente. El acto de la concepción, si bien en la mayoría de las personas ocurre de manera fortuita y sin mayor conciencia, es la culminación de una larga preparación en los planos espirituales siguiendo las leyes del karma. Con la concepción se inicia la etapa de formar el cuerpo del ser humano, que será el vehículo para que su espíritu o esencia de carácter divino pueda venir a la tierra para aprender y/o hacer lo que su condicionamiento kármico le ha preparado. Considerando el nivel de conciencia actual que tiene la humanidad, ¡solo abrigar un amor profundo por el otro, por la vida y por todo! Dentro de esa actitud amorosa, el reconocer que uno es un medio por el cual vienen al mundo estas almas. También hay que cultivar un sentimiento de agradecimiento por la vida entera, aun cuando ocurran situaciones adversas que están dentro del camino que hemos de recorrer. Cuando se inicia el embarazo, según Boldrini, es fundamental considerar que los sentimientos, pensamientos y actitudes que se despliegan en esta etapa van a constituir la envoltura anímica que hará atractiva o no la aproximación de ese ser espiritual que será nuestro hijo, y que busca tener esa experiencia en la tierra a través de nuestro amor y cuidado. ¡Esto lo sabe todo el mundo por instinto! La tranquilidad y armonía en lo anímico; lo saludable en lo físico. Cuidar los pensamientos y emociones que sobrevengan, que sean en lo posible siempre positivas, sin animadversión contra nadie ni nada. Aprender a delegar responsabilidades en otros y dejar que las cosas fluyan, aunque a veces no estemos de acuerdo con los resultados. En lo físico hay que ser responsable con los ritmos del día (sueño, vigilia, trabajo, reposo, comidas, etc.), tener una alimentación sana, dejar de lado esas debilidades de la personalidad como son el tabaco, alcohol, marihuana y otros, y también evitar el exceso de ecografías, etc. En nuestra vida moderna es difícil llevar a cabo los ideales recién dichos. Para la mayoría de las personas la vida es una épica donde continuamente deben luchar y enfrentar desafíos, ¡casi todos ellos autoimpuestos! Ambiciones personales, el logro de metas laborales, el dinero, la realización profesional, el control y perfeccionismo, el ordenar la cotidianeidad desde el miedo, como fue el caso de la cuarentena por el coronavirus, etc. Es vital aprender a objetivarse y replantearse lo que nos mueve en la vida. Desarrollar una actitud más crítica y reflexiva nos ayudará a conducirnos por lo que es genuinamente importante. También hay eventos que no dependen de uno, como la muerte de un familiar o amigo muy querido, un accidente, etc. Dentro de la medida de las capacidades hay que relativizar esos eventos adversos frente a la vivencia del embarazo. La sola intención de hacer este gesto es altamente protector para ese proceso y para el bebé que viene. Y cuando después de 9 meses, en promedio, se aproxima el momento tan esperado de ver, escuchar, tocar, oler y sentir a esa persona que se ha gestado en el vientre materno es natural que una cuota más o menos relevante de ansiedad se manifieste, especialmente en la mujer. Más allá de las cosas prácticas y concretas que organizamos para la llegada del recién nacido importante tener conciencia de la importancia de este ciclo que culmina con la primera respiración del bebé fuera del útero. Hay que considerar que este es un tránsito natural del niño que ha completado la formación en el útero materno y debe nacer al mundo. Desgraciadamente, en nuestra cultura occidental este evento se ha “medicalizado” a tal punto que se dice que la mujer se “mejoró” cuando tuvo a su hijo. El exceso de ecografías, medicamentos, el abuso de las cesáreas e intervencionismos de todo tipo han pervertido este proceso fisiológico. Debería retornarse a esa naturalidad donde el nacimiento se produzca en un ambiente de amor y tranquilidad, con la participación de toda la familia. Hoy en día hay clínicas que están tendiendo a rescatar esta sabiduría antigua, brindando espacios para que se cumplan estas condiciones ideales. También está toda la tecnología moderna que permite una monitorización no invasiva para conducir el parto, anticipándose a cualquier evento que puede poner en riesgo la salud de la madre y/o del hijo, y que requiera una cesárea de urgencia, solo para colocar un ejemplo. La recomendación del Dr. Boldrini es que, siguiendo los mismos ideales antes mencionados, hay que cuidar el silencio, evitar el exceso de estímulos, procurar que el hogar esté bello para recibir a este nuevo miembro de la familia, estar muy conscientes de que todos los gestos amorosos hacia el bebé deben salir del corazón, sin estridencias ni precipitaciones, etc. Es esa atmósfera de cariño e incondicionalidad la que le llega al alma del niño y le permitirá sentirse partícipe de ese grupo humano. Añade que la moda que se impuso de la estimulación precoz o temprana del niño, para que el día de mañana sea más inteligente, solo produce insomnios, nerviosismos, inquietud y neuroticismos a la larga. Llegado el niño a su hogar se inicia esa etapa donde tengo que “ver” y “escuchar” a ese hijo, para brindarle lo mejor que necesita para el despliegue de sus potencialidades. Sentirse querido, que no es una carga, que los adultos que lo rodean le hagan ver que este mundo al cual llegó es bueno y seguro. En realidad, estos ideales deberían cultivarse siempre a lo largo de toda la vida de un ser humano, pero la semilla debe quedar plantada en estos primeros meses. Otro aspecto importante es permitir al recién nacido que se mueva libremente, que explore el mundo a su alrededor, que es la forma para tomar conciencia de su corporalidad y tener confianza en sus capacidades que va descubriendo. La sobreprotección, el miedo o la culpa paralizan este proceso de autoconocimiento del recién nacido, inhibiendo el desarrollo de esas facultades que le permitirán el día de mañana pararse con seguridad frente al mundo y decidir lo que quiere hacer. Estas consideraciones son la base de la pedagogía Waldorf que dejó Rudolf Steiner. En los primeros años lo central es la libertad de movimientos dentro de ciertos límites, que le hacen sentir que el mundo es bueno y seguro. Con ello el niño aprende paulatinamente a relacionarse con su entorno físico y humano, donde por espejo comienza a comprender quién es él, cuáles son sus potencialidades y que el día de mañana va a florecer como la libertad que busca lo espiritual en sí y en el mundo. Cuando entra a la escuela abandona el nido familiar y se produce un ensanchamiento de su percepción del mundo. Lo más importante de la escolarización es formar hábitos y posibilitar el genuino encuentro con un otro, que son sus pares de la escuela. Esto se apoya pedagógicamente por medio del arte en todas sus expresiones: dibujo, pintura, música, teatro, etc. Cuando se llega a la adolescencia el foco se coloca en la educación del pensar, de modo que al llegar a la adultez pueda tener un pensar propio individualizado, capaz de hacer sus propias reflexiones y llegar a la conclusión de que él, como persona, se ubica frente al mundo en una actitud crítica, pero a la vez creativa y responsable.
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Ante tanta información disponible quisimos tener una conversación más profunda con el Dr. Guillermo Boldrini, quien en sus vastos años de experiencia en la práctica de una medicina centrada en lo espiritual del ser humano, siguiendo las directrices de Rudolf Steiner, nos comparte su mirada sobre lo que significa el nacimiento de un hijo/a.
¿Cuándo comienza todo? ¿Es previo a la concepción del bebé?
¿Qué aspectos deberían tener presentes los futuros padres cuando quieran concebir un bebé?
Los 9 meses de espera
¿Cómo debiera ser “idealmente” el tiempo del embarazo de esa pareja?
Si hay eventos estresantes, propios de la vida actual, ¿cómo podemos cuidar esa nueva vida en gestación?
La primera respiración
¿Cómo debiera ser idealmente el momento del parto?
La llegada a la casa
¿Qué es lo esencial que requiere el recién nacido durante los primeros meses?
En la medida que se va desarrollando, ¿dónde debiéramos poner el foco de la crianza?