Mi papá siempre ha dicho que “la mejor manera de educar a un hijo es dándole hermanos”, ya que creciendo con ellos aprendes paciencia (esperando tu turno para ser atendido, por ejemplo), adquieres habilidades de negociación (tratando de lograr que te preste el juguete que quieres), habilidades sociales, etc.

Desde luego, quien tiene solo un hijo no lo privará de estos aprendizajes porque tiene primos, amigos y compañeros de juegos y de colegio que le enseñarán también estas cosas. Pero, obviamente, no con la misma “intensidad” de quien vive día y noche con sus hermanos.

Los hermanos son fuente de camaradería, de complicidad, de dolores de cabeza y de franca diversión. Pero la relación debe alimentarse desde la más temprana edad y, con la intervención de sus padres, ésta puede ser cercana y fuerte.

Nadie está obligado a ser amigo de su hermano. Las diferentes personalidades provocan que con frecuencia haya hermanos que mantengan la educación y el gusto por verse, sin nunca sentirse amigos. Y habrá otros casos que pareciera que la relación sanguínea es casi accidental, ya que se sienten “amigos del alma”. Ni los papás, ni los propios hijos, pueden obligar a que suceda cualquiera de estas cosas. La relación de hermandad o de amistad se dará sola, naturalmente.

Toma nota

Tu participación como padre o madre es fundamental para que los hermanos mantengan un vínculo sano y positivo. Para lograrlo hay que tomar en cuenta ciertos principios:

1-Evita las comparaciones:

Aunque a veces es difícil, trata de no decirle a uno de tus hijos algo como: “¿Sabes por qué tu hermano saca buenas calificaciones? Porque todas las tardes estudia un rato. Si tú hicieras lo mismo…”; “¿Por qué no eres ordenado como tu hermana?”. Como padres debemos identificar y apreciar las diferentes características de personalidad de cada uno de los hijos, apreciando públicamente lo positivo y trabajando privadamente con ellos lo negativo para que mejoren cada día. Las comparaciones provocan resentimiento y distancia entre hermanos.

2-Fomenta el respeto y la cordialidad:

Las groserías, burlas, provocaciones y demás conductas molestas deberían estar prohibidas en la casa. Es inapropiado que un hermano irrite al otro, y si lo hace, no solo debe pedir disculpas, deberá reparar el daño (en mi casa siempre funcionó decirle al hermano agresor que por haberlo hecho deberá hacerle un favor al agredido). Si un hijo reacciona negativamente porque es uno de sus hermanos quien lo molestó primero, se deberá enseñar al niño a defenderse sin faltarle el respeto o  dignidad de la otra persona. Claro que el que molestó también tendrá que sufrir alguna consecuencia.

3-Permite la complicidad:

Que los hermanos se alíen para lograr algo es fundamental para que la relación se estreche y exista camaradería. Si el tema no es importante, no castigues cuando un hijo no te avisó que el hermano ha hecho algo indebido. Saber que cuentan el uno con el otro es un lazo que durará toda la vida.

4-Promueve la ayuda mutua:

El hermano mayor puede apoyar al menor con algo y viceversa. La generosidad y la entrega se educan precisamente en estos pequeños actos cotidianos que hacemos por el otro.

5-Enseña entendimiento y aceptación:

Seguramente habrá críticas entre tus hijos por la manera de ser de uno y otro hermano. Explica las diferencias individuales, enseña a apreciar las diferencias y a manejar las incompatibilidades, y promueve la tolerancia y la aceptación.

Como se puede apreciar, estas herramientas van más allá de la convivencia en casa cuando se es menor de edad. Este tipo de acciones preparan a los hijos para el mundo y para la vida de adulto, permitiéndoles además gozar de una de las mejores y más duraderas relaciones de la vida: ser hermanos.

 

Por: Mónica Bulnes, sicóloga. www.preguntaleamonica.com