Desde que se inició la pandemia, algunos hábitos se han visto alterados principalmente por el sueño. Y es que los niños, al estar todo el día en la casa, duermen menos generando un problema de restricción de sueño, más apetito y menos ganas de hacer
actividad física por no tener actividades deportivas como las que tenían habitualmente. Finalmente, todo redunda en aumento de peso.
Según datos publicados por Junaeb en el Mapa Nutricional 2020, se ha producido un aumento sin precedentes especialmente en obesidad severa con un 18,5%, particularmente en los niños más pequeños.
Cambio de conciencia
Elizabeth Luna, nutricionista de Sodexo, explica que los hábitos alimentarios son uno de los que más esfuerzos requieren para ser modificados, debido a que se ven condicionados tanto por la disponibilidad de alimentos, sobre todo estando en casa, como también por el nivel de educación alimentaria de las personas.
“Cambiar la forma en que nos alimentamos requiere primero un cambio de conciencia y eso no es fácil. A los adultos se les dificulta porque ya están insertos en una rutina en donde no organizan su tiempo para comer alimentos más saludables. Sin embargo, generar un cambio de actitud juega un papel fundamental para la incorporación de una nueva conducta”, señala.
Los primeros 2 años
En los primeros 2 años de vida los niños van formando sus preferencias alimentarias y es responsabilidad de los padres inculcar buenos hábitos en los niños.
Según Elizabeth Luna, una alimentación saludable es aquella alimentación que aporta la energía que necesita cada persona y todos los nutrientes esenciales, como proteínas, hidratos de carbono, lípidos, vitaminas, minerales y agua. Por lo tanto, dicha alimentación es la base para las etapas de crecimiento y desarrollo físico e intelectual.
“La mejor forma de educar a nuestros hijos sobre la alimentación después de la lactancia es ofreciendo alimentos saludables. Y siempre respetando sus decisiones de probar o no probar la comida que les ofrecemos. La comida debe estar compuesta por tres porciones de lácteos descremados, una porción de proteína, ya sea pescado, carne o huevo, asegurando el consumo de 2 a 3 verduras, dos frutas y entre 2 a 3 porciones de cereales diariamente. Es clave no usar los alimentos como recompensa, no se debe generar una rutina de premiar a los niños con comida sin aportes nutricionales o golosinas, o que ir a comer a un restaurant de comida rápida se visualice como un premio a sus esfuerzos o comportamiento”, afirma.
Toma nota y cambia hábitos
- Lo primero y más importante es la planificación, para no caer en la improvisación. Por lo tanto, la recomendación es planificar las comidas de toda la semana.
- El domingo por la noche es un buen momento para hacer esta tarea. Una inversión de unos minutos generará un gran cambio en la conducta, ya que se comprará de forma controlada y sobre la base de alimentos concretos.
- Ofrecer solamente agua para acompañar las comidas, exceptuando en el desayuno donde se les puede ofrecer leche.
- Establecer horarios fijos para comer. Así el cuerpo se acostumbra a seguir una rutina y se limita el picoteo entre horas.
- No obligar al niño a terminar el plato. Si tu hijo dice que está satisfecho hay que respetarlo y nunca darle porciones muy grandes.
- Se deben aplicar todos estos consejos en uno mismo, así mostramos consecuencia frente a los niños y será más fácil y comprensible para ellos establecer rutinas saludables en su dieta.
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