Hay pocos estudios en Chile sobre la salud mental en niños, niñas y adolescentes. De ahí la escasa intervención y cobertura de tratamiento. Claramente existe una deuda importante, por lo que es necesario salir de esa mirada adulto-céntrica y comenzar a visibilizarlos.

Es relevante tener en cuenta que hay múltiples factores que inciden en la manifestación de algún trastorno en la infancia, niñez o adolescencia. Estos pueden ser de carácter individual, familiar, escolar, social y contextual. Todos interactúan. Algunos factores de riesgo son un bajo nivel socioeconómico, disfunción y psicopatología familiar, violencia, daño físico y psicológico, entre otros.

Pese a ello es importante tener en cuenta que sí podemos trabajar y fortalecer los factores protectores, los cuales mitigan el impacto de los factores de riesgo. Algunos de estos serían, por ejemplo, que los padres o cuidadores ejerzan una crianza sensible, es decir, que respondan de manera adecuada y contingente a las señales de sus hijos, así como también las oportunidades educacionales, entre otras cosas.

Pero veamos algunos datos. Un estudio que considera esta problemática —realizado por Vicente, Saldivia y Pihán (2016)— señala que en niños y adolescentes la prevalencia de cualquier trastorno psiquiátrico es de 22,5% (19,3% niños y 25,8% niñas). Las niñas tendrían un mayor riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad, principalmente fobia social, así como también trastorno de ansiedad generalizada. Los adolescentes tienen tasas más altas de trastornos de conducta que los niños, mientras que los adolescentes solo fueron diagnosticados con trastornos de consumo de sustancias en este estudio.

Déficit atencional: un cuadro masificado

Según cifras del Plan Nacional de Salud Mental y Psiquiatría del Ministerio de Salud de Chile (2001), 80 de cada 100 escolares de enseñanza básica requieren tratamiento para el Síndrome de Déficit Atencional e Hiperactividad. Se trata de un cuadro con alta prevalencia en la población infanto-juvenil en Chile. Con todo, es importante saber que se requieren diversos profesionales para llegar a establecer un diagnóstico y tratamiento adecuado.

Para el diagnóstico se deben observar tres aspectos centrales: impulsividad, hiperactividad y dificultad de concentración. Estos no necesariamente coexisten, pero sí debe estar presente la falta de concentración.

Es frecuente que los niños que presentan síndrome de déficit atencional e hiperactividad tengan una baja tolerancia a la frustración, lo que se expresa incluso desde los primeros años de vida (por ejemplo: llanto frecuente, conductas demandantes, entre otros).

El área escolar es una de las más afectadas debido a las características propias de la educación tradicional, donde se valora que los niños estén prestando atención por tiempo prologando, que permanezcan en sus asientos y se ajusten a clases expositivas.

Trastornos alimentarios

Los Trastornos de la Conducta Alimentaria han ido en aumento en las últimas décadas. En Chile se realizó una investigación con estudiantes de tercero y cuarto medio (mujeres) de la Región de Valparaíso, obteniéndose una relación entre depresión, autoestima, capacidad de resolución de conflictos familiares y la presencia de desórdenes alimenticios.

En este contexto, una de las grandes problemáticas hoy en día son los estándares poco realistas asociados al ideal del cuerpo. Esto se contrapone con la estructura corporal de las niñas en desarrollo, exponiéndolas de sobremanera a una presión social por ser delgadas.

Uno de los factores que podría funcionar como un precipitante para el inicio de un Trastorno de la Conducta Alimentaria es empezar una dieta, por lo cual es relevante estar atentos ante los cambios en la alimentación con la motivación de cumplir con estándares de delgadez.

Depresión infantil

La depresión infantil tiene diversas manifestaciones dependiendo de la edad de los niños. Por ejemplo, de 0 a 3 años se expresa con cara triste, mirada inexpresiva, irritabilidad, dificultades del sueño o alimentación, entre otros. En la medida que crecen, de 3 a 5 años, se incluyen cambios bruscos del estado de ánimo, somatizaciones, disminución del crecimiento, aislamiento social, conductas agresivas, etc. Finalmente, de 9 a 12 años podrían expresar sintomatología asociada a falta de placer en las actividades que usualmente realizaban, baja concentración, excesiva culpa, conductas de riesgo, etc.

Cabe destacar que dentro de los factores de riesgo para la depresión infantil se encuentra la psicopatología parental, el estilo de crianza y las condiciones adversas en el medio familiar. En este sentido es clave poner atención a la salud mental de los niños, niñas y adolescentes, considerando debidamente el contexto familiar en que están insertos.

Suicidio infanto-juvenil

Por lo general se cree que el suicidio infantil no existe, pero sí ocurren actos suicidas. Es más, son en extremo riesgosos porque no existe el concepto de reversibilidad de la muerte, ya que antes de los 5 años entenderían que la muerte tiene un tiempo definido y es similar a dormir.

Entre los 6 y los 8 años estaría presente la irreversibilidad, pero la muerte aparece asociada a un castigo. Por ejemplo, se murió porque era malo. De ahí la consideración que la muerte no sería para todos.

Luego, entre los 9 y los 12 años aparece la concepción de la muerte más cercana a la de la vida adulta, que es final, irreversible y universal. Los niños comprenden que es un proceso biológico natural, pero la viven como lejana y asociada a un castigo por mala conducta.

Lo riesgoso durante la infancia es que pueden conocer maneras para quitarse la vida, pero muchas veces desconocen la efectividad. Por esto no hay que minimizar las conductas que presentan, ya que un niño sí puede matarse. De ahí que cualquier ideación debe ser tomada en serio y derivada al psiquiatra y/o psicólogo. Esto es clave.

Consumo de alcohol y drogas

La adolescencia es una etapa de diversos cambios. Todos en función de ir en búsqueda de la identidad e independencia. Esto implica que lo físico, emocional, cognitivo y social está en función de lograr dichos objetivos.

El alcohol y las drogas están presentes en el día a día de los adolescentes, en videos, fiestas y reuniones sociales, entre otros. Sin embargo, hay ciertos factores que inciden en que ellos sean un grupo de riesgo para consumo de sustancias.

En primer lugar están los factores individuales asociados a las características, habilidades y la etapa en la que se encuentran; en segundo lugar los factores socioeconómicos, debido a que inciden en el acceso a la oferta de drogas y podrían exponer a contextos más vulnerables; y en tercer lugar los factores a nivel familiar, pues se ha estudiado que los problemas comunicacionales entre la familia y el adolescente tienden a facilitar el consumo.

Por otro lado, la curiosidad y posteriormente el placer son algunas de las primeras motivaciones ante el consumo. Luego aparece la utilización de sustancias como un “apoyo”, es decir, para relajarse, para sentirse confiados y para sobrellevar los conflictos.

Por esto hay que estar atentos a fin de establecer la ayuda necesaria. Nunca está demás solicitar apoyo psicológico cuando se observa baja autoestima, dificultades sociales y de adaptación, entre otros.

Recomendaciones

Es importante consultar a un profesional ante la presencia de:

  • Disminución abrupta del rendimiento escolar.
  • Cambios en la alimentación o sueño.
  • Dificultades para relacionarse con sus pares.
  • Evita situaciones o lugares que antes disfrutaba.
  • Presenta conductas regresivas: pierde control de esfínter, vuelve a dormir con los padres (si es que ya dormía solo).

 

Fuente: Valeska Woldarsky, psicóloga infanto-juvenil P.U.C, Unidad de Atención Clínica Centro Médico Cetep.