Educación sexual en la edad preescolar
La curiosidad es la forma que tienen los niños en edad preescolar de conocer el mundo que los rodea y desarrollarse en todas las áreas (psicomotor, social, cognitivo, educacional, emocional, lenguaje, etc.). Esta curiosidad hace que pregunten acerca de todo a sus padres y profesores. No es extraño escucharlos decir: «¿Por qué mi hermanito y yo no somos iguales?» «¿De dónde vienen los niños y adónde se van los que se mueren?» «¿Cómo nací yo?». Para responder correctamente a las inquietudes de niños en materia sexual es decisiva la disposición que se adopta, pues según sea la actitud que el adulto tenga hacia la sexualidad y hacia sí mismo ofrecerá un ejemplo con el que los menores manejarán su propia sexualidad. Que los padres se muestren con naturalidad, empatía, cercanía, confianza, respeto, atención y delicadeza hacia lo que sus hijos plantean, permitirá promover una educación sexual positiva. A esta edad, en virtud del desarrollo físico y emocional, los niños y niñas tienden a tocar sus genitales: se están conociendo. La autoexploración infantil existe y no tiene por qué ser reprimida ni castigada. Debe encauzarse, haciendo que los pequeños comprendan el respeto a la intimidad y a los sentimientos de los demás. Pero atención: la autoexploración es normal mientras no se convierta en la única forma de obtener satisfacciones, afectos o logros. Si el menor deja de hacer otras cosas (jugar, aprender, relacionarse con los demás, salir) por entregarse a la autoexploración, ello es indicio de que vive angustiado o de que tiene algún problema que canaliza de ese modo. En ese caso conviene consultar a un especialista. Y es que la autoexploración no es lo que causa la ansiedad, sino la ansiedad ocasionada por muchas otras causas es la que provoca la persistencia de esa conducta en algunos pequeños. Si durante esta etapa en que los niños son preguntones se da el caso de que alguno por timidez no pregunta nada, sería conveniente que los padres busquen la manera de plantear el tema en los momentos de convivencia familiar (durante la comida, por ejemplo). Si los padres hablan de matrimonio, de amor, de embarazo, de nacimiento, etc., crearán un ambiente de confianza en el que el pequeño sentirá que en su hogar se puede hablar de todo. Desde luego deberá hacerse de acuerdo con la edad y teniendo en cuenta las implicaciones de todo lo que se diga. En esta etapa también pueden presentarse, en familias de tipo nuclear, tendencias de carácter sexual hacia los progenitores. Entre los 3 y los 5 años hay un momento en el que algunos niños quieren que su mamá sea toda para ellos, y otro tanto ocurre con algunas niñas respecto a su papá. Frases como «Me quiero casar contigo» o «Quiero ser tu novia» son frecuentes en estos casos, igual que ciertas conductas de hostilidad hacia el progenitor del mismo sexo. Ante esta situación, ambos padres habrán de ser cuidadosos: el padre debe mantenerse en su lugar de marido y la madre no debe alimentar con hechos ni con palabras esa clase de amor. Una madre no debe llamar a su hijo «Mi hombrecito» o «Mi noviecito»; ni un padre llamar a su hija «Mi noviecita» o «Mi mujercita». Esos son los papeles que a ciertos niños y niñas les gustaría asumir y a los que deben renunciar. Mientras más pronto mejor. Los padres no deben preocuparse demasiado, pero tampoco ser indiferentes ante dichas inclinaciones que manifiestan sus hijos y, mucho menos auspiciarlas, ya que podrían contribuir a que el padre o la madre, entusiasmados con el apego filial, consideren a su hijo de su absoluta propiedad, lo mantengan aislado del resto de las personas o le impidan ser independiente. Es importante escuchar exactamente qué quieren saber los menores, qué sentimientos o miedos están detrás de las preguntas que formulan. Es preciso saber qué se imaginan, así como qué situación o persona motivó la duda. Lo mejor en estos casos es pedir al niño o a la niña que explique lo que cree saber acerca del asunto que causa su inquietud. Eso dará a los padres una idea del nivel de complejidad que su hijo o hija es capaz de recibir en la respuesta, pues así como hay que desterrar conceptos erróneos, tampoco conviene responder con explicaciones que no estén al alcance del pequeño por su complejidad. Una de las cuestiones que más inquieta a los niños es saber cómo nacen. Desde temprana edad ellos ya saben que nacen del cuerpo de su madre pero sus preguntas ahora exigen más detalles. Lo conveniente es propiciar un diálogo a través de preguntas y respuestas, de tal modo que el adulto conozca la idea que al respecto tiene la niña o el niño: “Tú, ¿cómo crees?”. Las respuestas generalmente varían y, a veces, son formuladas como pregunta: “¿Como los gatos?”. En estos casos conviene pedir a los niños que expliquen la idea que tienen: “¿Por qué crees que es así?”. Luego de escuchar la explicación del niño es preciso confirmar sus aciertos y plantearle otra pregunta o alguna explicación que cuestione el aspecto equivocado de su idea. Si el niño ha dicho, por ejemplo, «Como los gatos», conviene destacar las semejanzas y las diferencias, hablarle del entendimiento, de los sentimientos y del acuerdo que debe existir entre las personas que deciden tener un bebé. Con todo, es muy probable que los niños demanden más detalles: “¿Por qué se forma el bebé y por qué es hijo de un hombre y una mujer?”. Este es el momento en el que convendrá una explicación como la siguiente: Conversaciones de este tipo son de gran utilidad para el niño o la niña, pues sin haber recibido una lección de obstetricia comienzan a entender cómo nacen realmente los niños y, sobre todo, sienten confianza hacia sus padres: ellos saben y entienden sus dudas. Niños y niñas suelen poner a prueba la sinceridad de sus padres y no es extraño que busquen la ocasión de volver a plantear su pregunta frente a la gente. En estos casos, el adulto deberá responder lo mismo. De ese modo reafirmará la confianza de su hijo o hija y, principalmente, no dará a estos temas un carácter clandestino. Por: Paula Ramírez Basso, psicóloga BienEstar, Diversidad e Inclusión.
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La curiosidad está orientada hacia todo y, por supuesto, hacia el propio cuerpo y hacia el entorno. Son años en que niños y niñas quieren saber por qué son diferentes unos de otros, cómo nacen los bebés, cómo son los adultos y, también es la época en que comienzan las preguntas acerca de la vida sexual de los padres. Todas estas dudas son perfectamente naturales y habrá que responder de la manera más sencilla y veraz, sin mentiras, sin vergüenza, pues hay que entender que para ellos tales preguntas no tienen ninguna carga. Resolver las dudas infantiles acerca de la sexualidad permite que niños y niñas adopten frente a estos temas una actitud de sana naturalidad.
Conociendo su cuerpo
Timidez
“Me quiero casar contigo”
Buena comunicación
La pregunta crucial
¿Y si piden más detalles?