Todo lo que haces por tu hijo debería estar dirigido a dejarlo preparado para la vida. Cuando le enseñas a tomar bien la cuchara, cuando lo corriges porque hizo algo mal, cuando lo abrazas y le expresas cuánto lo quieres; TODO le da herramientas para manejar mejor (¡ojalá!) las distintas situaciones que enfrentará cuando sea un adulto.
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Por eso hay que preguntarse el efecto que tendrá en su futuro el ser grosero al hablar o comportarse. Porque definitivamente la manera de hablar impacta con la misma intensidad que la conducta. Entonces, si le pides que coma con la boca cerrada o que diga “gracias” y “por favor”, es igualmente importante pedirle que no use malas palabras o sea irrespetuoso.
Tu ejemplo se vuelve el factor más importante para lograr este objetivo. Si tú dices malas palabras, gradualmente puedes mejorar tu manera de hablar eliminando las groserías. Incluso si tus hijos te han oído hablar así, puedes hacerlos parte de tu “proyecto de mejora”, pidiéndoles ayuda para ir corrigiendo este mal hábito y explicándoles el por qué de la importancia de hacerlo.
Si también has detectado que cuando te molestas tus maneras son agresivas (portazos, gritos, etc.), trabaja en ir cambiando tu forma de reaccionar con las distintas estrategias que he sugerido en otros artículos de Sonríe Mamá, que he expresado en mi página (www.preguntaleamonica.com) o que puedes encontrar en distintos lugares que se especializan en crecimiento personal y desarrollo humano. Lo importante es recordar que tus correcciones no tendrán ningún efecto con tus hijos si no son acompañadas por tu conducta.
Modo agresivo
Las groserías son una manera agresiva de hablar. Siempre han tenido la intención de darle intensidad a lo que estamos expresando. El problema es que, cuando se usan cotidianamente, es más fácil que pase desapercibido el “maltrato” del otro. Si tu hijo habla con sus amigos con groserías, el día que se peleen tendrán que decir cosas mucho más fuertes para demostrar su enojo. Usar este lenguaje todo el tiempo aumenta la probabilidad de que empiece a hablar así a los adultos a su alrededor: papás, abuelos, profesores… Más adelante, en su pololeo podría hablar de la misma manera, uno de los factores que incrementa la violencia en las relaciones de pareja. Mientras ese estilo “rudo” de hablar esté firmemente establecido, todas las áreas de su vida pueden verse afectadas.
Algunas personas que tienen la costumbre de hablar con groserías, incluso en familia, y que a través de los años no han tenido graves problemas, podrían cuestionar mi punto de vista al leer estas líneas, lo cual es perfectamente válido. Es muy posible que hasta ahora todo ha funcionado porque saben en dónde y con quién deben hablar con mayor corrección, es decir, saben manejar bien su lenguaje. Esta es una habilidad que requiere tiempo, consistencia y persistencia para dominarla.
Criterios frente a las groserías
Un ambiente familiar armónico, tranquilo y lleno de cariño se logra cuando todos los miembros se tratan con respeto. Y esto se enseña desde la primera infancia. Algunos criterios podrían ser:
- A nadie se le permiten comentarios despectivos o humillantes.
- Los niños deben aprender a expresar enojo adecuadamente, por lo que los padres deben especificar qué es lo esperado cuando el hijo está molesto, destacando lo que SÍ puede hacer cuando se irrita (ir a su cuarto, tener mala cara, no comer esa noche), pero aclarando lo que no está permitido (gritos, golpes, groserías, portazos).
- Cuando alguien es grosero con otro miembro de la familia, si además de disculparse trata de reparar el daño haciéndole un favor a quien ha sido ofendido.
Estas son solo unas ideas, pero se pueden sumar muchas más que no solo hagan de la convivencia en casa un agrado, sino que también preparen a los más pequeños para poder tener relaciones personales sanas, cercanas y duraderas.
Mónica Bulnes, sicóloga. ¡Sigue a Mónica Bulnes en Instagram (@preguntaleamonica)! Si tienes una consulta sobre este tema que quieras preguntar a la psicóloga Mónica Bulnes, entra a www.preguntaleamonica.com y te la responderá sin costo.
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