Vivimos en una sociedad de consumo en la que puede resultar difícil distinguir las compras necesarias de las innecesarias. A menudo compramos por impulso, dejándonos influir por anuncios que nos animan a gastar más allá de nuestras posibilidades. Pensamos que el prestigio social está determinado por lo que poseemos, o simplemente porque el consumo de bienes y servicios no indispensables muchas veces es una forma de compensar decepciones e insatisfacciones personales.
Leer artículo completo