La autonomía es una de las tres necesidades básicas emocionales de los niños, junto con los vínculos y el sentido de competencia. Esta necesidad se mantiene durante toda la vida, convirtiéndose en un desafío a cualquier edad.
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Alejandra Buzeta, directora de Fundación Ama —institución que lleva varios años trabajando con talleres para padres en diversos temas de crianza—, explica qué lo primero que se viene a la mente de la mayoría de las personas al pensar en autonomía es “que nuestros hijos sean capaces de hacer las cosas solos”. Pero eso más bien es sentido de competencia, cosa que también es muy importante. Los niños necesitan aprender a hacer las cosas y tener conciencia de que aprenden, de que son capaces de lograr sus objetivos, de que tienen éxitos y debemos proveerles de esas experiencias lo máximo posible.
La experta puntualiza que la autonomía es la capacidad de gobernar nuestra propia vida, de tomar decisiones y hacernos cargo de estas. Frente a un desafío, los niños podrían decidir que quieren hacerlo acompañados y eso también habla de autonomía. Cuando decimos que queremos que nuestros hijos hagan las cosas solos, probablemente en el fondo estamos expresando nuestro deseo de que se conecten de manera tal con sus vidas que la asuman con responsabilidad, pasión y voluntad. Sin embargo, eso será el final de la historia, no el inicio.
La autonomía se relaciona profundamente con la motivación. ¿Por qué? Porque la capacidad de decidir sobre nuestra propia vida —que nos permite aprender, descubrir y construir nuestras capacidades— alimenta dos procesos de la motivación y por ello es tan importante promover los espacios de autonomía.
¿Cómo potenciar la autonomía?
Alejandra Buzeta entrega a continuación algunas ideas que pueden ayudar a los padres a potenciar la autonomía de sus hijos:
- Hacer preguntas y afirmaciones sobre sus necesidades: Si tu hijo está molesto puedes preguntarle qué es lo que necesita. Con este simple acto le damos control sobre su vida, le damos la señal de que nadie mejor que él se conoce a sí mismo y sabe lo que necesita.
- Dar alternativas: Las investigaciones muestran que incluso en pequeñas alternativas sobre cómo hacer las cosas, aumenta la motivación autónoma. Alternativas no son amenazas, sino dos posibles acciones que los niños pueden realizar. Y podemos partir desde pequeños. Qué ropa quieres ponerte, elegir la ensalada de la comida, dónde quiere hacer las tareas, con qué juguete quiere jugar, etc.
- Respetar sus decisiones dentro de alternativas razonables: Una vez que ellos elijan debemos respetar y acompañarlos en esa decisión, para alimentar la confianza en el otro y la confianza en la eficacia de sus acciones.
- Ayudarlos a tomar conciencia de sus decisiones, haciendo espejo de sus emociones, pensamientos y soluciones encontradas. Usar un tono afirmativo, sin ironías ni descalificaciones.
- Tomar la perspectiva de los niños, especialmente cuando nosotros tomemos decisiones sobre ellos. Esto nos ayudará a disminuir el control sobre sus vidas y alimentará de mejor manera su motivación a cooperar.
- Darles explicaciones sobre las normas para que estas adquieran sentido en sus vidas. Si logran internalizarlas, estas se transformarán en guías de sus conductas sin necesidad de nuestra intervención permanente.
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