Cómo enseñar valores a los hijos
“Mente sana en cuerpo sano”, reza el dicho. Pero para un niño, también podríamos agregar que un “espíritu sano” le dará la tranquilidad y seguridad para que el camino que recién comienza lo transite de la mejor manera posible. Por esto, háblale sobre los siguientes valores e incúlcaselos. Estarás haciendo de cada niño una persona mejor. La empatía es la capacidad de sentir y comprender las emociones del prójimo, de identificarse y ponerse en el lugar del otro, y esto existe desde que se es un bebé. Los niños son capaces, incluso, de entregar su chupete a otros niños para que dejen de llorar. Para desarrollar la empatía puedes ayudar a los niños a conocer lo que sienten. Para que sean empáticos con los demás, primero deben saber interpretar sus propios sentimientos. ¿Cómo hacemos esto? Por ejemplo, mencionándoles las emociones que observamos en ellos: “Veo que te enoja tener que ir a la ducha”. También se puede ser empático con ellos en lugar de criticarles. Muéstrales que sus miedos no tienen razón. No es lo mismo decir “Es absurdo que temas a las hormigas”, a “Sé que te dan miedo, pero mira cómo tomo una y no me hace nada”. También es bueno preguntarles cómo se sentirían en una determinada situación, para que se pongan en el lugar del otro. “¿Cómo crees que te sentirías tú si Fernanda hubiese roto tu juguete?” o “¿Cómo crees que se siente Fernanda ahora que has roto su juguete?”. Los niños hasta los tres años están desarrollando su personalidad, por lo que suelen tener, naturalmente, conductas oposicionistas y egocéntricas. Pero tienen una capacidad innata para la bondad, para interesarse y preocuparse por los demás. Y la desarrollan gracias a nuestro ejemplo y al trato que les damos. Ayuda a otros delante de ellos, como dando el asiento a una persona mayor en la micro u ofreciéndote a hacer algún favor. También es importante felicitarlos cuando son buenos con otros. Asimismo, debemos mostrar enfado y pena si se portan mal con otras personas y siempre explicarles el porqué de nuestra reacción. Otra forma de animarlos a ser bondadosos y solidarios es enseñándoles a regalar sus juguetes antiguos a niños que tienen menos que ellos. El respeto consiste en demostrar que se aprecia a los demás mediante un trato considerado, aunque piensen diferente a nosotros. Se desarrolla en los niños a medida que nosotros los tratamos con respeto a ellos también. Por ejemplo, hay que escucharlos con atención cuando nos quieran contar algo. Una buena forma de hacer esto es reservar cada día un tiempo solo para ellos (tiempo exclusivo). Así se sentirán valorados, respetados y comprenderán cuánto los quieres. También es necesario que los niños sepan que existen reglas respetuosas en la familia. Acostúmbralos a pedir permiso, a utilizar expresiones como “gracias” y “por favor”, enséñales que en casa se habla, no se insulta, y corrige sus malas actitudes, explicándoles siempre por qué razón no son correctas. Consiste en respetar la dignidad y derechos de todas las personas, independientemente de su raza, creencias o cultura. Es esencial promoverla entre los niños, ya que, aunque se nace sin prejuicios, sí pueden crearse a partir de los actos y dichos de quienes circulan en su entorno. La clave para inculcar la tolerancia es empezar con nosotros mismos, los adultos. Si reconocemos nuestros prejuicios, quizás podamos librarnos de ellos. Es bueno relacionarse con personas de otras razas o culturas, ya que es en el trato personal donde desaparecen los prejuicios y comienza el enriquecimiento mutuo. Evita comentarios discriminatorios, ya que sin darnos cuenta estaremos sembrando la intolerancia en los niños. La conciencia es la capacidad para distinguir entre el bien y el mal, y actuar en consecuencia. Durante los tres primeros años de vida, los padres son la conciencia de los niños: de ellos aprenden lo que es correcto y lo que no, y cuando se comportan bien es para agradarnos e imitar nuestros actos. Esto implica un doble esfuerzo por parte de ambos padres: dar el ejemplo adecuado de comportamiento y ser consecuentes para no confundir a los hijos con conductas o comportamientos erráticos, por ejemplo, decirles a los niños que no peleen y luego que la pareja pelee. Solo después de los 6 años su conciencia ya está formándose y cuando los niños se comportan bien lo hacen para sentirse a gusto consigo mismos. Podemos reforzar su conciencia elogiándolos cada vez que se porten bien, mostrándoles nuestra alegría y explicándoles por qué estuvo bien lo que hicieron, para que así aprendan cuáles son las actitudes que nos gustan y que generan bienestar en los demás. Al contrario, cuando se porten mal hay que corregirlos, y siempre ser constantes y claros; firmes y respetuosos en las normas para no confundirlos. La cualidad de ser honesto y actuar de un modo ético no es algo innato y los niños deben aprenderlo del comportamiento de sus padres. Al principio, para ellos la justicia está relacionada con lo que reciben en comparación con lo que reciben otros niños. En torno a los 6 años ya conocen el concepto de la reciprocidad: te doy algo si tú me das algo a cambio. Pero a partir de los 8 años ya son capaces de dar algo sin esperar nada. Para fomentar la justicia debemos ser siempre justos con ellos, y no compararles nunca con sus hermanos u otros niños. Siempre es bueno admitir nuestros errores delante de ellos; así comprenderán que todos podemos equivocarnos y aprenderán a aceptar tanto los errores suyos, como los de los demás. Y cuando tengan conductas injustas, corrígelos siempre con respeto, aunque también con firmeza. Fuente: Sociedad Chilena de Pediatría (www.sochipe). [irp posts=»15056″ name=»Habilidades socioemocionales en los niños: ¡claves para la vida!»]
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