Es común que nuestros hijos, en especial entre los 3 y los 7 años de edad, no paren de preguntarlo todo. En ese afán curioso por saber suelen interrumpir conversaciones de los adultos, con preguntas o comentarios que no están necesariamente relacionados con lo que se está hablando ni tienen que ver con lo que se está conversando. Esta reacción es muy común y esperable, ya que sus cerebros funcionan en varias direcciones a la vez. No es que sean “maleducados”, sino que todavía no disponen de las herramientas necesarias para controlar sus impulsos.
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