Estar embarazada es un momento mágico para la mayoría de las mujeres, quienes viven esta etapa llenas de ilusión por el hijo que esperan. Sin embargo, a veces las cosas no resultan como se planean. Así pasa por ejemplo cuando luego de una ecografía el ginecólogo informa a la paciente que sufre de placenta previa.

La placenta es el órgano intermediario entre la madre y el feto, que se adhiere a la superficie interior del útero y que, entre otras cosas, es la encargada de proporcionar nutrientes y oxígeno al bebé a través del cordón umbilical. Este tejido con forma de disco -que puede pesar hasta 500 gramos- suele ser expulsado luego del nacimiento.

Normalmente está ubicado en el área superior del útero. Sin embargo, hay casos en que se implanta y desarrolla en la parte baja, cubriendo parcial o totalmente el orificio cervical interno. Es decir, el agujero de salida del útero hacia el canal del parto. En estos casos se habla de placenta previa.

Asintomático

El doctor Jorge Carrillo, ginecólogo de Clínica Alemana, explica que si bien no se conoce la causa, se estima que la ubicación anormal del tejido placentario sería para eludir sitios de la pared uterina con menos irrigación, como las áreas con cicatrices de cesárea. También está asociado a una mayor masa placentaria, como es el caso de los embarazos gemelares.

Uno de los factores de riesgo es haber tenido esta condición en un embarazo anterior, ya que este antecedente aumenta las probabilidades entre 4 y 8%.

Habitualmente, este trastorno es asintomático y se detecta como hallazgo en la ecografía del segundo trimestre. “Sin embargo, cada vez que una paciente presenta un sangrado genital después de las 20 semanas, hay que sospechar el diagnóstico de placenta previa y confirmarlo con una ecografía”, asegura el especialista.

Tratamiento

El manejo de la placenta previa consiste en la interrupción del embarazo antes del inicio espontáneo del trabajo de parto, para evitar la hemorragia intempestiva. Esto significa que hay que planificar una cesárea con anestesiólogo entrenado e informando previamente al Banco de Sangre, de manera que esté preparado para reposición de sangre según la evolución.

El doctor Carrillo destaca que el pronóstico está asociado a una detección oportuna y a una programación del momento de la cesárea. “Hay consenso en planificarla en la semana 36 de gestación, una vez que el riesgo de prematurez es menor y a la vez aún es improbable que se desencadene el parto espontáneo”.

Posibles riesgos

La embarazada con placenta previa tiene riesgo de hemorragia severa, de shock hipovolémico e incluso de muerte si no se maneja a tiempo. También aumenta el peligro de acretismo, que es una adherencia patológica del tejido placentario a la pared uterina. Además, presentar placenta previa aumenta cinco veces el riesgo de parto prematuro.

Para el bebé, las probabilidades de prematurez son mayores, con morbimortalidad perinatal asociada.

 

Fuente: Clínica Alemana.