¡Niños sobre-atendidos!
Este último tiempo me he topado con algunos amigos, todos con niños entre 9 y 17 años, que junto a mi trabajo en talleres me han hecho reflexionar sobre un tema que quiero compartir con ustedes.
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Frente a esta situación me pregunto tantas cosas: ¿qué nos pasa con la tolerancia frente a situaciones desagradables?, ¿qué nos pasa frente a la pena, que no la resistimos ni un segundo? (demás está decir el consumo de medicamentos y todo tipo de aditivos y drogas para evitar sentirla). Pero me pregunto por sobre todo: ¿qué nos pasa frente a la angustia y pena de nuestros hijos que ni siquiera les damos tiempo para que ellos descubran por sí solos y dentro de su alma la solución a sus conflictos? Todos hemos sentido pena y la sentimos seguramente todos los días. Pero no por eso hay que consultar de inmediato sin siquiera mediar una conversación previa, para que desde el amor de los padres pueda salir el camino de solución. Hay que tomar en cuenta, además, que todos están en la edad de la pubertad y la adolescencia, con lo cual la posibilidad de tener pena y no saber por qué es muy alta. Evidentemente que no me refiero a situaciones largas y complejas donde todo padre sabe si debe pedir ayuda, y por supuesto que la sicología está para eso. Pero creo que los padres hemos delegado, sobre todo cuando hay recursos, la educación y formación de nuestros niños a un número enorme de profesionales, mientras nosotros nos comunicamos cada vez menos con ellos. A muchas de las personas que me preguntaron, yo les dije que conversarán con sus niños, que les dieran tiempo para elaborar, comunicar y buscar las soluciones ellos solos. Lo primero que percibí en esos padres fue miedo, angustia, con un dejo en el fondo de muy poca confianza en sus propios hijos, dudando respecto a si serán capaces de hacerlo por sí solos. Otros reflexionaron y tomaron conciencia de sus miedos y se dieron cuenta, en sus propias historias, que cuando ellos habían sufrido pena habían tenido tiempo para procesar y conversar de lo que les pasaba. Estamos en tiempos de mucha rapidez y en pocas cosas nos damos el tiempo suficiente para elaborar y reflexionar. Pero creo que con la educación de nuestros hijos debiera ser diferente. Ni siquiera les estamos permitiendo aburrirse porque nos genera angustia, ya que pensamos que estar aburrido es como estar medio deprimido. El aburrimiento es la madre de la creatividad, así como sentir pena es parte normal y necesaria del desarrollo sicológico. Para ambas cosas se necesita tiempo y sobre todo que los padres aprendamos a tolerar nuestra propia angustia y la profunda desconfianza hacia nuestros hijos. Debemos creer que serán capaces, gracias a la formación que les hemos dado, de solucionar sus conflictos con nosotros. Sólo cuando hayan probado todos los recursos propios sin resultado, pidan ayuda. No antes. ¡No sobre-atendamos a nuestros niños! Corremos el riesgo de invalidarlos en la solución de problemas reales en la vida y de que la vida misma les enseñe que son capaces de caminar con el dolor sin miedo, sin medicamentos y con la profunda convicción que pedirán ayuda cuando lo necesiten después de haber intentado los caminos afectivos propios y cercanos. Por: Pilar Sordo, psicóloga, columnista y conferencista. [irp posts=»2315″ name=»Pilar Sordo: “Somos el país que menos se ríe en América Latina”»]
Ellos me cuentan que sus hijos están “tristes”, así los perciben. Y antes siquiera de preguntar, ellos me consultan por algún psicólogo(a) para llevarlos. Frente a esto les pregunto: ¿hace cuánto que los perciben así? Y me dicen que un par de días. Además, intento explorar si han hablado con ellos y les han preguntado qué les pasa, frente a lo que algunos responden que sí y otros que no saben cómo hacerlo. Tengo que comentar que en todos estos casos se trata de familias con recursos económicos suficientes para pagar un profesional.
Tolerancia a lo desagradable
Conversar con los niños
¿Aburrimiento?